C04 || LA CAPERUCITA Y EL LOBO

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Ryker.

Querer es poder.

Leo esa frase descriptiva que en letra cursiva se extiende en mi diario. Yo quiero y yo puedo, si quiero lo tomo y si no puedo también.

«El mundo es tuyo, conquístalo» Me dijo mi padre el día de mi octavo cumpleaños y me lo creí. Desde ese día seguí normas, un puñado de estúpidas normas que la verdad no se interponían en mis objetivos.

Absoluto y total control.

Que te miren, pero no te vean.

En lo más alto sin que nadie llegue a ti.

Tú importas, el resto solo está ahí para complacerte.

No te acerques demasiado para que no sepan de ti.

Finge, miente e inclínalos.

Hasta un día.

Me río observando la tinta oscura con la que acabo de plasmar lo que siento sobre unas hojas, terapia le dicen. Las palabras "perenne", "infinito", "sempiterno" tienen un único objetivo en esta vida, demostrar que son falsas. Por más que prolongues un estado o situación llega un instante en que se rompe, se termina.

Observo el boceto de un rostro dibujado sobre la hoja. Los dedos se tensan sobre el agarre que impongo en el bolígrafo cuando un pensamiento irrumpe en mi cabeza y golpeo la mesa entendiendo la veracidad de esas palabras.

No hubo control en mí cuando los trazos me llevaron hasta cierto rostro de nariz respingona y labios gruesos, todo sin exagerar, a la medida justa. Comienzo a pensar que al crearla utilizaron un medidor porque no hay manera en que sea la jodida perfección, otra palabra que creía había sido una invención para resaltar la falsedad de esta mundo de mierda, pero luego llega ella y me trae de vuelta a la realidad.

Guardo cuidadosamente mi diario, organizo el escritorio de madera clara a un lado de mi habitación. La maldita lluvia cae escasa, pero arrolladora arremolinando recuerdo en mi mente que me hacen querer destrozar la habitación.

¿Qué es lo que tienes, rojita?

Necesito ir, arrancar su capucha roja y destapar todos sus secretos, los más oscuros, los más temidos. El lobo no se quiere comer a la presa, no está vez. La quiero desnuda y no solo en mi cama. Buscar y encontrar una maldita imperfección que rompa el hechizo.

No dejo de recuperar las secuencias vividas, sus caderas sencillas tambaleándose con su andar, la perfecta simetría de su cuerpo, los ojos verdes sin vida que ruegan les dé de mí luz para vivir, pero se equivocaron de candidato porque voy a romper cada pedazo y recomponerlo a mi manera.

Ella dice que la ví, pero no, pequeña rojita, fuiste tú quien se atravesó en mi camino.

Saboreo el momento exacto en que la ví, una fuerza mayor me impulsó a darle vía libre hacia mí y aunque respondía mis preguntas se notaba cohibida. Entonces, noté su pelo rojo buscando una distracción de los labios que camuflaban una sonrisa. Yo era el culpable y me gustó la sensación que dejó.

Cuando dibujo es el momento en que me dejo ir, me libero del control y atraigo las sensaciones detonantes de un placer intenso, sin embargo, estar cerca de sus labios, tan proximo a su cuerpo ganó la batalla ante cualquier otra cosa que haya experimentado antes.

Queriendo más de eso la busco cada que se me presenta una oportunidad, la provoco, pero es escurridiza y cuando creo que avanzo vuelvo a estar en el punto de partida.

La busco y la veo cuando nadie más.

Querer es poder y no está entre sus opciones resistirse. No soy persistente, soy obsesivo y ella está destinada a darme de esa mierda que no encuentro en otro lado.

OQUEDAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora