1
Dejé este diario escondido bajo mi colchón por una semana. Mi mamá no suele entrar a mi cuarto ni espiar mis asuntos pero no me podía dar el lujo de arriesgarme a que encontrara estas páginas. Si eso llegara a pasar, en mi familia se vendrían días y semanas de tormenta. Quizás nunca llegaría la calma. Y ni siquiera están escritas en ellas lo que estoy por escribir.
Por eso es de suma importancia, ahora que después de reflexionarlo por varios días he decidido terminar de escribir lo que ocurrió aquella noche del cumpleaños de mi bebé, el manejar este diario con la precaución que merece. De nueva cuenta estoy convencida que una vez acabando con este tipo enfermo de expiación, de redención o de penitencia auto flagelándome mentalmente al escribir paso por paso lo que hicimos aquella noche, terminaré por alimentar algún fuego con estas páginas. Mi secreto quedará hecho cenizas y mi conciencia de algún modo se liberará. O al menos eso espero.
2
No es mi intención justificarme de mí comportamiento en ese momento, pero la verdad es que jamás había experimentado ese nivel de embriaguez en toda mi vida. Siempre había sido una chica rebelde. Mis papas solían regañarme incluso una vez mi madre me había golpeado con un cinturón en las piernas, tan fuerte, que llevé llagas y marcas en las piernas por dos semanas. Y todo por que a mis 16 años había llegado de una fiesta a casa a las 3 de la madrugada cuando se suponía que debía hacerlo a las 12:00 en punto. Claro, la diferencia tan marcada en el itinerario pautado no era realmente el motivo del por que me habían castigado tan violentamente. El verdadero motivo había sido que yo me presenté con un nivel de borrachera tal, que acabé vomitando todo un sofá de la sala y toda la alfombra del pasillo camino al baño.
Pero eso solo había sido el comienzo. Lejos de escarmentar con la cintariza, habia continuado bebiendo de más de lo que se diría moralmente normal, si es que eso es posible, en una señorita de 16 años. Después de eso se siguieron fiestas tras fiestas. Alcoholizándome y divirtiéndome con amigas y amigos. En esas fiestas a avanzadas horas de la noche yo perdía el sentido de la moralidad o la decencia aunque, a decir verdad, sobria tampoco me he distinguido por ser una jovencita seria y centrada. Al contrario, siempre he sido muy desenvuelta y extrovertida. Siempre fui muy platicadora. La chica con muchos amigos sin llegar a ser la popular. Solía obtener lo que quería haciendo valer lo que fuera necesario. Y mi cuerpo y coquetería siempre fueron mi más fuerte herramienta para lograrlo. Pero nunca una puta. Eso lo quiero dejar claro. El punto es que en esas fechas llegue a salir con tipos que ni siquiera conocía. Bailaba con ellos. y un punto importante en mi vida ocurrió por esa época a mis 16 casi 17 años de edad. Perdí mi virginidad estando muy ebria. No me enorgullece pero tampoco me martirizo ni culpo al alcohol. Fue mi responsabilidad y lo acepto.
Lo que quiero dejar en claro es que no soy ninguna santa. Soy responsable. Como me hago responsable de haber salido embarazada. Como me hago responsable de no saber quien de las tres personas con las que tuve sexo esa semana es el padre se mi bebe. Como soy responsable de acostarme con un viejo de 50 y tantos años de edad, que me resulta repulsivo solo el hecho de saber que estuvo adentro de mí, disfrutó de mi cuerpo y regó su semen a su antojo en el fondo de mis entrañas. Si, estaba tomada. Si, jamás siquiera le tomaría la mano estando sobria, y si, quizás el pudo respetarme y ver que estaba perdida en alcohol aquella noche y solamente ayudarme a entrar a mi casa y no meterme a su camioneta y joderme como un hijo de puta. Pero lo hizo. Y yo soy responsable por llegar asi a casa y lo acepto.
Pero lo qué pasó esa noche con mi primo y mi hermano, simplemente no lo entiendo. Aún estando ebria yo jamás hubiera sido capaz de permitir que eso se saliera de las manos.
3
La preocupación por sentirme maridada dio paso a un sentimiento de bienestar total. La música empezó a sonar y me resultaba deliciosa. Comencé tímidamente por que aún estaba consciente de mi escasa vestimenta. Solía usar blusas muy escotadas por que en cierta forma me gustaba, como a toda mujer, creo, que los hombres nos miren. Tengo unos senos bastante generosos así que me gustaba sacar provecho de eso. Por eso no sentía tanta vergüenza al estar en brazier frente a mi hermano y mi primo. Era ciertamente raro, pero si lo pensaba a fondo, algunas veces habíamos estado juntos en alguna piscina y me habían visto con un sostén tipo bikini. Así que no me costo quitar mis brazos cruzados en mi pecho para cubrirlos y empezar a bailar.