Capítulo 2

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Lina inició la operación " Pasado de Gourry " esa misma mañana. Después de desayunar, el grupo se dividió en dos: Amelia y Zel se quedaron a "leer" en el hostal y Lina y Gourry decidieron bajar al mercado a por provisiones. Ahí la hechicera vio su oportunidad. El mercenario solía bajar la guardia cuando estaba rodeado de comida. Era como si sus pocas neuronas se cortocircuitaran delante de un buen chuletón, de una jugosa mandarina. Así, de forma casual, lanzó un par de tanteos. Empezó con algo sutil e inocente mientras compraban manzanas:

—Oye Gourry... —empezó— ¿Recuerdas ese día que nos conocimos? ¿A dónde ibas?"

El mercenario se limitó a encogerse de hombros.

—No sé —dijo con la más imbécil de las sonrisas— Por ahí.

Por supuesto, la gran Lina Inverse no iba a darse por contenta con eso. Tenía más ases en la manga. Más preguntas. Ahora, junto a las olivas y encurtidos, siguió su casual interrogatorio:

—Bueno y ahora que estamos comprando picoteo: ¿Hay algo que eches de menos? ¿Algún plato de tu tierra natal? Veeenga, dime, ¿hay algo que te gustaría comer?

Gourry respondió como todas las madres cuando les preguntas qué hay hoy para comer. Dijo simplemente "comida".

—Mierda. —murmuró ella, bajito.— Debía de haber adivinado que las sutilezas no iban a funcionar con este hombre.

Lina se había topado con una barrera: la increíble estupidez de Gourry. Su cerebro de medusa. Tachadas las sutilezas, Lina probó otra táctica. La llamó " acoso y derribo ".

Empezó su segundo ataque cerca del puesto de los embutidos. Ahí le preguntó por sus juegos favoritos cuando era un enano; por el nombre de su pueblo; por la primera vez que probó el alcohol. A todo respondió con su carta trampa, con su flagrante: No lo se.

Lina empezaba a calentarse. Poco a poco, abandonó toda cautela.

—Oye, Gourry, ¿Tienes deudas? —preguntó cerca de las verduras.

—¿Yo? No.

Ahí la chica respiró un poco más tranquila. Sin embargo, el mercado se iba acabando y ella seguía sin saber una maldita cosa de su compañero. Quedaban sólo un puesto de chucherías y ella se debatía entre un sin fin de preguntas importantes: quería preguntarle si tenía hermanos; si se llevaba bien con sus padres; si tenía sueños de futuro; si planeaba viajar con ella toda la vida; si...

Se giró un segundo y ¡mierda! Ya habían pasado el puesto de dulces. ¿Aún estaba a tiempo? Lina se detuvo mientras ordenaba sus pensamientos y tiró con suavidad del abrigo de Gourry, impidiendo que saliera del mercado.

—Gourry. ¿Tienes....? —paró, se le atragantó la duda.

—¿El qué? —sus ojos oteaban el mercado mientras ella luchaba con su pregunta.

—¿Tienes a alguien esperando por...?

El grito del mercenario la interrumpió antes de que pudiera acabar. Gourry señalaba excitado el puesto de golosinas y sonreía de oreja a oreja.

—¡Lina! ¡Mira, mira!

—¿Qué?

—Tienen... Oh, no. Espera aquí —contestó con una cálida sonrisa— .Ya verás.

—Empiezo a pensar que este imbecil lo está haciendo aposta —gruñó ella.

Gourry corrió hasta el puesto e intercambió unas palabras con el enorme tendero. Señaló un par de veces a Lina. El hombretón alzó una ceja y Gourry volvió a asentir entre sonrisas. En este punto Lina ya estaba intrigada. Hubo un par de intercambios más: unas monedas pasaron de mano a mano y el tendero selló el trato con un enorme cono envuelto en papel blanco. Era del tamaño de un cervatillo y olía dulce, delicioso. Antes de soltar el paquete, el vendedor espolvoreó por encima azúcar y finalizó su obra gominolas. Parecía bastante orgulloso del resultado.

Secretos y churrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora