Das wiedersehen

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Un llanto irrumpía el silencio de la noche y una sonrisa iluminaba la pequeña habitación. -Al fin te tengo en mis brazos mi lindo ángel...No llores amor, ya todo está bien-. Tranquilizantes palabras salían en un susurro de los labios de aquel chico mientras una mano acariciaba la cara del pequeño ser que tenía acurrucado entre sus brazos y el llanto de aquel pequeño ceso, reemplazado por un lindo bostezo mientras sus ojos se cerraban. -Sueña mi pequeño...nunca dejare que nadie te haga daño, te lo prometo- un suave beso fue posado sobre la frente de la criatura y con cuidado lo acostó a su lado. Recostó su cabeza en la almohada para contemplar mejor a su pequeño.

Cansado después de un gran esfuerzo, se le cerraban los ojos, pero tenía miedo de dejarse dormir. El chico con el cabello revoltoso de un color un tanto peculiar y unos ojos del color amatistas los cuales se pueden comparar con una piedra preciosa y la piel tan blanca como la misma nieve, se pasó una mano por su cabello plateado y un suspiro salió de su boca, ¿y si alguien encuentra a su pequeño?, si aquel o aquellos en especial se diera cuenta de la verdad le quitaría a su niño, no sería capaz de soportarlo, verlo crecer en manos de otros en manos de él. Negó con la cabeza... ¡No! Pelearía con uñas y dientes, si hay que derramar sangre, pues que así sea. El sueño y el cansancio ganaban la batalla y después de otra mirada tierna hacia el ser que se encontraba a su lado, cerró los ojos y se dejó vencer por el sueño.

*~ 1 año antes~*

-¡¿Cómo que vuelven?! - puso sus manos encima de la mesa con enfado y miro al mayor con cara de pocos amigos. - ¡Todavía sigues con tu estúpida filosofía! Vampiros y humanos, felices para siempre... ¡Pahh! Si no murió nadie es solo gracias a...-
-Kaname-kun...- sonrió el mayor.
-¡QUE!... ¡POR SUPUESTO QUE NO! Fue gracias a nosotros, los caza vampiros!-
-Si no fuera por Kaname-kun ya estarías volviéndote loco por algún lugar, chupando sangre a inocentes o simplemente muerto y sin ti, Rido todavía estaría vivo- una gran sonrisa de triunfo se dibujó en la cara del mayor.
El menor hiso una mueca de "una palabra más y te enseño como crecen los rábanos desde abajo" con el puño en alto, el cual ardía en llamas.
Una gota se le resbalo por la nuca del más grande - Eeh, Bueno Zero...porque no lo miras por el lado bueno, tienes que estar sediente y seguro que más de un vampiro estaría dispuesto a darte sangre, jeje- En ese momento de aquel despacho solo se escuchó un gran estruendo.
-Estúpido Cross...- decía el joven Zero saliendo del despacho hecho trizas.
-Es Oto-saaan~...- eran las palabras de Cross Kaien mientras le resbalaban lágrimas de forma infantil.

Un año ha pasado desde aquella pelea con Rido, un año desde que partieron los vampiros a lo desconocido, un año desde que la pequeña Yuuki fue mordida por aquel que odio tanto, aquel que solo lo uso como una pieza de ajedrez. ¿Para qué querían volver? que es lo que quería Kuran Kaname, que tramaba aquel vampiro de cabellos castaños, tendría que estar alerta a cualquier movimiento y averiguar cuál es el motivo.
Suspiro. Zero se sentó al lado de uno de los tantos arboles de la academia Cross y se dejó envolver por la brisa de la noche.
Cómo sería su reacción al volver a ver a la dulce Yuuki, la promesa de matarla algún día seguía en pie, ¿podría ser capaz llevar esa promesa a cabo? Al recordar la inocente sonrisa de la princesa no estaba tan seguro, pero ella era ahora lo que tanto odiaba, un demonio de la noche, que se alimenta de sangre, pero...
//...Zero// su inocente voz resonó en cabeza como un recuerdo, seguro que nunca sería capaz de ponerle un dedo encima.
Zero levanto su cabeza para mirar a la luna que yacía brillante en el cielo.
Aun así todavía no se podía acostumbrar al pensamiento de saber que Yuuki era ahora uno de ellos. - Maldito Kuran, cuando tenga la oportunidad, da por hecho que te matare-. Gruño el peli plateado por lo bajo.

***Mansión Kuran***

En uno de los tantos cuartos de la mansión Kuran, un joven de lo más bello con el pelo rubio como el mismo sol y sus ojos azules celestes son envidia y adoración de cualquier mujer. Aidou Hanabusa, una de los seguidores y amigos del gran Kuran Kaname, estaba desesperado...

Weisser SchneeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora