Entro a la recepción de la editorial con el corazón a mil, una vez más la comodidad que me trasmite estar con Elías ha provocado que le de más información de la que me hubiera gustado. Aun así, no termino de dejarme llevar por completo, otra parte de mí se mantiene alerta a la espera de salir en mi defensa en cuanto me siento acorralada, vulnerable. Un sentimiento que también es capaz de provocarme. Estar con él, es como vivir en una continua lucha conmigo misma. Como si fuéramos dos personas diferentes, una desea profundizar en esos sentimientos, abrirse a él, dejar que descubra todos mis secretos, pero la otra, en cambio, quiere mantenerse a salvo, lejos de los juicios, del miedo. Y no sé a cuál de las dos hacer caso.
La planta está vacía, nadie se encuentra en su puesto de trabajo, aunque se oye barullo, ¿dónde demonios se encuentran?, como si el periódico se editara solo. Sigo el sonido de las voces hasta la sala de personal, donde me quedo anclada al suelo, viendo a todo el equipo riendo, mientras disfrutan de un café. Un fuego invade mi cuerpo comenzando desde mis tripas, el calor es tan abrasador que cuando llega a mi garganta ya no hay forma de controlarlo.
— ¿Qué creéis que estáis haciendo?, ya podéis poneros a trabajar ahora mismo, si no queréis ampliar la cola del paro. No sé cómo no se os cae la cara de vergüenza, aquí, riéndoos. Como si no tuviéramos bastante trabajo con un asesino suelto matando a las mujeres de nuestra ciudad.
— ¡Sam, a mi despacho ya! — la voz firme de Samuel ha detenido por completo mi retahíla, aunque no ha evitado que mi equipo vuelva a sus puestos. A mí, en cambio, no me queda otra que seguir los pasos de mi jefe hacia su despacho.
Tras los pasos de mi jefe, me hablaba a mí misma: «no comprendo la insensibilidad de las personas, ¿acaso no les afectan estos asesinatos?», porque a pesar de no conocer a las víctimas, este tipo de homicidios te calan hondo. Es imposible ver esas imágenes, conocer los datos de los sucesos y dormir tranquila por la noche. En cambio ellos son capaces de disfrutar de un café como si no ocurriera nada.
— Cierra la puerta y siéntate, esto no puede seguir así.
—¿Verdad?, esto no se puede tolerar, con la que está cayendo.
— Hablo de ti, no de ellos.
— Pero, si estaban perdiendo el tiempo, ¿qué quieres que les deje hacer el vago con todo el trabajo que tenemos?
— No, estaban descansando, tampoco puedes pretender que a ellos les afecte el caso de la misma manera, para ti esto ya no es trabajo, sino una obsesión por resolver el caso y esclarecer lo que le sucedió a Sofía. Pero para ellos es una noticia más, dura, pero una noticia al fin y al cabo. Cada uno tiene su vida fuera de aquí, en cuanto salen por la puerta no se llevan el trabajo a casa.
— Ahora no estamos hablando de Sofía, sino de un asesino que se ha cobrado la vida de dos nuevas mujeres. Y ellos en vez de estar indagando para mantener informados a los lectores estaban de risas.
— Aquí todo tiene que ver con Sofía y lo sabes bien.
— De eso nada, ahora mismo de lo que estamos hablando es de que el equipo tiene que cumplir con sus obligaciones y no lo estaban haciendo.
— Cumplen con sus funciones, y tienen derecho a tener sus descansos, a tomarse un café y relajarse como les apetezca. Que para ti sea una situación complicada, no implica que el resto tenga que detener su vida para centrarse únicamente en tu cometido. Así que ya puedes relajarte y dejar de atacar a todo el mundo como un huracán. No puedes tratar a la gente como has hecho con Matías o ahora con tus compañeros.
— Como si fuera tan sencillo. Aquí la única que se deja los cuernos en el trabajo soy yo, la que se pasa día y noches buscando nuevos datos, la que se encarga de que cada uno cumpla con sus obligaciones y el trabajo salga adelante.
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La fuerza del destino
RomanceSamanta tiene todo lo que siempre ha soñado. Un trabajo que le entusiasma. Una familia elegida que la quiere. Un nivel de vida que muchos envidian. Pero el pasado nunca se queda oculto para siempre. Y Samanta está a punto de descubrir que el destino...