Capítulo 13

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La redacción es una locura, las voces se oyen desde la recepción, la gente corre de un lado a otro como pollos sin cabeza. Samuel está que echa humo, su rostro está desencajado, con las mejillas encendidas, el pelo despeinado, no pinta nada bien. Ha sido él quien me ha avisado. Espero que termine de hablar con uno de los reporteros.

— Por fin has llegado, esto es una locura.

— ¿Cómo ha sido?

— Vamos a mi despacho.

Sigo a mi jefe a la zona de los despachos que se encuentra en la penumbra, a estas horas ninguno de los propietarios de estas dependencias estamos por aquí, a no ser que ocurra algo, como es el caso. Aunque en estas circunstancias el meollo se encuentra en la zona de cubículos. Samuel llega a su mesa y abre una carpeta situada en el centro.

— Tomate tu tiempo, te aviso que no es agradable de ver.

Observo las imágenes de la joven y no puedo evitar llevarme una mano a la boca, el horror que se aprecia en ellas es aterrador. Me cuesta seguir mirando, son tan desagradables que necesito respirar hondo antes de volver a ellas. ¿Quién ha podido hacer algo semejante? No quiero ni pensar el dolor al que ha sido sometida, su cuerpo se encuentra tan malherido, o mejor dicho lo que queda de él, estas imágenes te parten el corazón.

— ¿Ha sido la misma persona?

— Por lo que sabemos sí, al parecer el arma es la que ha utilizado siempre con en el resto de las jóvenes.

— Pero, hay diferencias, las otras mujeres a pesar de estar magulladas, nunca han sido de esta índole — digo mostrando una imagen en la que se ve que a la víctima le falta un trozo de piel en una de sus manos.

— Lo sé, o ha cogido confianza después de cada asesinato cometido o...

— La víctima lo reconoció.

— Exactamente, de momento todo son hipótesis, la policía podría continuar como al principio. Tengo a Matías indagando en comisaría, nos llamará cuando sepa algo nuevo.

— ¿Quién lo está cubriendo?

— Tu equipo, he aprobado los primeros artículos de la versión digital, me temo que va a ser una larga noche.

— ¿Qué más se sabe?

— Por ahora nada más. Tienes toda la información en el dossier, leelo con calma. He incluido los artículos de la web del periódico. Voy hacer unas llamadas, encárgate de revisar el trabajo del equipo. Cualquier cosa estamos en contacto.

Sale de su despacho dejándome en el más absoluto silencio, me acomodo en su silla esparciendo todas las hojas por la mesa. Me centro en la joven, que tiene treinta y cuatro años, los mismos que tendría Sofía, ¿quién te ha hecho esto Marina? Camarera en una de las discotecas más conocidas, la pequeña de cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos espera. Me levanto como un resorte y abro el tercer cajón del archivador de mi jefe, donde sé que guarda todos los documentos del resto de las víctimas. Saco todas las carpetas y las distribuyo por la mesa, Samuel me va a matar cuando vea todo esto, odia el desorden, pero creo que hay algo. Si la memoria no me falla. Reviso la ficha personal de cada una de las jóvenes asesinadas y las voy colocando en orden. Lucía, catorce años, la pequeña de tres hermanos. Cristina, quince años, nació tres segundos después que su gemela. Sara, dieciséis años, la pequeña de dos hermanas. Vanesa, diecisiete años, la mediana de tres hermanos. Patricia, dieciocho años, hija única, aunque su hermana mayor murió siendo una niña en un accidente. Y ahora Marina, treinta y cuatro años. Joder eso es, todas son las pequeñas, todas tienen una hermana mayor, las edades coinciden con la de mi hermana. Pero, ¿por qué?, ¿qué tienen que ver que sean las pequeñas?, ¿por qué siempre una hermana mayor?

La fuerza del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora