Cuando Jano llegó a casa con el lobo en brazos vio que su padre le dejó una nota diciéndole que iba al supermercado y que tardaría al menos una hora en llegar, así que dejaría al lobo en la cama de su cuarto e iría a por alcohol desinfectante y unas vendas, volvería y le curaría la pata. El lobo se intentaría levantar, pero caería por el dolor, a lo que Jano iría corriendo a ayudarlo a colocarlo lo más cómodo. Entonces para su sorpresa el lobo le diría - Gracias. - Jano se quedó de piedra al oírlo. -¿Qu- qu- qué?- preguntó este pensando que se lo había imaginado.
-He dicho gracias.- Le contestó de nuevo el lobo.
A Jano estaba a punto de darle un infarto, acababa de entenderle. Aún no se lo podía creer. -¿Sa-sabes ha-hablar?- le pregunto este tartamudeando.
-Si, ¿por que lo preguntas?- le dijo el lobo tan tranquilo.
-¿Como que por qué?- exclamó Jano a punto de ponerse histérico -Los animales no saben hablar.-
-Ya, perooo…- dijo el lobo algo incomodo
-¿Qué pasa?- le preguntó Jano
-Será mejor te te lo enseñe.- dijo él
-¡Pero qué me vas a ense...- empezó a decir Jano cuando fue interrumpido por un brillo blanco que salía del lobo.
Este empezó a cambiar de forma para pasar a ser una especie de animal con forma humanoide cubierto de una suave capa de pelaje.
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Al acabar de transformarse se giraría hacia Jano, y no pudo evitar sonrojarse al ver que este se le había quedado mirando con la boca abierta.
-Bueno... ¿Qué opinas?- preguntó el lobo algo vergonzoso.
-¡¡Es increíble!!- exclamó Jano -Por cierto, ¿cómo te llamas?-
-Me llamo Darío, ¿y tú?- dijo este a modo de presentación mientras alzaba la pata.
-Yo me llamo Jano- diría estrechándose la.
Entonces se oyó un portazo en la planta de abajo, seguido de alguien gritando: -Janooo, ya estoy en casaaa.- era su padre.
