Capítulo 32: Treta

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—Vaya, no saben el caos que hay allá fuera —señaló Sarah subiendo las escaleras con varias bolsas de
papel— ¿Qué están viendo?              —preguntó con curiosidad deteniendo el paso en la puerta y mirando las caras fisgonas de sus compañeras.

—Alguien se ha mudado al departamento del frente                   —respondió Lucy con interés, sin apartar la vista de la puerta.

Por debajo de la pequeña abertura de la puerta, las chicas podían apreciar lo que presuntamente parecían unas sombras moverse de un lado a otro.

—Imposible, en serio... al departamento embrujado —comentó Sarah en voz baja, igual dirigiendo su atención hacia la puerta y pasándole una de las bolsas a Louis. Quien estaba tan ausente que tomó la bolsa sin refunfuñar.

—¿Así que deberíamos tratar de presentarnos u algo...? —alegó Lucy.

—¡Ni hablar! —replicó Sarah, entrando a la casa—. Me niego a ser una de esas vecinas que lleva canastas de frutas de bienvenida y se ofrece para ayudar en lo que sea. Luego un día despiertas y estás cuidando a sus hijos o sus mascotas, o peor aún... olvidas regar las plantas que prometiste que harías mientras están de viaje y luego tienes que sustituirlas por otras, lo peor es que eventualmente terminan dándose cuenta y ni siquiera toman en consideración todo tu esfuerzo para que no se enteraran.

—Bueno, no tenemos frutas pero podría hornear pastelillos —refutó la morena siguiendo a Sarah hacía la cocina con súplica.

—Tonta Lucy no saber nada sobre ser buena voisine —agregó Louis entrando igual y cerrando la puerta detrás de ella.

—Por ello la canasta de bienvenida chicas. Si yo me mudara a un nuevo vecindario me gustaría que me den la bienvenida con una canasta de frutas y una radiante sonrisa cálida
—específico sentándose en el desayunador y observando como Sarah acomodaba los víveres que había comprado en la alacena.

—Un buen voisine, no molestar a otros tonta Lucy —añadió llevando la otra bolsa hacía la cocina—. Eso hacen los buenos voisine —indicó, mientras hacía una mueca de obviedad y Sarah afirmaba con la cabeza en forma de apoyo a su comentario— ¿Dónde estar el alcohol? —preguntó la francesa cambiando el tema de manera drástica y revisando las bolsas con pánico.

—No compre alcohol. Debemos estar alerta. Se avecina una tormenta peligrosa que podría convertirse en huracán. Lo más sensato que podemos hacer es estar en un estado de sobriedad —explicó Sarah con seriedad.

—¿Cómo esperar resistir todo un día con ustedes y sin alcohol?
—preguntó Louis, incrédula ante la idea.

—Descuida, sobrevivirás —aseguró Sarah con una sonrisa burlona, dándole unas palmaditas en el hombro.

La chica enérgica y fiestera estaba pasmada. Debía quedarse en casa un viernes en la noche, con la lesbiana rezagada y la tonta puritana. Pero aquello sólo podía lograrse bajo los efectos del alcohol.

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—Así que ahora eres la líder. No entiendo porque no decirle de una vez quién era, si te mande la foto de su identidad —inquirió—. Mira que he dejado de ganar unos buenos dólares por guardarte el dato. Cualquier revista pagaría una delirante suma de dinero por esa información.

—La paciencia es una virtud, y espero el momento exacto para quebrarla   —alegó Yuan al otro lado de la    línea—. Además prima, serás recompensada en su momento.

—¿Entonces tú quieres su puesto?

—Al principio, pero luego surgió uno mejor. The New York Lover, piensan que ellos tendrán la primicia pero en realidad, Trend Style, la tendrá. Alexandra Fox nunca debió elegirla sobre mí. Es cuestión de dignidad.

La Cenicienta de Queens (Por Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora