Doce: Come back home

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Al despertar al día siguiente, Ni-ki seguía dormido, abrazado a la cintura del mayor, estando de lado, sus mejillas se hacían más gorditas y su boca se abría ligeramente, mostrando un poco de aquellos blancos dientes de conejo, se veía tan tranquilo e inocente que Jake sonrió, y su mano acarició su esponjoso cabello y sus lindas mejillas.

El peliplata soltó un murmuro somnoliento y sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando para enfocar su vista en el rostro de Jake, a pocos centímetros del suyo.

Tan cerca que sus mejillas se encendieron pero sus ojos no pudieron apartase de los del Dios, admirando desde su oscuridad en sus pupilas, hasta las pobladas pestañas que los enmarcaban.

─E-ehmmm...─ Ni-ki balbuceó en un intento de hablar pero no pudo, sus mejillas se volvieron muy rojas y tosió para despejar su garganta. 

─Es más cómodo dormir contigo sin ese conejo en el medio─ dijo Jake, ignorando los nervios de Ni-ki y sonriendo, sus ojos estaban aun cargados de sueño, haciendo que un pliegue se notara debajo de estos, su cabello despeinado y su sonrisa, el menor pensó que era algo lindo de ver para despertar todos los días. 

Ni-ki no supo qué responder, y solo se ruborizó enormemente, con lentitud se separaron, y Jake probó dejar de tocarlo para buscar a sus Humanos entre sus emociones.

─¿Cómo están?─ preguntó Ni-ki, viendo cómo el mayor llevaba su mano a su pecho, sobre su corazón, y daba ligeros mimos sobre este, su ceño estaba fruncido, y notó que algo iba mal por su expresión, Jake era como un libro abierto. 

─Me siento más... Vacío, como si no hubiera tantos, como si muchos se hubieran ido.

Ni-ki le rompió la tristeza de su voz.

─¿Qué pasa cuando los humanos mueren? ¿Los sigues sintiendo?

Jake negó.

─Los Humanos son criaturas de la vida, cuando mueren son Almas, y no me pertenecen, ya no soy su Dios─ dijo, sonrió de forma penosa─ Por eso el que me hayan exiliado aquí es una condena, porque ya soy un Dios que no puede hacer nada. 

»Incluso cuando ellos llegan a este mundo luego de morir y los consuelo... Yo no siento nada de lo que ellos siente, pero lo hago porque no pude hacerlo cuando debía.

Ni-ki no supo qué responder, murmuró un suave "Lo siento", a lo que Jake respondió que no debía porque no era su culpa. 

─Vamos a ver a Sunoo, quizás esté peor que ayer─ dijo Jake, levantándose finalmente, tomó la mano de Ni-ki para salir de la casa, y el castaño seguía en el mismo lugar que antes, al verlo salir, Bisco corrió hacia él.

No quiso dormir, no durmió nada, se siente mal, no sé qué hacer─ dijo el conejito, para que solo Ni-ki pudiera entenderlo, los demás escucharon una serie de chillidos adorables. 

─Oh, Bisco... No pasa nada─ Ni-ki lo alzó con su brazo libre─. No creo que podamos ayudarlo de todas formas─ murmuró sólo para su protector.

─Sunoo─ la voz de Jake sonó calmada al acercarse, se agachó a su altura, el Dios del Sol ni si quiera pudo mirarlo, sus ojeras eran evidentes, sus ojos estaban hinchados de llorar, y se abrazaba a su Sol, que tenía un brillo mucho más sutil de antes─ ¿Cómo te encuentras?

Sunoo sólo negó y miró directamente a Ni-ki, muy lejos de la imagen del Dios furioso que había visto antes, su expresión era de pura súplica, era tan triste de ver que las lágrimas subieron a los ojitos de estrellas del joven Dios y parpadeó rápido para no comenzar a llorar.

La Tierra de los Dioses Muertos [Jakeki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora