[Dɪsᴛɪᴍɪᴀ]

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—No tenías que ofrecerte. Puedo volver a casa solo—. Murmuró con molestia, apoyado contra el interior de la puerta del auto.

—Lo sé, lo sé, pero no es muy varonil de mi parte dejarte volver solo después de haberte invitado—. Sonreía Kirishima, animado por el reciente éxtasis de la fiesta.

—¿Y fue "varonil" dejar al Pikachu solo?

Ante el comentario sardónico de su amigo, Kirishima frunce el entrecejo-. No digas eso Bakugo. Él estará bien.

—Hay una piscina en el patio....

—Voy a llamarlo....

Normalmente se quejaría, pero había un tráfico horrible, y eso que pasaban de las dos de la mañana; así que, no había problema si su amigo se tomaba uno o dos minutos al teléfono, quizá cinco por tratarse de Denki.

—¡Listo! Mina lo tendrá vigilado— exclamó, volviendo al volante, y a su característico buen humor.

—Hmm—, Respondió el rubio, sin mucho interés.

—Escuché que regresas al trabajo en dos semanas—. Comenta, buscando algo de conversación ante el ambiente tan engorroso que el atascamiento generaba.

—Sí. No veo la hora de volver a patear los traseros de esos bastardos—. Por primera vez en toda la noche, veía algo de vida en ese par de ojos escarlata. Aunque, la noticia no le terminaba de agradar.

—¿Y está bien?

—¿Qué cosa?

—Que vuelvas tan pronto. Deberías...

—Ni siquiera lo menciones, pelos de mierda-. Amenaza, con una mirada molesta—. ¿Qué voy a hacer sino? Estar metido en casa con él es un infierno. Es más molesto que un dolor en el culo. ¿Sabes lo que es eso? No. No lo sabes, así que no digas nada—. Con su malhumor desatado, y sin ganas de seguir escuchando más, prefirió ignorar de lleno a su amigo, y centrase en la ventanilla sin otro panorama más que los carros del carril contrario.

Kirishima se movió incómodo en el asiento. Apretando la cobertura del volante, y mirando con insistencia la fila de autos, que para su buena suerte por fin comenzaba a moverse.

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—¡Que descanses...!

—Sí, sí. Igual—. Respondió sin mucho apego, cerrándole la puerta en cara. Estaba cansado y nada de ganas tenía de seguir escuchando toda esa mierda que para nada necesitaba.

El pelirrojo no se ofendió, al contrario, se marchó con una sonrisa en la cara. Sacar a su ermitaño amigo un sábado por la noche le había costado un ojo de la cara, y no en el sentido monetario, literalmente comenzó a golpearlo cuándo se le acercó para sacarlo de la cama. ¡Pero había valido la pena! O eso quería creer.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta:

Bakugo observaba con dejadez la oscuridad que se extendía por la sala de estar y el resto de habitaciones. Sus pulmones se sintieron de plomo, y sus pies como grilletes.
Frunció el entrecejo, y sacudió la cabeza con brusquedad. Negándose a la asfixiante sensación que el silencio le producía. Silencio que no duró mucho.

—Llegas tarde.

Ahí estaba. Ahí estaba esa molesta voz de todos los días.

Encendió la luz de la sala. Se deshizo del calzado antes de entrar por completo.

Dɪsᴛɪᴍɪᴀ [Kᴀᴛsᴜᴅᴇᴋᴜ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora