Catorce: Awake

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─Voy a estar bien, voy a estar bien─ dijo Jake con esa sonrisa encantadora que tanto enamoraba a Ni-ki cada vez que la veía─. En serio, es muy importante que vayas.

─Pero, ¿Y los Humanos? ¿Y si te sientes mal?─ Ni-ki no quería volver a verlo de la misma forma que lo había encontrado, tan roto e inundado en pánico, sin poder respirar del dolor que recorría su cuerpo debido a las catástrofes en otro mundo y al sufrimiento de sus pequeños protegidos. 

─Ya he pasado por eso y sigo aquí, ya te lo dije─ le recordó, tomó sus mejillas para dejar caricias con sus pulgares, se detuvo un momento a ver sus rozados labios en ese pequeño mohín que solían estar siempre, como un lindo puchero─. Estaré bien, ve con Agust, no es conocido por tener gran... Paciencia. 

Miró de reojo al rubio, que parecía estar maldiciendo mil veces al mismo tiempo.

─Bisco estará contigo─ dijo el castaño rápidamente, tomó al conejo que estaba a sus pies y lo llevó hasta el pecho del otro Dios, haciendo que este lo cargara─. Cuídalo bien─ le dijo al dorado conejito─. Volveré lo antes que pueda. 

Jake asintió, le hizo señas para que se vaya, pero el unicornio era demasiado alto para que pudiera subirse solo, así que Jake tuvo que dejar a Bisco en el suelo para poder ayudarlo a subir, para sentarse detrás de aquel Dios que le daba miedo.

─Es mejor que te agarres porque esta cosa va rápido─ dijo Agust, y Ni-ki no entendió, fue Jake quien guió sus manos a tomar la cintura del rubio, ruborizándose, dándole mucha ternura a Jake.

Por todos los Dioses, se lo podría comer vivo de la ternura.

Finalmente el animal comenzó a galopar para irse, tomando velocidad rápidamente, al mirar para atrás Ni-ki pudo ver a su lindo Dios de los Humanos abrazarse al conejito con dolor, se prometió volver rápido, no quería que sufriera, no más de lo que ya lo había hecho sufrir.

No habló en todo el camino con el rubio, vio aquel mundo que poco había explorado pasar rápidamente junto a él, bio que había más que sólo árboles, el pequeño hogar de Jake debía estar tan apartado de los demás, había casas y calles, se parecía a las ciudades que tenían los mortales, y había muchísimos Humanos, la gran mayoría se veía tan perdidos, tan nuevos.

Ni-ki quiso llorar porque aquellas almas eran las víctimas del más reciente apocalipsis, que era su culpa.

Todos los miraban al pasar, a Ni-ki le costaba tanto mantener la vista en ellos, porque parecían verlo con admiración, con una sonrisa, los saludaban con ganas y los recibía con vítores.

No sabía si lo miraban tanto por aquel enorme corcel con un único cuerno, o la presencia de Agust, el Dios de las Almas, que era imposible de ignorar, o quizás él, que aun destacaba demasiado, aun se notaba "demasiado hermoso", si bien se había adaptado a aquel lugar, su amplia túnica rosa se había reducido a una simple tela que cubría su cuerpo, sin tan dramáticos dobleces, y su cabello no estaba tan pulcro como antes, estaba seguro que su piel estaba de un tono más gris y hasta tenía ojeras, pero parecía que no podría quitarse el título de Dios de Todo lo Bello nunca. 

Sus ojitos brillaron con admiración cuando se encontraron con un enorme templo, casi igual al que Heeseung tenía en el Mundo de Arriba, igual de blanco e imponente pero de alguna manera se veía mucho más amigable, porque podía notar la gente que estaba a su alrededor, que era libre y salir de las amplias puertas dobles de la entrada. 

Agust se detuvo antes de llegar al interior, para bajarse bruscamente del unicornio y luego ayudar a Ni-ki a bajarse, aunque no fue de gran ayuda porque igual terminó casi cayendo de cara sobre el suelo cuando sus pies se tropezaron consigo mismo.

La Tierra de los Dioses Muertos [Jakeki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora