El término alma gemela, si bien era algo de lo que se ha hablado desde prácticamente siempre, circulaba en cualquier lugar posible. Con mayor ímpetu desde que Tsukishima Kei ingresó a su segundo año de preparatoria. Ya hasta parecía una broma el escuchar aquellas palabras al menos unas cinco veces por día, sobre todo cuando llegaba la hora de asistir al club de voleibol.
"Oye, Tsukishima ¿estás emocionado por lo de hoy?" Había dicho su compañero de equipo y bloqueador central titular, Hinata Shoyō, una vez que el entrenamiento hubo terminado aquella tarde. El nombrado ni siquiera respondió, no necesitaba hacerlo cuando ya todos sabían su postura ante el suceso que estaría por llegar.
Nadie sabía cómo ni quién lo hacía, pero desde que hacía muchos años atrás comenzó a circular un rumor sobre un extraño mensaje que llegaba a los teléfonos celulares de todos aquellos que cumplían 17 años, justo a las 00:01. Las primeras personas mencionaban algo sobre palabras extrañas o aleatorias, otras que luego de preguntar alguna cosa y recibir respuestas cortas ya no podían volver a enviar mensajes al remitente. Al final todos decían lo mismo: el número desaparecía luego de un par de días, pero los mensajes no, además de el hecho de que cada mensaje parecía ser enviado desde un número diferente.
Si le intentabas marcar o mensajear no funcionaba.
Cuando Hinata cumplió los 17 fue el sujeto de experimento para corroborar lo que todos andaban diciendo.
Cuando este evento fue de conocimiento mundial llevaron a más teorías, hasta que una pareció ser la correcta: el primer mensaje que recibieras a las 00:01 el día de tu cumpleaños 17 era una palabra clave que te ayudaría a saber y así alcanzar a tu alma gemela. Luego te daban el chance de hacer dos preguntas, que debías pensar muy bien si no querías echarlo a perder, hasta que finalmente ya no podías hacer nada.
Salvo dos cosas: hacerles caso a los mensajes o ignorarlos.
Si encontrabas a tu alma gemela gracias a ellos tenías mucha suerte como para creerlo, había unos que se obsesionaban tanto que tenían finales horribles para algo que no suponía la mayor pena, como pensaba el rubio a punto de cumplir años, también había un grupo excepcional que no les podía importar menos todo el asunto.
Tsukkishima pensaba en ver el mensaje, y si es que lo hacía, cuando llegara el mes próximo.
Su familia estaba conformada por todos los tipos de personas posible: su mamá, que no encontró a su alma gemela si no hasta que sus dos hijos estuviesen ya mayores, su hermano Akiteru que aún no podía descifrar quién era la suya —aunque no le ponía mucho empeño en hacerlo, la verdad— y él: para Kei era algo sin sentido, ¿cómo alguien podía decirte cosas sobre tu alma gemela por mensajes de texto? Peor aún, ¿quién creía en que todos tenían a un alma predestinada para vivir por toda la vida?
Su padre lo hacía y murió por ello.
Él no quería cometer el mismo error.
El rubio miró la hora en su reloj de pared una vez que se volteó en su cama, por enésima vez desde que se había metido en ella.
11:57 p.m.
Vio su teléfono que estaba conectado al cargador, unos metros lejos, sobre el escritorio. Se fregó los ojos y se estiró para desperezarse, no podía dormir, aunque tuviese sueño. Pensó en escuchar algo de música, pero eso suponía levantarse de la cama y no le apetecía.
Se giró una vez más, mirando al techo.
—Montón de idiotas.
Antes de irse a la cama su madre la había dado "la charla" de las almas gemelas, tuvo que soportar un monólogo interminable por casi una hora. Akiteru lo miraba con una mezcla de pesar y de burla, sabía muy bien lo que su hermano menor pensaba al respecto y esa hora en la que su madre no parecía querer callar no fue suficiente para hacerlo cambiar de opinión.
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~One Chance~ |TsukkiYama
Fanfiction«Nadie sabía cómo, pero desde hace algunos años-bastantes en realidad- cuando una persona cumplía los 17 años llegaba un misterioso mensaje a su teléfono celular con una palabra clave que pudiese identificar a su alma gemela. Una bendición para algu...