las perlas

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Abajo, muy abajo, en el fondo del mar, dónde solo los buzos pueden estar, Juan, el buzo, buscaba ostras, el quería sacar las perlas de su interior para venderlas y obtener dinero, su sueño era terminar su casa, la cuál estaba a mitad de la construcción, no había podido terminarla pues su abuela falleció y tuvo que pagar una bonita lapida y un hermoso ataúd con sus ahorros.
Ya había explorado ese montículo de coral varias veces, no encontraba ostras por ningún lado, decidió salir a la superficie, poco a poco se alejaba del fondo marino y se acercaba a la orilla de la playa, estaba decidido, iba a ir a explorar el lado prohibido de la playa, recordó en ese momento lo que su abuela relataba cada vez que le pedía ir al otro lado de ese montículo de rocas -no vayas a ese lugar, es inexplorado, nadie sabe que hay exactamente, si no te arriesgas, no corres peligro- al recordar estas palabras, Juan dió un paso atrás, pero retomó su camino al recordar que necesitaba encontrar esas ostras, caminó por la orilla de la playa hasta que llegó al gran montículo de rocas, había un camino de rocas peligrosas y picudas que le permitirían pasar al otro lado, con cuidado, comenzó a avanzar lentamente y con cuidado, sosteniéndose de los bordes que sobresalían del  montículo, poco a poco iba observando el otro lado de la playa, era más pequeño pero mucho más hermoso, ya casi llegaba pero una de las rocas que sostenía se desprendió, se tropezó con las rocas filosas, rompiendo su traje de bucear, cayó en un agujero, iba bajando poco a poco, su traje era pesado, todavía veía las rocas enfrente de el pero no veía la arena debajo de sus pies, tampoco la tocaba, pasaron veinte minutos y el seguía cayendo, se daba cuenta por qué las rocas cambiaban, gracias a la lámpara especial que traía en la pequeña bolsa para recolectar ostras, lograba verlas, de pronto, sintió como sus pies chocaban con algo, miro hacia abajo y se dió cuenta que por fin había llegado a la arena, era hora de buscar ostras, había pequeños peces que brillaban en la oscuridad, algunas medusas se veían cerca, no eran peligrosas, los corales eran hermosos, más adelante, en una gran roca cubierta de anémonas marinas y corales, encontró muchas ostras, tomo una, estaba realmente pegada, la jaló con fuerza y la desprendió, al abrirla, encontró una hermosa perla color rojo como si de un rubí se tratase, guardó la perla dentro de un frasco atado a su bolso y con emoción, siguió quitando y abriendo ostras, las perlas variaban en colores, algunas, verdes, otras azules, moradas, amarillas y naranjas, decidió que era suficiente cuando el frasco estaba lleno de perlas, se dió la vuelta para subir por el mismo lugar por el que había bajado pero se dió cuenta de que era observado, puso su espalda contra las rocas y comenzó a buscar con la mirada cualquier indicio de vida, los peces ya no estaban, se habían marchado, las medusas también, la tensión podía cortarse con unas tijeras, el buzo se dió la vuelta creyendo que solo eran alucinaciones suyas, comenzó a subir por las rocas, poco a poco se iba viendo la luz, al llegar a la superficie, se dió cuenta de que no había pasado tanto tiempo como el creía, el sol estaba a punto de bajar pero aún así, no era tan tarde, nado hasta la orilla de la playa, se quitó el pesado traje de buceo, lo guardó y se fue a su casa con el frasco lleno de perlas, al llegar, encendió la luz, le dió un beso al retrato de su abuela y encendió una veladora que habia puesto a su lado, entro a su cuarto, dejo el frasco dentro de un baúl y entro a la ducha, mientras el agua dulce lo relajaba, una duda comenzó a dar vueltas en su cabeza "¿Que era esa cosa?" Se preguntaba, recordando que algo había estado observándolo, decidió dejar el tema de lado pues nunca volvería a bajar a ese lugar, ya tenía las perlas suficientes para obtener el dinero que necesitaba para  terminar de construir su casa y era probable que le sobrara algo para reparar su traje de buceo, preparo un sándwich de queso y tomate para cenar, se tomó un vaso de leche tibia y se acostó a dormir.
Un nuevo día comenzaba para Juan, desayuno unos huevos revueltos y salió a vender las hermosas perlas que había encontrado, su mejor amigo, Andrés, era joyero y le pagaba los precios más justos que había en el mercado de las perlas, al salir de la joyería, con el dinero bien guardado para evitar robos, fue al despacho del arquitecto que tenía los planos de su casa, pagó el dinero justo para mandar a terminar su casa y para comprar otro traje, al llegar a su casa lo guardo y se dispuso a cenar tranquilamente pero la duda volvió a el "¿Que era esa cosa?" Volvió a preguntarse "debió ser algún pez o una tortuga tal vez", pensó tratando de calmarse, esa noche no pudo dormir.

Al día siguiente, por la mañana, ni siquiera desayunó, se despertó decidido a bajar de nuevo a ese lugar, llegó a la playa, se puso el nuevo traje de buceo y emprendió su camino, justo en el lugar en el que había resbalado, ahí se arrojó al mar,  se impulsaba con fuerza hacia abajo y en menos de lo que esperaba, llegó a la arena, vio la piedra de dónde había tomado las ostras, se acercó a ella, se dió la vuelta y esperó, pasaron diez minutos, tal vez quince pero nada pasaba, decidió que era hora de regresar, pero al dar el primer paso, la arena se sacudió, sacó rápidamente su linterna y apunto a esa cosa que lo estaba vigilando todo ese tiempo, un pez enorme, de escamas tan brillantes como si fueran joyas emergió de la arena y lo miro directamente a los ojos, de repente lo supo, ese pez era el dueño de esas perlas, había robado sus perlas y el pez no estaba molesto, el buzo intentó tocarlo, el pez retrocedió un poco, se dió la vuelta y, viendo fijamente a la arena, sopló, sopló muy fuerte, la arena se levantó, no se veía nada, cuando el pez dejó de soplar, la arena comenzó a disiparse, un cofre, pegado a las rocas se asomó, Juan se acercó una vez que el pez se alejó un poco, abrió el cofre, dentro habían muchas botellas, en su interior había cartas con el nombre de su abuela, tomo el cofre, se dió la vuelta para agradecer al pez pero ya no estaba, se había ido, entonces, sin detenerse, comenzó a nadar hacia arriba, cargando el cofre, ya casi llegaba a la superficie, la duda se había disipado, era libre y tenía las cartas de su abuela, llegó a su casa, dejo el cofre, se quitó el traje y comenzó a leer las cartas, todas estaban llenas de amor, desde ese momento, su corazón roto sanó y siguió con su trabajo, recordando a su abuela, siendo felíz.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2021 ⏰

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