Prólogo

34 7 2
                                    

La niebla nocturna los rodeaba, como si el mismo bosque quisiera guardar su secreto. Aquella sería su última noche juntos, y era increíble que nadie se hubiese percatado de sus acciones en tantos meses de salidas a escondidas. Noches casi enteras en las que ella se escabullía de su dama y en las que él abandonaba sus aposentos, ignorando la prudencia de su educación, reaccionando al llamado de su pasión.

En aquella cabaña, casi intencionalmente escondida del palacio, en lo profundo del bosque, él aguardaba la llegada de su amada. Aquella criatura tan llena de encanto y jovialidad que le había robado la atención casi al instante de haberla conocido. Con sus ojos tan azules, que parecían descubrir tus secretos una vez ya posados en ti, lo habían cautivado.

El frío de la noche lo abrazaba, y su adorable hada, como él la llamaba, estaba tardando en aparecer. Se preguntaba si el miedo se había apoderado de ella o si en esta ultima noche, la hubiesen descubierto. Esa posibilidad no era remota, pues ambos se habían expuesto demasiado las ultimas semanas.

El humo de su pipa se mezclaba con la niebla del lugar, impidiéndole ver mas allá de unos centímetros de distancia. La paciencia nunca había sido su fuerte, y a esta altura de la noche, luego de haber esperado más de una hora, la estaba perdiendo. Pero, por ella se hubiese plantado a sí mismo a la tierra que lo sostenía con tal de verla una vez más.

—Espero que mi pequeña hada no se haya arrepentido.— expresó en voz alta, para sí mismo. Un búho posado en la rama de un árbol cercano ululó en respuesta, dirigiendo sus ojos burlones hacia él.— ¿Tu que sabes? Solo eres un animal.

Mientras paseaba de un lado a otro para mantener el calor de su cuerpo, de reojo una pequeña figura capto su atención. Su amada se encontraba a unos pasos de distancia, como una presencia fantasmal envuelta en una capa para protegerse del frío.

Sus corazones se aceleraban al mismo tiempo que la distancia se acortaba, recordándoles aquella vez que él envió la primera nota, acordando un encuentro. El misterioso caballero no soportó no tenerla en sus brazos, e ignorando todo tipo de protocolo corrió a su encuentro. Ella lo recibió, desesperada y feliz, olvidando cualquier tipo de educación recibida a lo largo de los años.

—¿Como podré sobrevivir sin tenerte cerca, mi hada?— preguntó el caballero, al tiempo que sujetaba un mechon de cabello rubio detrás de la oreja de su amada, deteniéndose unos segundos en sus rosadas mejillas, apreciando el dulce tacto de su suave piel.

—Quisiera tener la certeza de saber cuando volveré a verte.— expresó ella, tomando su mano para guiarlo hacia la cabaña. El frío había calado hasta sus huesos y no tenían mucho tiempo que perder, puesto que su dama podría percatarse de su ausencia en cualquier momento.

Alli dentro, un agradable fuego proveniente de la chimenea los aguardaba. En un silencio acogedor, se quitaron su calzado para acomodarse en el sillón frente al fuego, como habían hecho cada tercer noche de la semana en el ultimo mes.

Una mano fue besada con delicadeza, mientras una sonrisa era regalada con ternura y timidez; no importaba cuantas veces él hubiese hecho ese gesto, en privado o en publico, incluso delante de sus padres, a ella ese gesto le llegaba a lo mas profundo de su ser. Un gesto tan intimo, tan cargado de emociones ocultas, de sentimientos tan poderosos y completos. Un gesto tan de ellos.

—Disculpe mi atrevimiento, mi princesa— pronunció el caballero, esbozando una media sonrisa pícara, al ver que sus mejillas se teñían de rojo.

—No creo que su arrepentimiento sea sincero, Sylas— a la princesa le divertía aquel juego, tan arriesgado y apasionante— puesto que aun no ha soltado mi mano ni la ha alejado de sus labios.— Prosiguió la princesa, retirando su mano delicadamente.

—Por favor, le suplico— rogó Sylas, arrodillándose ante ella— le ruego no me prive de estos últimos momentos de poder apreciar su bello rostro. De poder guardar en mi memoria aquella expresión suya de sonrojes. Le ruego, me permita permanecer esta noche a su lado.

La princesa estaba un poco confundida y sobre todo temerosa. Cualquier cosa podria suceder y ambos terminarían en el calabozo. Ella por indecorosa y él, por traidor. Sylas aguardaba una respuesta de su hada, sabia que era riesgoso, pero no habían pasado nunca la noche completa y esta era su ultima oportunidad.

—Se lo suplico, mi princesa— rogó, arrodillado como estaba— mi hermosa hada, deme el honor de ver su dulce rostro mientras duerme. Permítame tener el privilegio de poder contemplar el azul de sus ojos en la mañana. Si esta es la última noche en la que podré tenerla a mi lado, por favor, no le niegue a su súbdito este pedido.

Aquellas palabras fueron suficientes para sellar un destino. Aquella noche, la princesa permaneció cerca de su amado, ignorando cualquier tipo de prudencia, cualquier tipo de riesgo, pues aquella noche eso no importaba. Esa noche era suya y de su amado. Su amado Sylas, aquel que la enamoró en cada clase, con cada mirada y con cada sonrisa.

Aquella noche, la princesa se dejó llevar por sus emociones. Por primera vez dejó de ser un miembro de la realeza y solo era una chica enamorada en brazos de su amado.

Pero, qué cruel puede ser el destino a veces.

Nota de autora:

Hola! Esta vez les traigo una historia de príncipes y princesas que espero sea de su agrado 💫

No se olviden comentar y votar 💞

Reinos de Luz: La Alianza PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora