Prólogo.

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Desde de la muerte de Renjun nada ha sido igual entre su grupo de amigos, todos lo extrañan, sus temas de conversación tan raros, sus pequeñas pataletas cuando quería algo que no querían darle, o cuando se frustraba con sus dos lindos novios, incluso extrañaban sus enojos y regaños, esos que iban dirigidos a los menores y más traviesos de sus amigos, quienes hacían de las suyas cuando él no estaba viendo.

Todos lo extrañaban, pero sobretodo, aquel par de chicos, aquellos que juraron amarlo incondicionalmente y hacerlo feliz todos los días de su vida hasta que la muerte los separe, tristemente, la muerte llegó demasiado temprano para su pequeño novio.

" Todo pudo haber sigo diferente, si solo hubiésemos llegado a tiempo. "


Era el constante pensamiento que surcaba en la mente de ambos chicos, atormentandolos día y noche, haciendo que sus días perdieran el color y se viese reflejado en sus vidas. Uno ya no sonreía, su sonrisa se esfumó como el humo de una chimenea, el mismo día que perdió a la razón de su alegría, y el otro, perdió el brillo característico de su mirada, en sus ojos dejaron de aparecer las estrellas y fueron reemplazadas por un profundo agujero negro, llenó de tristezas y amarguras.

Ambos estaban destrozados, no había día en que no desearan retroceder el tiempo y así poder salvarlo, ayudar a que se sintiera mejor.... recuperarlo. 

¿Porqué ninguno notó que su amado estaba mal?

—Fuimos unos pesimos novios, Nana... ¿crees que, aún en el cielo, nos siga amando?— preguntó el pelinegro, sus ojos se mantenían ligeramente rojizos, clara señal de que hacía poco que había dejado de llorar, sus mejillas tenían rastros de lágrimas que poco a poco se borraban por las nuevas que no se esforzaban siquiera por salir. El chico a su lado no hizo más que soltar un doloroso sollozo cargado de dolor.

—No lo sé, n-no lo sé, qu-quizá si hubiéramos visto las señales... quizá... él estaría con nosotros y no estaríamos preguntándonos aquello... —" Su voz se quebraba entre cada frase, a causa de las cortas sacudidas que atacaban a su cuerpo, y los bajos sollozos que se escapan de entre sus labios, las lágrimas no paraban de fluir de sus ojos, como si con ello intentará borrar el dolor de sus palabras.

"Quizás…"

Pero es una pena que el quizá, no existe.

Colores como el viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora