Todo empezó un sábado por la noche, cielo despejado e ilimunado por una preciosa luna menguante que cada vez que la veía me hacía pensar en la sonrisa del gato Cheshire, el de "Alicia en el país de las maravillas". Acababa de salir del trabajo y estaba realmente cansado, tan solo podía pensar en encenderme un cigarro camino a la parada de bus y disfrutar de la tranquilidad que aquellas horas me ofrecían, pues casi parecía que la cabeza me iba a estallar después de tantos gritos de borrachos en el bar. Pero como la frase bien dice: "Si algo puede salir mal, sladrá mal". No me quedaba ni un solo cigarrillo y no llevaba más cajetillas encima.-Pero vamos a ver, Emmet, ¿por qué siempre tienes tan mala suerte? - Me decía a mi mismo mientras reía tenuemente, burlandome de la suerte que me acompañaba toda mi vida.Decidí caminar hacia la parada de bus y si por el camino encontraba un estanco abierto ya compraría una cajetilla nueva, aun que en el fondo algo me decía que tendría que aguantarme hasta llegar a mi barrio y allí ir al estanco de siempre, el único que se mantenía abierto venticuatro horas. A dos minutos de llegar a la parada de bus vislumbré el letrero de un estanco y lo que era mejor, luces dentro de este, por lo que era obvio que aún estaba abierto. No habían clientes ni fuera ni dentro del local por lo que entré sin necesidad de hacer cola y me dirigí al mostrador.-Hola, ¿alguien atiende? - Pregunté al no ver a nadie.-¡Sí, sí! Enseguida salgo. - Una voz masculina de tono suave pero firme contestó desde el interior del almacén.Sin duda esa voz quedaba con el aspecto del chico, pues parecía alguién joven pero maduro al mismo tiempo, de complexión normal, o al menos eso parecía con su ropa puesta, estatura medía pues no creo que superase el metro setenta. Quizá lo más recalcable en su apariencia eran aquellos ojos verde esmeralda que casi parecían joyas sacadas de algún antiguo tesoro de valor incalculable.-Disculpe... ¿Qué quería? -Aquellas palabras me sacaron de mis pensamientos, de seguro se asustó al ver a alguien mirándole fijamente sin hablar, no era mi intención pero aquellos ojos me hacían viajar a civilizaciones lejanas, a verdes y frondosos arboles y templos llenos de joyas.-Oh, lo lamento, recién salgo del trabajo y estoy algo cansado, me despisto con facilidad. - Una pequeña mentira para salir del paso, pues hubiera sonado algo extraño decirle que me perdí en su mirada, no quería que pareciera que buscaba ligar, ni mucho menos. - Sería un paquete de winston, por favor.Una vez me dio el paquete y me dijo el precio, le dejé un billete.-Quedese el cambio y que tenga buena noche. - Me despedí y sali del establecimiento. Nada más pisar la calle abrí la cajetilla y saqué un cigarro.Dulce sensación en mi pecho y mi mente, quizá el tabaco es cancerígeno, pero esa muerte lenta resultaba demasiado buena. Caminé unos pocos metros más hasta al fin llegar a la parada y justo a tiempo, pues el autobús estaba a punto de partir y por suerte se detuvo para permitirme subir. "Vaya, por una vez tienes suerte, cuidado que el mundo se acaba", pensé una vez sentado.Cuando el vehículo se detuvo en mi parada bajé, me encendí otro cigarrillo camino a casa y emprendí la marcha, otros cinco minutos hasta poder quitarme la ropa, prepararme algo de comida rápida, cenar tirado en el sofá viendo tele basura y finalmente irme a dormir. Que vida más emocionante era la mía. Una vez en casa realicé mis actividades habituales ya mencionadas, salvo que a estas se añade también un componente no mencionado, el tabaco. Quizá fumaba más de lo que debía pues a pesar de intentar que una cajetilla me durase un día entero había ocasiones en las que a penas me duraba medio día.Oh cierto, no he contado mucho sobre como había sido mi vida hasta llegar allí, nada del otro mundo, un niño huérfano cuyos padres murieron en un incendio dentro de casa cuando a penas tenía cinco años, incendio del cual solo sobreviví yo y por suerte tan solo con algunas quemaduras en el cuerpo pues el cuerpo de mi madre fue el que protegió el mío. Pasé por cuatro casa de acogida diferentes y en todas pasaba algo que impedía quedarme definitivamente, fue entonces cuando me di cuenta que mi vida tan solo constaba de mala suerte. Fui creciendo y los únicos estudios que pude tener fueron los obligatorios, primaria y secundaria, pues a los dieciseis me busqué mi primer trabajo como camarero en un pequeño bar de la zona, un sueldo pobre y sin contrato. Con aquel dinero intenté pagarme una formación profesional pues deseaba aprender a reparar coches, trabajar en un taller, sin embargo tuve que dejar los estudios al poco de empezar pues mi cuerpo no soportaba la carga de trabajar tantas horas y estudiar al mismo tiempo, a demás de que a causa del trabajo en el bar me saltaba algunas clases.Todo eso tan solo fue el inicio de mi "estupenda" vida pues a los dieciocho, como era obvio, los del orfanato me dijeron que debía buscarme otro sitio donde vivir pues al ser legalmente un adulto ya no podía hospedarme más tiempo allí. Desesperado busqué trabajo en otros bares y en algunas tiendas, algún trabajo que me permitiera pagar un piso y comida. No sabría si llamarlo suerte o un suceso no tan malo encadenado a mi mala suerte, pues encontré trabajo en un bar que me permitía vivir alquilando una habitación en un piso de mala muerte, no tuve más remedio que aceptarlo pues cada vez me metían más prisa para irme del orfanato, decían que habían demasiados niños abandonados que necesitaban su ayuda y que el sitio que yo ocupaba podría ocuparlo otro.Con el paso de los años cambié de trabajo varias veces y en ocasiones realmente creí que me quedaría en la calle, sin techo ni comida. A los venticinco conseguí ese trabajo del que hablé en un principio, un sueldo bajo pero lo suficiente como para permitirme vivir en un piso de unos treinta metros cuadrados, pagarme la comida, el tabaco y los viajes en bus, aunque claro, a fin de mes a penas me quedaba dinero ni para comprar una manzana.En el ámbito amoroso no me iba ni bien ni mal pues tan solo había tenído dos parejas en toda mi vida, una chica que conocí en la secundaria con la cual solo estuve un par de meses y una compañera de trabajo que conocí cuando trabajé en un supermercado, claro que de nuevo no duró más de un par de meses. ¿Qué si me sentía mal por ello? No, rotundamente no. ¿Por qué? Porque no me interesaba el amor ni el sexo, el amor me resultaba demasiado complicado, una perdida de tiempo, y en cuanto al sexo... Bueno, mi mano derecha era más que suficiente. Quizá podía parecer patético que un hombre de veintiocho años no tenga interés en estas cosas estando supuestamente en la flor de la juventud, pero tampoco me intresaba lo que pudiera suponerse de mi.También estaba mi aspecto, todos creían que era mayor, pensaban que tenía más de treinta años cosa que bueno, era comprensible pues mi rostro cansado me hacía parecer un hombre treintañero. Había días que trataba de compensarlo arreglado mi cabello, negro carbón, y vistiendo un poco mejor, pero claro, no todos los días me levantaba con el humor suficiente para ello y menos pensando que iba a "arreglarme" tan solo para que un puñado de vejestorios borrachos me griten y me hablen de lo enfadados que están por que su equipo de fútbol preferido a perdido no se que partido o lo que ha cambiado todo desde cuando ellos eran chavales de veinte años.Bueno, volviendo a lo que iba, esa noche curiosamente dormí como un tronco, ni pesadillas, ni despertares en mitad de la noche, ni nada, tan solo un sueño plácido y tranquilo, casi podría decir que a la mañana siguiente me desperté de buen humor incluso. Preparé el desayuno el cual consistía en una taza de café solo y una magdalena de bolsa, no había mucho que preparar en verdad. Tras mi desayuno, fumé un par de cigarros viendo las noticias en el televisor, las únicas capaces de "alegrarme el día", pues me hacían saber que no era el único en el mundo con mala suerte, quizá sonase cínico pero me alegraba ver que existían miles de personas a parte de mi a quienes la vida no les sonreía. Apagué la televisión y me vestí pues sí, estaba en ropa interior ya que era más cómodo para mi dormir así. Una vez vestido fui al comedor y abrí uno de los cajones del mueble que sostenía el televisor, pues allí guardaba una pequeña caja metálica en la cual ocultaba mi dinero. En ese momento a penas me quedaba nada pues ya estabamos casi a final de mes, aun así necesitaba cogerlo pues debía salir a comprar algo de comida y también tabaco.Salí de mi pequeño apartamento y me dirigí al supermercado más barato de la zona y compré algunos paquetes de comida rapida, como noodles precocinados, comida en lata o bandejas de comida precocinada ya que era lo más rápido para mí, debía comer rápido a medio día para llegar al trabajo y por la noche era demasiado tarde y llegaba muy cansado como para cocinar. Pagué los artículos y fui en busca del estanco que frecuentaba normalmente sin embargo, me detuve antes de entrar. Aún tenía algo de tabaco en la cajetilla que compré el día anterior y siempre podía comprar el tabaco en el estaco junto a la parada de bus al salir del trabajo. Me di media vuelta y volví a casa.Guardé la compra exceptuando una de las bandejas de comida precocinada, de lasaña concretamente. La calenté y empecé a comer sin mucha prisa pero sin pausa, pues aún tenía que preparar mi bolsa con la ropa de trabajo e ir hasta allí. Y así lo hice, preparé todo y, tras cerrar bien la puerta del piso, salí directo a la parada de bus. Llegué con un par de minutos de antelación cosa que me dio unos momentos de tranquilidad pues casi todas las mañanas se iba justo delante de mi cara.Al llegar al trabajo, fuí al baño de empleados y me puse el uniforme, dispuesto a empezar una nueva jornada de no parar quieto, inaguantables horas de pie y gritos que perfectamente podrían perforarle los tímpanos a cualquiera. Pasaron las horas sin niguna novedad, otro día tan ajetreado y cansino como otro cualquiera. Al salir ya que terminó mi turno e iniciaba el de copas, me fumé el último cigarro que tenía en la cajetilla recordando así que debía pasar por aquel estanco que descubrí la noche anterior.Sin pensarlo mucho mis pies me llevaron al establecimiento y de nuevo allí estaba aquel chico, la única diferencia es que en ese momento había otro cliente a parte de mi, al que estaba atendiendo justo cuando entré. No me di cuenta hasta más tarde pero me quedé allí parado, con mi mirada paseandose por su rostro, analizando cada pequeña parte de este. Aquel cabello castaño claro que caía por sus hombros, sujeto en una coleta baja. Sus bellas esmeraldas que me hacían perder el aliento, aquella pequeña nariz de forma perfecta y unos preciosos labios que adornaban su rostro bajo esta, guardianes de la sonrisa más bonita que había visto en toda mi vida. Cada pequeña parte de su rostro parecía una obra de arte a pesar de notarse que era un hombre pues no perdia sus rasgos masculinos. Al escuchar como el cliente se despedía, sacudí la cabeza y salí de mis pensamientos. "Vamos, hombre, ¿qué me está pasando? Creo que el cansancio me pasa factura": pensaba, intentando dar una explicación que sonase racional y coherente para mi.-Vaya, usted es el hombre cansado de ayer, ¿puedo suponer que acabo de ganar otro cliente habitual? -Las palabras salían de sus labios adornadas de nuevo por aquella deslumbrante sonrisa.-Dado que este estanco esta en mitad del camino de mi trabajo a la parada de bus que tomo cada día, sí, se podría decir que sí. Ponme otra cajetilla de winston, por favor.-Marchando. -Contestaba sin perder la sonrisa. Verle así me hacía tener infinidad de pensamientos pero decidí quedarme con uno de ellos: "De seguro has tenido y tienes una buena vida, se te ve feliz..." Pensaba con algo de envidia.Cuando me dio la cajetilla de tabaco y pagué por ella, esta vez recibiendo el cambio, me fijé en que el empleado llevaba una chapa con su nombre en el pecho: "Colin". No conocía a mucha gente con ese nombre por lo que sería fácil de recordar. Salí del establecimiento y eché un último vistazo atrás, viendo al chico ordenar algunos estantes. De nuevo, abrí el paquete y fumé un cigarro mientras llegaba a la parada de bus. Al ver que este no estaba pensé que lo habría perdido y que me tocaría esperar una hora a que llegase el siguiente, pero para mi sorpresa llegó justo en ese momento. ¿Era posible? Dos golpes de suerte en dos noches seguidas, me pareció de lo más curioso e incluso me hizo sentir bien por unos instantes.Llegué a casa y de nuevo la rutina de siempre hasta que fui a dormir. Aquella noche nunca la olvidaré, soñé con un templo de color blanco y aspecto antiguo en mitad de la espesura de la selva y en la cumbre del cual se hallaban dos gigantescas y hermosas esmeraldas que relucían aún más con la luz de la luna. Desperté confundido pero no podía negar que había dormido como un bebé. Ya estaba mentalizandome para otro monótono y cansado día que iniciaría en mi apartamento y finalizaría al salir del trabajo. Pero no, enseguida recordé que ese día lo tenía libre, no tenía que ir a trabajar.-Pues vaya, no se que es peor, si hacer algo que no me gusta o no tener nada que hacer. -Comentaba para mi mismo mientras me dirigía hacia la cocina para tomarme mi habitual café con una magdalena, obviamente aún sin vestirme pues ¿qué hay más cómodo que pasear por casa en ropa interior?De nuevo volví a pensar en aquel extraño sueño que me acompañó toda la noche el cual curiosamente a su vez, me hacía pensar en el muchacho que trabajaba en el estanco, Colin. Sí, recordaba su nombre así como cada pequeño rasgo de su rostro. Me resultaba curioso pues había algo en él que llamaba mi atención y durante un tiempo creí que tan solo era curiosidad o mi subconsciente intentando hacerme socializar. Fuera una cosa o la otra decidí sin pensar mucho que me pasaría ese día por el estanco de nuevo y si aquel chico estaba allí, le diría de ir a tomar algo, ¿qué podía perder? El no ya lo tenía, así que tan solo me quedaba probar. Pasó todo el día y al llegar la noche, más o menos sobre la hora en la que yo salía de trabajar, salí del piso, tomé el autobús y me platé allí. Una vez frente a la puerta del estanco vacilé un poco pues jamás había hecho algo así y hasta a mi me parecía que era raro, pero si estaba seguro de algo es de que no era un cobarde. Entré y por suerte no había ningún cliente sin embargo para mi sorpresa el dependiente era otro. "Mierda..." pensé, frustrado de no ver al chico que fui a buscar.-Disculpe, ¿podría decirme a que hora podría encontrar a Colin aquí?-Oh, buenas noches caballero. ¿Colin? Justo ha terminado su turno, está en el cuatro trasero recogiendo sus cosas, si espera un momento enseguida saldrá. -Contestó aquel hombre de mediana edad, unos cuarenta años aparentaba.Aquella noticia me alivió bastante pues no había hecho un viaje en balde. Asentí con la cabeza y esperé. Aun que mientras esperaba aproveché para comprar otro paquete de tabaco. Era cierto que había veces que me sentía mal cuando compraba tabaco porque no era tonto, obviamente me daba cuenta de la cantidad enorme de dinero que gastaba en ello y que incluso quizá podría permitirme un piso mejor si lo dejaba, pero no tenía ni ganas ni intención de dejarlo.A los pocos minutos salió el chico y me sonrió al verme a la par que se despedía de su compañero de trabajo, el cual le hacía el cambio de turno.-¿Ha venido a comprar tabaco de nuevo? Esta vez ha venido algo más tarde.-Oh, no, verás... -Me aclaré un poco la garganta y traté de sonreir, aun que a penas se apreciaba una pequeña sonrisa en mis labios.- He venido a verte a ti y a preguntarte si te gustaría tomar algo. Se que es bastante raro que un extraño te invite a tomar algo, lo se y estás en tu derecho de rechazarme.Se le veía muy sorprendido mientras me escuchaba, era obvio, pues no creo que todos los días se le acercasen extraños con este tipo de invitación. O quizá sí, con ese rostro tan llamativo todo era posible.-Raro es, y mucho, no lo voy a negar, pero... Claro, está bien. No tienes pinta de traficante de órganos así que voy a fiarme. -Contestó bromeando y riendo un poco.Debía admitir que no me esperaba aquella respuesta y aún menos que bromease conmigo. Podía sentir como al ver aquella risa en sus labios una pequeña punzada azotaba mi corazón con tal rapidez que no me dio tiempo ni a comprenderla. Salimos del establecimiento y una vez fuera le tendí mi mano para saludarlo pues recordé que yo sí sabía su nombre al haberlo leído, pero el desconocía el mío y que menos que saber el nombre del extraño que lo invitaba a salir.-Soy Emmet, por cierto, encantado de conocerte y gracias por aceptar.Tendió su mano aceptando la mía, sonriéndome de nuevo, parecía un chico tan lleno de vitalidad y feliz.-Es un placer Emmet, me llamo Colin. Y no tienes que agradecerlo, no me transmites ser una mala persona ni que tengas intenciones dañinas para mi, he aceptado porque me apetecía y no tenía nada más que hacer, simple.Cada vez que hablaba desprendía una sensación muy cálida que maridaba perfectamente con aquella preciosa sonrisa. También me había dado cuenta que el trato formal que vi en el trabajo ya no existía, se sentía cómodo para hablarme con normalidad y sin tratarme de usted.Caminamos durante unos minutos hasta llegar a un bar que por desgracia no estaba muy lejos de donde yo trabajaba, se podía notar el descontento en mi rostro al ver el cartel de la entrada de este un par de calles más allá. A pesar de ello Colin no preguntó en ningún momento por mi mala cara, cosa que en parte agradecí. Entramos en el bar que habíamos escogido y una vez sentados en una mesa nos atendió un camarero que parecía bastante cansado, podía comprenderlo. Colin pidió un mojito y yo un ron cola, era más barato.-Bueno, cuéntame, ¿qué te ha impulsado a pedirle a alguien que no conoces, más que de venderte tabaco un par de veces, a salir a tomar algo? - Preguntó él, cosa que me pilló por sorpresa.-Siendo sincero ni yo mismo lo se, tan solo me vino la idea a la cabeza y lo hice.-Vamos, que ha sido por impulso. ¿Eres una persona impulsiva? - Me preguntó riendo.-Normalmente no, sigo una misma rutina día tras día, aburrida y cansada, pero la sigo y no suelo salir de ella.En medio de nuestra charla el camarero nos trajo las bebidas, le dimos las gracias y empezamos con los primeros tragos.-Vaya, tu vida tiene pinta de ser la mar de interesante... -Comentó con un tono algo sarcástico pero aún riéndose un poco. - Pero bueno, ya que estamos aquí vamos a pasarlo bien y a conocernos un poco. ¿Qué edad tienes, Emmet?-Claro, para eso estamos aquí, ¿no? Tengo veintiocho años, aun que parezca que tenga más, lo se. ¿Y tú? - La gente solía pensar que tenía unos trentaicinco, cosa que según el día me daba igual o me molestaba.-Veintiocho... Sí, sin duda pensaba que tenías un poco más, pero tampoco te hacía un viejo, no te preocupes. Yo tengo veintitres. ¿Cuántos pensabas que tenía? - Preguntó tras lo cual dio otro trago a su bebida.-¿Cuántos pensaba? Pues sinceramente no me lo había planteado seriamente, pero supongo que eso, veintipoco. - Hice lo mismo, claro que sin darme cuenta di un trago bastante grande, casi acabandome el vaso. Seguro que eso me pasaría factura en un rato.Hablamos durante un par de horas, entre las cuales Colin se pidió dos copas más mientras que yo me conformaba con la primera que había pedido. Descubrimos que teníamos gustos muy similares en cuanto a música, cine, series e incluso libros. También me enteré de que le gustaban mucho los animales y que estaba sacándose la carrera de veterinaria, pero que empezó un par de años más tarde debido a algunos problemas, por lo que aún se encontraba en su tercer año. También que soñaba con poder curar a todo tipo de animales, perros, gatos, roedores, reptiles, hasta a un elefante si era necesario. En ese momento comprendí que en verdad había sido un privilegio salir con el a tomar algo, pues ese era tiempo que le quitaba de estudiar o descansar. Descubrí que vivía en la vieja casa de sus padres que a su vez perteneció a sus abuelos, por lo que los únicos gastos con los que corría eran los de consumo. Debo admitir que en ese entonces sentía un poco de envídia de él, en mi mente no dejaba de repetirse la frase "Vaya, si que tiene una vida fácil, lo tiene casi todo resuelto". No quisimos entrar en detalles más profundos ni de nuestros pasados ni de nuestras familias, pues no nos pareció adecuado teniendo en cuenta que era la primera vez que quedabamos.Pasadas aquel par de horas nos fuimos del bar y paseamos un par de minutos. Se despidió de mi en un cruce cercano al estanco, pues el no vivía lejos de allí. Por mi parte, tras despedirme de él con la mano, me fui a la parada de autobús y de nuevo conseguí llegar a tiempo, no podía creerlo, estaba siendo una noche redonda, perfecta, hacía mucho que no me sentía de aquella forma.Al llegar a mi piso ni siquiera pensé en fumar, estaba tan agusto a la par que cansado que me quité la ropa y fui directo a la cama, a dormir.
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The ashes of my life
RomanceEmmet Reid nos cuenta su vida, su historia... Quizá te sientas más o menos identificado/a con sus pensamientos, sus actos o su día a día. Sin embargo a nadie dejará indiferente lo que su mente y corazón desean reflejar y transmitir. Las cenizas de s...