Prólogo

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Las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas, en muchas ocasiones son las causantes de nuestros malos ratos y está claro que yo soy un vivo ejemplo de ello. A mi corta edad estoy cansada de mi realidad, cansada de la situación que yo misma cree, no era el momento para arrepentirme, pero ya estaba harta de lo que era. Me equivoqué está claro, pero lo lamentaba y merecía un descanso.

—No me confundas más —dice Tomás con sus ojos a punto de soltar una lágrima en su bello rostro. El pecho se me comprimió al observarlo, no merecería nada de esto y odiaba la situación—. Te amo.

—No me amas, si me amaras no serías egoísta —El amor es egoísta, quise decirle, pero para ocultar el mal momento simplemente me callé. Sus palabras me rompieron el corazón, pero yo ya le había roto el suyo. En estos momentos ambos estábamos siendo la grieta del otro, pero seguía creyendo que ambos podíamos reconstruirnos juntos. Sin pensarlo un segundo y no midiendo mis actos, me acerqué rápidamente y lo besé con efusividad. En el momento que respondió a mi beso, supe que nada estaba perdido y que tenía una oportunidad.

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