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Despierto en una habitación desconocida.
Me bajo de la cama con cuidado, envuelta en la sábana blanca que me cubría del frío al despertar.
Donde demonios estoy?.
La puerta está abierta y aprovechó para escabullirme a través del pasillo. Bajo los escalones muy despacio, intentando no hacer ruido.
Desde algún lugar de esta casa el delicioso aroma a desayuno recién preparado invade mis sentidos. Mi estómago ruge de hambre, pero no tengo tiempo que perder. La salida está justo frente a mis ojos.
Sujeto el pomo plateado y lo hago girar suavemente.
-Akane-una voz que suena cansada me detiene. La puerta está abierta y frente a mí un paisaje blanco se extiende magníficamente. Doy la vuelta hacia aquella débil voz masculina. Un anciano de cabello encanecido y ojos azules me sonríe tiernamente.
-Quien es usted?!-grito molesta
El anciano agita con desdén un cucharon de madera y se acerca a mí. Hay algo en su mirada que me resulta familiar. Cierra la puerta y de su bolsillo saca un manojo de llaves. Con una de ellas bloquea la salida.
-Esta haciendo mucho frío hoy. Será mejor desayunar antes de salir, no lo crees Akane.?-Asiento con mi cabeza sin saber por qué y lo sigo hasta la cocina. Intento recordar donde estoy o quien es este anciano. Quizás se trate de algún familiar.
-Te preparé un omelet-dice y deja sobre el desayunador un plato que luce realmente exquisito.
Estoy tan inquieta y entonces recuerdo que el anciano de azules ojos tristes no me ha dicho su nombre.
- No tengo hambre-Miento-Dime quien eres de una buena vez!
Camina despacio y se sienta a mi lado.
- Akane, hoy no me siento bien- dice él. Su rostro luce pálido y aunque no estoy segura de nada no puedo evitar preocuparme por él.
-Necesita algo, quiere que llame a alguien?
Él me pide sacar de su bolsillo un dispositivo extraño y marca torpemente en la pantalla.
Quiero escapar y las llaves están al alcance de mi mano pero me apena dejarlo en este estado. Su mano fría acaricia mi rostro y no puedo expresar lo que siento ante su contacto.
Asustada tomo las llaves y me dispongo a huir. El hombre se desploma sobre la mesa inconciente.
-Oiga, oiga!-sacudo su cuerpo pero él no parece reaccionar.
Aterrada llego a la puerta y una a una pruebo todas las llaves hasta que logro abrir. El aire frio golpea mi piel descubierta y me abrazo a mi misma obligándome a salir. Una vez fuera la puerta se cierra y yo salgo a la calle sin saber donde estoy, a donde ir o a quien pedir ayuda.
Mi corazón late muy fuerte y sin saber por qué mis ojos se llenan de llanto. Un auto rojo se detiene a unos metros de mí.
-Donde está papá?-Un apuesto hombre de ojos café me toma de los hombros-mamá, por favor, donde está papá?
No sé quien es él. No sé por qué me llama mamá o quien se supone que es su padre. Aún así levanto mi mano derecha en dirección a la casa.
-Necesita ayuda-le digo y entonces noto la piel arrugada de mis manos y el tono tembloroso de mi voz. El hombre me toma de la mano y me lleva de regreso a la casa. Pronto una ambulancia se estaciona enfrente y el anciano es llevado a esta en una camilla naranja.
Después de unos días en el hogar del apuesto hombre que me recogió de casa del anciano me he esforzado por recordar. Cada pensamiento lo anotó en el cuaderno que Amy, la linda hija de mi noble anfitrión, me ha cedido.
Ranma.
Sus ojos azules mirándome con desconcierto cuando en el Festival de las luces le dije "Te amo".
Ranma.
Sus tontas bromas que no deja de hacerme ni siquiera el día de nuestra boda. "Subiste de peso, Akane"?
Ranma.
Sus besos dulces. Sus manos fuertes. Sus tontos celos, incluso de la atención que le doy al cachorrito que él mismo me ha regalado. "No tenías que llamarlo pechan, Akane".
Ranma.
Sus deliciosos omeletes que tuvo que aprender a preparar porque mi habilidad en la cocina no mejoró con los años.
-Ranma!-Mi cuerpo envejecido se levanta con la energía de una adolescente.
-Necesitas algo mamá?-el hombre, mi hijo, esta sentado junto a su esposa en la sala mientras ven la televisión.-Lo siento, necesitas algo, Akane?-se corrige de inmediato.
-Donde está tu padre?-pregunto con la voz quebrada.