Adonis de una noche

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-¿Quieres bailar? -preguntó ese dios griego rubio, cuando llegó junto a ella.

Tenía un tono de voz petulante y divertido, como si hubiera notado el nerviosismo de Vicca y se estuviera riendo de ella para sus adentros. 

-¿Por qué bailaría con un desconocido? -contestó ella. Él bajó la mirada hacia el cuerpo de Vicca y ella se bajó un poco la falda, para mostrarle que no quería ni que le viera las largas y seductoras piernas. 

-¿Quizá porque esto es una discoteca? -dijo él, y enarcó las cejas de una manera endemoniadamente seductora, una manera que Vicca odió al instante porque sabía que no se podría resistir. 

-Qué ingenioso -fue la seca respuesta que salió de la garganta de Vicca. 

Pero a quién engañaba, ella sí quería bailar con ese dios griego, por Dios, ¿qué mujer no querría? 

Pero no se lo pondría tan fácil. Primero él tendría que ganarse el derecho a bailar con ella. Por fin pensó en algo: 

-Podría bailar, sólo que...-hizo un gesto de desconsuelo, llevándose teatralmente una mano hacia la garganta, echando la cabeza hacia atrás, dejando que aquel hombre contemplara largo tiempo la piel, y los senos que asomaban por encima del escote-. Tengo demasiada sed ahora como para hacerlo. 

El tipo dio media vuelta, y sin decir una sola palabra, simplemente con un gesto de la mano, como si fuera el dueño del lugar, llamó al bar tender. 

-Sírvenos dos Martinis, bien fríos -pidió este. Pero lo dijo en un tono que era más bien una exigencia, el tono de quien no está acostumbrado a recibir un No por respuesta. 

El cantinero asintió, y mansamente comenzó a prepararles las bebidas. La sumisión de este hombre ante este adonis rubio, excitó en demasía a Vicca, a quien le encantaban los hombres que se desenvolvían con poder y autoridad. 

Las bebidas llegaron, Vicca le permitió charlar con ella, pero aún no iba a bailar con él, no hasta que este hubiera saciado por completo su sed. Quería un hombre que además de apuesto y caballeresco, tuviera también la solvencia económica suficiente como para cumplir todos los caprichos de Vicca, los cuales en esos momentos eran tomar alcohol como si no hubiera un mañana. 

El alcohol corrió durante casi una hora, pronto se encontraban charlando de lo más animado, mientras que el bar tender, era su sirviente personal, el encargado de que sus copas jamás estuvieran vacías. 

Entonces comenzó a sonar a todo volúmen la canción favorita de reggaeton de Vicca. No podía ignorarla y la vio como una señal. 

-¡Bailemos! -gritó ella, dejando su vaso de bebida cara a medio tomar en la barra, tomando de la mano a ese asombroso ejemplar de hombre y se lanzaron directo a la pista de baile. 

¡Hazme Tuya!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora