Capítulo 3

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Ya era Julio, y mi mamá por fin estaba sin trabajos en la mesa.

—Hija, te tengo una sorpresa.

—Dime, mamá —Con una sonrisa de lado.

—Planeo viajar con los cuatro este año a Chillán. La señora Rubí va a hacer un viaje para 10 personas, alquiló un avan y le faltan 4 personas para realizar el viaje. ¿Quieres ir?

—No es mala idea —dije colocando mi mano en el mentón como si estuviera pensando.

—¿Entonces? —Riéndose—. Quiero ir, me hace falta. Estuve muy estresada con las malditas Coeficientes 2 (prueba que vale por dos notas).

Para aclararles una cosa. Mi mamá ya llevaba 2 años con su pareja, el cual se llamaba Mateo.

Una vez de empacar unas maletas, nos fuimos de viaje. El viaje duraba más de 4 horas, por lo que el avan nos vino a buscar a las 23:00 horas. Nos fuimos durmiendo. Desperté de las últimas, soy toda una dormilona, ya lo sé. Tan solo faltaban 30 minutos para llegar a las cabañas.

Al llegar a las cabañas, observé el gran terreno y en él estaba un chico entrenando. Corriendo de aquí para acá. Al vernos nos saludó. Era muy atractivo, ojos café claros, cabello negro, alto, su físico me impresionaba. Pero Isi, no estás aquí para coquetear, estas aquí para vacacionar. Había una cama elástica en el patio, no lo pensé dos veces. Me saqué las zapatillas y me puse a saltar. Ya lo sé, con 17 años saltando como una niña. Pero había que aprovechar esa instancia. Pero el habla de alguien me asustó en mi momento de diversión.

—Hola, parece que te estás divirtiendo. Un gusto conocerte, mi nombre es Santiago, me puedes decir Santi —Paré de saltar y me di la vuelta

—Hola, encantada de conocerte, Santi, mi nombre es Isidora, pero me puedes decir Isi —Le sonreí coquetamente. Ayyy, Isi, ya estás coqueteando. Pero no solo yo, porque Santi también me sonrió, y al sonreír se le vieron sus lindas margaritas de su rostro. Sentía que me estaba sonrojándome, así que proseguí a colocarme mis zapatillas y huir. Pero antes de irme velozmente este me preguntó.

—Isi, ¿sabes prender las estufas a leña?

—No, pero capaz que mi tío Mateo sepa.

—Bueno, si no pueden llamen a mi casa. Es esa casa verde de ahí —Señalándola.

—Gracias, cualquier cosa te aviso.

—Nos vemos.

No creo, mañana nos vamos a las termas. Eso pensé. Me retiré lo más rápido y calmada que pude. Por la mierda, no sabían prender la estufa a leña, por lo que el tío Mateo se encaminó hacia la casa verde de madera a pedir ayuda. Lo miraba desde la ventana, ahora venía acompañado. Me escondí en mi habitación.

—Hola. Me llamo Santiago, soy el hijo del dueño de las cabañas.

—Disculpa por la molestia —dijo mamá.

—No se preocupe, señora...

—Alexandra.

—No se preocupe, señora Alexandra. Esto no es molestia, para esto estamos.

Yo pensaba que ya se había ido, ya que se había sentido la puerta cerrarse. Pero no, solo habían ido a buscar más leña Santi con el tío Mateo. Salí con mi piyama, ultrabrigada hasta con calcetines de lana dirigiéndome al baño. Y ahí lo vi nuevamente con una sonrisa victoriosa.

—Hola, Isi.

—Hola, Santi.

—¿Ya se conocen? —preguntó mi mamá.

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