Toqué la puerta y entré a clase. Todos estaban hablando, cada uno con su grupo de amigos, era casi mitad de la segunda hora y el profesor de lengua no había llegado, eso solo podía significar dos cosas.
O había caído enfermo o había muerto y no tendría que ver más sus escupitajos al hablar que recorrían mitad de la clase, parecían lanzados por cañones, más de uno había tenido que esquivarlos. Exámenes en los que ponía un 4’9.
Era de estas personas odiosas en las que la razón la tenía el y nada más que él, y si osabas a quejarte se daría por aludido y te echaría de clase o te tendría entre ceja y ceja hasta que salieras del instituto o te graduaras.
-¡Sam! ¡Sam! ¡Sam! Deja de mirar la mesa como si fuera el chico con el que probablemente te has acostado esta mañana y ven aquí – La fulminé con la mirada y agradecí que todo el mundo estuviera lo suficiente metido en sus conversaciones que nadie la hubiera escuchado.
-Buenos días Elena – Dije sentándome delante de ella, dejé la maleta encima de la mesa y llevé mis ojos hasta la puerta.
-¿Qué mi…- Elena siguió mis ojos hasta la puerta- Joooooder.
En la puerta esperaba un chico de pelo oscuro y ojos verdes con barba de tres días y ropas oscuras. He de admitir que era muy sexy.
-Me quiero tirar a ese cacho de macho – Dijo Elena, luciendo toda la elegancia que podía. No pude evitar reírme por su tono de desesperada, detrás de él había otro hombre de espaldas, con el pelo corto, alborotado y castaño
-Bruta, que eres bruta – Vuelvo a mirarla a los ojos. Pero ninguna de las dos estamos pensando con claridad. - ¿Quién es el de detrás?
-No lo sé, no lo había visto nunca, supongo que será uno será nuevo pero el otro no debe tener menos de treinta años.- Arqueé una ceja.
-Elena, solo le estás viendo la espalda.
-Pero es un hombre, los domino perfectamente. Uy, pero si no tiene anillo de casado, ¿crees que lo echarían si acabara con una alumna?
-¿No te gustaba el nuevo alumno?
- Si pe…- No pudo terminar la frase, el hombre desconocido y el supuesto nuevo alumno entraron, por fin, en la clase.
-Buenos días muchachos. – Noté como Elena me daba un golpe en la silla, me eché disimuladamente hacia atrás.
-Que voz tiene. – Susurró. Miré al hombre que sonrió desviando la mirada a la esquina de la clase como si alguien lo hubiera halagado. Tenía una sonrisa pícara acompañada de unos ojos llamativos.
-Me llamo Dricksen Rodlan -. Algunos de los alumnos susurraron y se equivocaron al decir su nombre. Pareció darse cuenta porque volvió a repetir su nombre. – Seré vuestro nuevo profesor de lengua.- Oí el “¡SI!” de Elena tras de mí – Este – Señaló al joven junto a él, que había estado todo el rato con la mirada perdida – Es mi sobrino Neith. – Le miré y sus ojos se encontraron con los míos.
-Sam, te está mirando. ¿Te lo has tirado y te estás haciendo la loca?
- Claro Elena, hemos follado en el coche, mientras veníamos, nos hemos montado un trío, él, Jay y yo.
-Bueno, podéis llamarme señor Rondlan – Miró a su sobrino e hizo una mueca que podría asemejarse a una sonrisa – Si, me gusta, suena bien. Siéntate Neith, allí está bien- Estábamos separados de uno en uno, pero aun así quedaba cerca de Elena y de mí.
El señor Rondlan abrió una libreta vieja, que había sido de nuestro antiguo profesor de lengua, el señor Fitcher.
-Según esto vais con, ¿Cómo decirlo? – Se rascó la nuca – Con paciencia. – Miró a su sobrino y me miró, me sentía incómoda. – Veo que tenéis un examen para mañana. – Hubo algún suspiro, supuse que lamentándose de que el profesor Fitcher le hubiera dejado indicaciones de sus exámenes. – Pero no, prefiero que me hagáis un trabajo por parejas, a las cuales, emparejaré yo. Ya os contaré al final de la clase – Se sentó en la mesa y nos miró – Abrid los libros por la página 134 .
La clase transcurrió normal, sin ningún incidente hasta que faltaron cinco minutos para acabar.
-Bueno, y esos son los grupos – Alcé la mano y me arqueó la ceja. -¿Algún problema?, señorita... - Abrió la libreta de nuevo y buscó con el índice- oh, si, claro, Samblin Hold. – Carraspeé. Odiaba mi nombre, y los profesores lo sabían, por eso siempre me llamaban Sam.
- A mí no me ha emparejado con nadie Señor Rondlan – Sonrió -Tú, irás con el que sobra – Noté las miradas de las chicas de la clase y suspiré porque sabía cómo iba a terminar la frase.- Tu irás con mi sobrino, tú, querida, irás con Neith.