❝ 𝐃éjate seducir por este hechizo de invierno que cautiva hasta el más ardiente de los corazones ❠
❨寒い❩ ⸻ 𝐂𝐎𝐋𝐄𝐂𝐂𝐈𝐎́𝐍 de pequeñas historias y escenarios dedicados a aquellos guerreros que tienen control sobre el frío.
🌨️ :: cold users x (s...
TAGS 𖥻 ✦ ࣪ ˖ isaac x saint!reader / un poco fluff - soft / lugar: siberia, campo de entrenamiento / presencia de idioma finés / personajes que aparecen y sus edades: isaac, 16; hyoga, 16; reader, 18; camus, 30.
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Las farolas de la calle emiten una tenue luz siendo opacada por la intensa nevada que envuelve el pueblo y se engulle toda la región. Los inviernos en el valle solían ser prolongados, los días muy cortos y las temperaturas oscilaban entre los -50 y -30 grados centígrados. Para muchos resultaba ser un infierno, pero tú no podías evitar encontrar cierta belleza en todo lo que te rodeaba.
Estiras tus dedos para quitar un poco el entumecimiento cuando habías terminado de arrastrar aquella carretilla por las calles de Oymyakon hasta el mercader más cercano. Allí, el dueño del local te esperaba, y va hacia ti mientras aferra lo más que pueda la capucha a su cabeza para que las fuertes ráfagas no la quiten de su lugar.
—¡Eso es todo! —te gritó, intentando oírse entre el silbido del viento. Te dió las gracias y como pago por tu ayuda te entregó una caja con algunos víveres para ti y tus compañeros, gesto que no pudiste rechazar.
Por un momento te arrepentiste de no llevar máscara, aunque ya te habías deshecho de ella hacía tiempo, y tu maestro y compañeros no presentaron queja en aquella decisión. Pero no vendría mal usarla para resguardar la vista de aquellas nevadas que te obligaban a mantener los ojos entrecerrados.
El pueblo se las había arreglado para salir adelante a pesar de aquellas condiciones tan extremas. Oymyakon era la urbanización más cercana a tu lugar de entrenamiento, uno de los puntos más fríos de toda Siberia. Tenías entendido que existió una vez en la que el pueblo llegó a conocer la calamidad de unos -70°C, algo demasiado duro para las personas que allí habitaban. Para ti y tus compañeros, aprendices adiestrados a soportar fríos intensos, esas temperaturas no significaban peligro para vuestro desempeño; pero no podías negar que, desde que tú arribaste a esas tierras, a tus oídos llegaron casos de aprendices que fallecieron a causa de no poder tolerar ese frío abrazador, y te faltaban dedos de las manos para contarlos.
A lo lejos divisaste la silueta de tu maestro que aguardaba por ustedes sobre la terraza de un edificio. Allí te reuniste con tus otros dos compañeros: Hyoga, quien te saludó con un asentimiento, e Isaac, al cual no le faltó una sonrisa hacia ti.
—Buen trabajo —se limitó a decir Camus, tan frío y estoico como siempre.
De camino al lugar de entrenamiento en el cual ustedes cuatro residían, tus dos compañeros no dejaban de presumir la cantidad de coches que empujaron o las personas que ayudaron a volver a sus casas. El pueblo no tenía ninguna relación con el Santuario, pero al estar tan cerca del campamento, ustedes solían ofrecer ayuda a los pueblerinos cuando el invierno llegaba. Como forma de pago solían darle abrigos, mantas, leña y, como era tu caso, comida.
