// Prólogo //

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Caminar.

Algo que para muchas personas puede parecer muy agotador e incluso aburrido. Para mi simplemente era relajante, podía llegar a encontrarme con muchos problemas y esta simple acción era capaz de hacerme entrar en un tipo de burbuja ajena a todo lo exterior, que me despejaba de cualquier preocupación.

Sin embargo, hacer esta acción solo, en los años de adolescencia, era un tanto triste, puesto que me gustaría estar rodeado de personas...

Personas cuyas preocupaciones eran más importantes que acompañar a un amigo.

La verdad no los culpo, se que cada uno tiene sus propios problemas y no debería de interferir en ellos convirtiéndome en uno más, se que cada persona tiene una vida en la cual debe estar presente, familiares y amigos cercanos.

Pero yo no tenía eso, no tenía una familia a la cual recurrir para sentirme protegido y amado, no tenía amigos a los cuales pueda contarles mis problemas y me entiendan a la perfección e incluso me apoyen con palabras de aliento. No tenía nada de eso.

Mi vida ha sido solitaria desde que tengo 6 años, desde el día en el que mi madre se fue y mi padre en la desesperación solo me abandonó en el peor de los lugares. Un orfanato. Fugándose a no sé dónde y haciendo quien sabe qué con su vida.

19 años recién cumplidos, estaba a punto de empezar una nueva vida, una vida en la que creí que no estaría más solo...

Pues al parecer creía mal.

No por el hecho de no tener amigos, porque ahora tenía personas muy valiosas e importantes, que en verdad se preocupaban por mi y me apoyaban en las decisiones y conflictos con los que me topaba.

Pero me seguía sintiendo algo vacío, un vacío que no se podía llenar con lo que más amaba o las personas que me apoyaban.

Un vacío muy extraño a mi parecer.

Llegué a resignarme e incluso creer que era algo normal en la vida, que en cualquier momento me dejaría de sentir así por la costumbre de todos los días.

Pero mi vida dió un giro de 180° cuando llegó. Me consideré la peor de las personas por verla de una manera en la que nadie esperaría o haría, la veía y sentía algo que no había sentido nunca, un sentimiento que era demasiado grande y que incluso no me dejaba dormir en la noche. Algo que no me dejaba tranquilo en las prácticas, pero que también me ayudaba en las letras.

Pero no podía ser, no. No es correcto.

A mis 23 años tuve, por primera vez, como se le dice... "mariposas en el estómago"...

Pero no eran unas mariposas dedicadas y causadas por alguien cualquiera. Eran para alguien dispensable para los chicos de mi edad, pero para mí era especial.

Solo había un problema... Y si ella... ¿Y si ella no puede sentir nada... Por mí?

// 09.10.21 //

Vᴜᴇʟᴠᴇ; J.HSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora