Capítulo 18

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• Jefferson Gómez 

Nunca en mi vida me he sentido tan asustado e impotente. Encontrar a Luisa tan pálida y fría en el piso me bajo la sangre a los pies. No sabía lo que había pasado, pero me aterraba la idea de perderla. Una parte de mi sabía que esto podía pasar, Laila la tenía en la mira, pero no sabía dónde se escondía y eso lo hacía todo más difícil.

Nunca creí que una persona pudiera hacerme sentir tanto, cuando no estaba cerca de ella me sentía incompleto, ella era mi debilidad, lo que le pasaba a ella me afectaba de una manera que no debería. Estas eran las consecuencias de amar a alguien como yo lo hacía con Luisa.

Ella era mi mitad, era lo que me faltaba y ahora que la tenía no podía perderla. La necesitaba tanto como al oxígeno, sin ella ya no podía vivir.

Me encontraba en la sala de espera junto a Lucas y Clara. Los doctores se habían llevado a Luisa hace un par de horas y no habían dicho nada.

Si esto era obra de Laila; las dudas de que no fuera así eran muy escasas, no sabía cómo se había acercado tanto a ella. La habíamos rastreado de todas las formas posibles y no habíamos encontrado nada.

Tras dos horas más de espera un doctor sale.

—¿Familia de la señorita Leine?

—Soy su novio, Jefferson Gómez —digo y me pongo de pie. Mi apellido era muy reconocido y queda confirmado cuando el doctor me permite ver a Luisa.

Lo sigo y entramos a una habitación privada, no quería que estuviera rodeada de otras personas, así que le pedí una Suite.

Estaba dormida, no estaba igual de pálida que cuando la trajimos aquí, pero aun no recuperaba su color natural. Me acerco y tomo su mano, se encontraba un poco fría, me siento a su lado sin soltar su mano.

Su contacto era tranquilidad para mí, saber que seguía aquí me mantenía sereno.

—¿Qué le pasó? ¿Qué tiene? —pregunto, sin apartar la mirada de Luisa.

—Fue envenenada. No sabemos aún con que sustancia. Pero parece ser la combinación de varias toxinas, el que hizo esto tiene preparación y sabía muy bien lo que hacía. El veneno fue creado para debilitar de tal forma que no pueda mantenerse consciente, pero cuidaron muy bien en que no atacara los órganos vitales. Sus vías respiratorias están intactas, su corazón trabaja perfectamente y su cerebro no tiene indicios de hemorragias o algo más —mientras hablaba mi mente solo pensaba en Laila.

Sus padres trabajaban con laboratorios químicos, creaban tanto fármacos como drogas. Ella sabía mucho más que sus padres, sabía que hacer venenos era como hacer una limonada para ella.

—¿Qué pueden hacer para que despierte?

—Su cuerpo necesita descansar, tiene que deshacerse de la toxina.

Por las siguientes horas no me despego de Luisa, la cabeza no paraba de darle vueltas a cómo había logrado acercarse tanto como para envenenarla sin que se diera cuenta. Cuando cae la noche Clara entra a la habitación.

— Pensé que te habías ido —digo, estaba cansado, pero no quería alejarme de Luisa.

—Necesitas descansar, yo la cuidare, te lo prometo —no protesto, no me iría demasiado lejos y tenía el sueño ligero.

Me levanto y beso los labios de Luisa.

—Estaré aquí cuando despiertes, nena —susurro, algo me decía que podía escucharme y tal vez si sabe que estoy aquí con ella despierte más rápido.

Me acuesto en uno de los sillones que hay en la habitación y cierro los ojos quedándome dormido.

***

Era de noche y me encontraba en un prado, sentía como alguien se acercaba. No me alejo porque reconocía el aroma que desprendía la persona.

Chocolate.

Me abraza por atrás y besa mi espalda. Me doy la vuelta y me encuentro con esos ojos que me volvían loco.

Estoy bien, chico rizos me regala una sonrisa haciéndome sentir en calma.

Perdóname por no haber estado contigo y por no haber evitado esto pego mi frente a la de ella impregnándome de su olor.

Shhh, mi chico rizos, no es tu culpa, sabía que al estar a tu lado Laila me tendría en la mira, yo acepté los riesgos acaricia mi rostro—. Nada hará que me vaya, porque te amo, mi amor sella nuestros labios en una promesa.

***

Me despierto sobresaltado; se había sentido muy vívido ese sueño.

Recorro la habitación con la mirada y me congelo al ver una sombra en el medio de ella.

Laila.

Me levanto y sonríe con coquetería.

—Hola, amorcito —dice, me recorre con la mirada y sus ojos brillan con deseo —. Veo que el tiempo te sigue poniendo más divino.

—¿Qué carajos haces aquí?

—Quería saber como se encontraba, me preocupé cuando supe que estaba aquí —iba a matarla, lo sabía.

—Se que fuiste tu Laila, así que dime que mierda le diste y tal vez tenga piedad al matarte.

—Ay, no seas así, le quitas lo divertido a esto. Te haces el duro, pero sé que me amas —sonríe de oreja a oreja, era una maldita sociópata.

—Entiende de una puta vez que no me interesa estar con una loca como tú, nunca voy a estar contigo así que acéptalo —no haría nada contra mí, así que no me muerdo la lengua al decirle sus verdades.

—Ella no te merece, yo te conocí primero, yo te di todo, no es justo que seas así conmigo y se lo des todo a ella —dice, tenía los ojos brillosos por las lágrimas.

—Yo puedo estar con quien quiera, Luisa es una de las mejores personas del mundo, es hermosa, inteligente, graciosa y lo más importante no está desquiciada como tú. La amo mas que nada, me casare con ella, tendré hijos con ella, lo haré todo con ella mientras tu te pudres en una tumba. No dejaré que le vuelvas hacer daño, nadie jode lo que es mío —digo y dirijo la mano a mi espalda.

En cuanto supe que Laila había regresado busqué mi arma, antes no la cargaba encima porque siempre llevaba protección. No iba a matarla ahora mismo, antes necesitaba que despertara a Luisa.

La saco y le apunto sin titubear.

—Si te metes con Luisa, te metes conmigo. Nadie toca lo que es mío —saco mi teléfono sin dejar de apuntarle.

Llevaba mucho tiempo queriendo acabar con ella.

—Hasta aquí llego tu puto juego, Laila Reyes. 


Un amor fuera de los libros © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora