Único.

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Abrió los ojos con pereza, parpadeando unas veces en lo que su visión borrosa se aclarase. Y cuando esta se volvió nítida, parpadeó una vez más al notar un par de orbes chocolate que lo miraban a los ojos.

Le costó un poco reconocer quién era la persona que le miraba ceñuda, molesta y triste. O mejor dicho, quiso desentenderse y fingir que no reconocía quién era; pues, ¿Cómo poder olvidarla a ella?

Era la mamá de su Megumi, su mujer, a quien decidió como compañera pero que lamentablemente, no pudo seguir así. Pues la muerte se la arrebató.

Su ceño fruncido se profundizó aún más, ante su silencio y semblante indiferente –. Estoy muy molesta contigo, Toji. Mucho.

Lo sé, pensó y deseó decírselas, pero sinceramente no tenía mucho sentido decir esas palabras. Y tampoco, veía válido pedir perdón por lo que hizo; era culpable, no servía mucho victimizarse o evadir lo que sus acciones provocaron.

No a ella.

- Sé que... Los dejé a ti y a Megumi pero... ¿Por qué vendiste a nuestro hijo, Toji? – cuestionó, con voz trémula y con ojos brillosos por las lágrimas –. ¿Por qué?

-... Creí, que era lo mejor para él.

Las lágrimas comenzaron a desbordarse, y ella con tal de no empapar su rostro, levantó la mirada al cielo, ocultando sus orbes chocolate con el antebrazo mientras reprimía sus sollozos e hipidos. A veces mordiéndose el labio, a veces apretando los dientes.

-... Si yo no los hubiera dejado – murmuró –. Perdón, Toji...

No era su culpa, nunca fue su culpa. No quería escucharla disculparse, cuando era él quien debía hacerlo, no ella.

Con lentitud, levantó sus brazos y pasándolos por su espalda, la abrazó. Como siempre añoró hacerlo desde que se fue.

Aunque este abrazo era un poco raro e incómodo, porque él tenía la cabeza recostada en su regazo. Pero a ella no pareció molestarle.

- No es tu culpa, es mía... Yo soy quien te debe disculpas – ella quedó en silencio, pero por la humedad que estaba sintiendo en su camiseta, sabía que seguía llorando –... Perdóname por hacerle esto a nuestro hijo. Fui un completo idiota.

-... Te pasaste esta vez, Toji – quiso reír, pero en cambio sólo una mueca deseando ser una sonrisa, se formó en sus labios –... ¿Seguiste apostando en carreras de caballos?

Él resopló, sonriendo de medio lado. Haciéndola reír ligeramente.

- Y supongo, que volviste a buscar otra mujer para sacarle dinero, ¿verdad?

-... No estoy orgulloso de eso, ¿sabes?

Y ella, volvió a sonreír.

- Lo sé, Toji.

La pelinegra deshizo el abrazo, y con cuidado quitó su cabeza de su regazo. Toji temió que ella se fuese otra vez por lo que se levantó apresurado y halándola del brazo, volvió a abrazarla.

- No vuelvas a irte... Por favor – pidió, cerrando sus ojos, atemorizado –. Aunque no tengo derecho a pedírtelo, por favor, quédate.

Ella abrió los ojos un poco más, sorprendida. Sin embargo y con una sonrisa risueña, correspondió su abrazo.

- No iba a irme, sólo quería abrazarte más cómodamente Toji... Pero, no voy a irme esta vez.

- ¿...Aunque sea un imbécil?

- Aunque seas un imbécil, lo prometo – aseguró, acurrucándose a la vez que cerraba sus ojos. Sonriendo con calma.

Y Toji terminó sonriendo levemente, en calma.

-Traumada Taisho

Quería abrazarte de nuevo  [Señora Fushiguro/Toji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora