C11 || EL MONSTRUO VERDE

971 138 416
                                    

—Iremos a la fiesta de mañana. —Su voz viril se cuela en mis oídos. No dejo de sonreír.

Vamos caminando despacio hacia el instituto. Nos encontramos unas más calles arriba y cubrió mi cuerpo con su paraguas hermoso.

No he podido parar de pensar en él desde que lo vi por última vez ayer en mi casa. El cosquilleo de mi cuerpo antes su cercanía, la cercanía de sus labios y el casi beso que compartimos no me dio tregua en las horas pasadas. Sentí una profunda decepción al volver a mi habitación y ver que había huido.

—Oh, sí, por supuesto. Gracias por invitarme, acepto —ironizo entonando los ojos—. No se te va a caer porque me preguntes.

—¿Por qué has hecho referencia a mi pene? —sonríe, pícaro—. ¿Te familiarizas con él?

El calor que brota por mi piel y se aloja en mi rostro, cuello y orejas.

—Mi madre jamás me dejará salir de casa a esas horas. No tengo una justificacióm coherente —explico, dinamicamente obvia—. Además, no soy tu dama de compañía, aterriza.

Detiene su andar.

—Supongo que tiene todo de malo el que quiera pasar tiempo contigo.

—No, tiene todo de malo el que nos acostumbremos a ello —refuto incomoda. Su mirada inquisitiva no se hace rogar y finjo no darme cuenta—. Déjalo así, sé porque lo digo.

—Mal plan porque esto no se trata de ti, es sobre ambos. Y deja de huir, me estás hartando.

Me rebasa molesto alejando su calor y paraguas de mí. Tomo su brazo sin sopesar consecuencias deteniéndolo.

—Si tu pene es del tamaño de tu paciencia, cariño, estamos en crisis —digo antes de poder arrepentirme. Las palabras me saben a licencia y no las detengo consiguiendo esa chispa juguetona en sus ojos—. Y sí, me estoy familiarizando con él.

Paso por su lado abandonándolo en el medio del camino mientras me dirigijo a la entrada del instituto. Mi respiración se torna errática mientras lucho contra la avalancha de sensaciones. Joder, eso se sintió delicioso.

—¿Reventaron un tomate en tu cara? —Arrastro mi vista hasta el lugar de donde proviene la voz.

Es James. Está arrellanado sobre su moto y me envia tantas vibraciones del chico malo y misterioso de los libros que casi lo secuestro para tener el mío propio. Como se pueden dar cuenta leo de todo.

—Hola, James. —Le sonrío—. ¿Todo lindo?

Se rasca la parte trasera de la cabeza.

—Lindo es verte —dice logrando que me remueva incómoda en el sitio—. Quería decirte...

Una presencia superior se cierne tras de mí, no necesito girarme, ya era raro que no hubiese aparecido. Pasa su mano por mi hombro.

—James, querido James. —Saborea el nombre jocoso mientras al chico frente a mí se le ponen los vellos de punta—. Tu suspensión ha terminado.

No sonrie, pero sus ojos chispean viendo en mi dirección. ¡Qué lindo, mi chiquito!

—G-Gracias —tartamudea cambiando el peso de un pie a otro—. No sé que decir. ¡Gracias!

Se me escapa una risa pequeña llamando la atención de ambos.

—No debes decir nada, James.

—Solo establecer prioridades. —La lengua viperina de Ryker no se podía quedar quieta—. Ya sabes, el fútbol, las fiestas, las chicas, la mía en especial.

¿Alguien me presta una toalla? Creo que me han meado encima. Finjo una sonrisa y despido a James. Cuando está lo suficientemente lejos me deshago del agarre de Ryker poniendo distancia.

OQUEDAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora