II. Hambre

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Podía verlo. Una enorme bestia se alzaba ante ellos, impotentes y sin una solución viable, algo que les diese esperanzas para seguir. Podrían irse, abandonar la causa y quizás sumir al mundo en un caos irrevocable. Luchar era el motivo por el que fueron creados, pero oh dioses, aquella batalla era algo propio de deidades; quizás eso era lo que necesitaban, un milagro caído del cielo con forma divina, aureola y un arma capaz de matar y destruir a Caster.
Casi parecía obra del destino, quizás alguien estuviese escuchando su llamada de súplica. Puede que fuese cosa del grial, un ser omnipotente que parecía disfrutar con aquellas carnicerías y baños de sangre. Una presencia hizo entrada en Fuyuki o, más bien, dejo notar su poder, y uno enorme a decir verdad. Los Master buscaban inquietos la fuente de semejante flujo mágico, y al final, allí, en lo alto de una colina, una figura un tanto demacrada, ceñida con una falda negra y una camisa blanca, estaba observando la escena con unos hermosos ojos de un color rojo brillante. Desafiantes y orgullosos, pedían vida. Rugían sangre.

-No puede ser, ellos... -Tokiomi apretó con fuerza su bastón- ¿Cómo es posible?

La figura desapareció, bajando con la velocidad del rayo colina abajo, arrasando todo a su paso, arboles, tierra, piedra... nada quedaba bajo sus pies. Fueron menos de dos minutos, dos minutos fue lo que tardó en llegar a la orilla del río, allí sobre el cemento del paso peatonal, se podían observar con totalidad sus rasgos: era de una estatura media, aproximadamente un metro setenta, tal vez un poco más; ojos grandes y curiosos, una melena que podría compararse con la más virgen nieve, labios finos y rosados, piel de caramelo. "Es una Diosa" pensó el joven y orgulloso Rey. Bajo la pequeña cuesta, dejando tras sus pasos tierra muerta; llego a la orilla, con rostro sereno observo el gigantesco "leviatán", ladeo ligeramente la cabeza a un lado y sonrió. Más bien, se rio de forma sonora, una risa tan dulce y llena de inocencia que podría helar el alma de cualquiera que la escuchase.

-Vaya, ya decía yo que olía a podrido por aquí.... -le volvió a echar un vistazo de arriba a abajo-, ¿Y tú te crees que estás loco? ¡No me jodas!

Uno de aquellos enormes tentáculos trato de atacarla, sin embargo, algo lo desgarro dejando el pedazo de carne contra el suelo, a escasos metros de sus pies. Volvió a reír.

-¡Eso es! ¡Demuéstrame lo que sabes hacer! -la joven se percató, al fin, de sus espectadores. Les dedico una leve mueca en forma de sonrisa junto a una leve inclinación de cabeza que trataba de transmitir respeto, aunque esa no era la sensación que daba-. -¡Irina!- grito al aire- Encárgate del estorbo. Quiero ver de que es capaz él solo.

Caster se llevó la mano al pecho, causado por un fuerte dolor.

-¡Tú!

Repitió de nuevo su ataque un par de veces más. Su efecto fue inmediato y repetitivo al primero que lanzo.

-¡¿Qué cojones haces, Irina?! ¡Date prisa!

Un grito desgarro el aire. El resto busco la causa -incluso el propio Caster, preocupado porque estuviera vinculado a ese extraño dolor-, y allí, en aquel largo puente rojo que se alzaba sobre el rio, había un joven levitando a algo más de 5 metros del suelo; o más bien, estaba colgado. Unos finos y transparentes hilos le rodeaban el cuello y poco a poco penetraban en la carne. El joven luchaba por zafarse de la casi segura muerte, pero contra mas lo intentaba más se apretaban los hilos contra su garganta. El joven estiro el brazo, tratando de con ello suplicar por su vida a su Servant.

Demonios del Partenon (Fate/Zero fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora