C03 || EL CHICO DEL PARAGUAS

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Se vuelve costumbre el caminar bajo la lluvia en la ciudad gris. Tenía un plan en mente: ser la primera estudiante en llegar al instituto y pasar desapercibida ante ciertos ojos verdes. Obstáculos hubieron millones, mi madre se levantó más tarde lo usual, su auto no tenía suficiente gasolina, el tráfico es una mierda y para el caso diez calles han sido mi única compañía bajo el diluvio en el cual camino.

Suspiro exasperada enfrentándome al estacionamiento abarrotado de autos y la edificación blanquecina. Comienzo a maldecir interiormente hasta al chico que se detiene frente a mí cortándome la visión periférica. Oh, un chico rubio que conozco básicamente de nada está frente a mí sonriéndome.

—Me han dado esto para ti. —Agarro el trozo de papel, trastocada.

Lo observo con las comisuras de mis labios apuntando hacia abajo en una mueca muy confundida.

—¿Seguro?

—Tienes el pelo rojo sangre, los ojos verdes opacos y te llamas Dessen. —Bueno sí, esa soy yo.

—¿Quién...?

—Oye no soy profesor para resolver tus dudas, ya hice mi trabajo. —Como vino, se fue.

Giro el cuadrado de papel perfectamente doblado y suspiro. Llegar a la nota es un trabajo que no me esperaba puesto que está doblado en más partes de las que creí "Encuéntrame en el vestuario de los chicos. R.W o el chico del paraguas." Me río audiblemente avanzando hacia donde me dice.

No puedo creer que luego de haber descansado prácticamente nada dándole vueltas a toda la mierda ahora mismo me encuentre dispuesta a ir en su dirección.

Me detengo a mitad de pasillo, justo frente a la puerta del vestuario. Debería devolverme.

Mamá esta mañana beso mi frente y dijo esas cinco palabras que me hicieron replantearme si mi madre merecía una hija como yo, si era justo que reprochara a mi madre por mantenerme bajo su dictadura sin percatarme del mundo más allá de mis narices.

A la mierda. El imán me atrae, la hierba que cosquillea bajo mis pies necesita más de mí, yo necesito más de ella.

Las puertas del vestuario se abren mostrando a una única persona apoyando su espalda en los casilleros. Su mirada se dirige a mí, escrutadora e inquisitiva. Me estoy mareando.

—¿Cuál es tu excusa de hoy? —«Encontrarte» lo pienso, pero no lo digo. El tono burlón no me pasa desapercibido.

Abandono mi atención en su ser encontrando una sonrisa de un solo lado en su rostro, es muy provocadora. Muerdo mi labio reprimiendo las ganas palpitante de hacer algo. No sé el que, pero es algo con él cerca, demasiado cerca como ayer.

Sus pasos medidos y silenciosos ponen alerta mis sentidos, el lobo acecha a la Caperucita. Extiende en mi dirección una toalla estándar blanca, no la había notado hasta ahora.

—Salí de casa apresurada. —Seco mi cabello con la toalla que no me permito rechazar. La verdad es que tengo bastante frío y una pregunta en la cabeza así que distraigo mi cerebro—. ¿Qué haces afuera? Eres de los que se salta las clases por mero gusto.

—Soy de los que va por lo que le interesa para que nadie se le adelante —responde, tranquilo.

Me encojo de hombros.

—Eso es una buena cualidad.

Asiente tomando su móvil cuando notifica, no está cerca y lo único que puedo leer cuando la pantalla se ilumina es el nombre de una chica. «No sabía que estaba tomado» Pienso sintiendo como si me hubiesen dado un fuerte golpe en el estómago.

OQUEDAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora