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Chan abrió los ojos, encontrándose cara a cara con un ángel.

— ¡D-Despertaste! —le oyó decir mientras se acercaba a él— Llamaré a los doctores...

Casi media hora después, unos hombres entraron con Minho siguiéndolos. El peliverde los miraba muy de cerca, porque ya no confiaba ni en su propia sombra. Le preguntaron cómo se sentía y lo examinaron, además de curarle las heridas con bastante delicadeza, lo cual el mayor agradeció bastante puesto que todo su cuerpo dolía.

Otra media hora más y lo dejaron libre, aparentemente todo funcionaba correcto en su cuerpo.

Minho tenía razón al llamarlo un idiota con suerte.

— ¿Cuánto tiempo dormí? —preguntó.

— Una semana... —respondió el menor.

Chan se percató rápidamente de sus ojeras, cómo su cuerpo estaba más delgado de lo normal y el hecho de que habían marcas que, no había hecho él. También, que el lado derecho de su cama estaba desordenado.

— ¿Quieres algo de comer? Puedo pedirle a las chicas que te preparen algo. —preguntó el peliverde.

— Sí... Lo que sea estaría bien. —asintió— Dile por teléfono y ven conmigo...

— ¿Por qué debería? —preguntó, esta vez con un tono brusco.

Porque a pesar de su preocupación y todo el amor que le tenía, aún estaba enojado y tenía derecho a estarlo. Él odiaba las mentiras y le hería demasiado que fuese Chan quien se las dijera. El corazón quería lo que quería, pero querer no es lo mismo que necesitar. Sin embargo, Minho necesitaba y quería a Chan con todo su ser; pero aquello no quitaba el dolor de sus acciones.

Eran sentimientos conflictivos.

— Porque yo te lo pido... —susurró, sentándose lentamente en la cama.

— ¿Y qué gano yo haciendo lo que tú me pides?

— Nada, en realidad. —apretó las sábanas— Pero yo quiero estar contigo.

— Qué curioso, pensé que siempre habías estado conmigo todo este tiempo. —se encogió de hombros— Ya sabes... La vigilancia, las cámaras, los rastreadores...

— ¿Me escucharías? Puedo asegurarte que tengo una muy buena explicación y realmente quiero que sepas todo. —pidió— Esta vez sin mentiras, amor.

— Quizá más tarde, y no me digas amor. —bufó— Ahora mismo sólo quiero dormir, porque llevo tres días sin pegar un ojo.

— Lamento haberte preocupado... —lo miró fijamente— Escuché tu voz... Gracias por seguir amándome.

Sin poder evitarlo, las mejillas del menor comenzaron a hormiguear y muy pronto pudo sentir que todo su rostro estaba rojo. Hizo un puchero antes de darse la media vuelta e irse de la habitación, anunciándole al rubio que dormiría en la habitación de al lado.

Chan sintió que era afortunado y no por el hecho de estar vivo, sino porque a pesar de toda la mierda que los rodeaba y todos sus errores, que casualmente cometía uno tras otro, Minho seguía a su lado y jamás cambiaba sus sentimientos. Y le daba miedo que Minho alguna vez descubriese que podía tener a alguien mejor, porque no soportaría perderlo... Pero tampoco podía culparlo, había sido el imbécil más grande del mundo con él y en vez de disculparse y hacer bien las cosas, simplemente seguía cagándola más.

Un rato después, Irene le subió la comida acompañada de Zack, con quien se entretuvo balbuceando un rato.

Comió tranquilamente pero sin embargo, un tiempo después no soportó más la idea de estar separado de Minho. A duras penas se puso de pie, tomando el bastón apoyado en su mesita de luz que al parecer, era cortesía de Seulgi. Ella eran tan pero tan graciosa cuando quería.

- ̗̀ ❲𝗦𝗶𝗿𝗲𝗻𝘀 ੭ 「𝖺𝖽𝖺𝗉」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora