Capítulo I

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                                       Capítulo I

Mi chico raro

¿Ha sentido cuando todo su mundo cambia?, ¿cuándo todo comienza a tener sentido? ¿Y eso sucede cuando de repente al ver sus ojos te hace sentir bien?, ¿qué su voz te tranquiliza?, ¿qué sólo el simple roce de sus manos se convierte en la llama que encienden a las malditas mariposas en tu estómago? Pues, eso me pasó con alguien que apareció en mi vida así de la nada; sin embargo, esos malditos sentimientos acabaron desde aquel día que lo perdí.

Todo comenzó como si el destino me lo ato a mí, como si fuéramos hechos el uno para el otro; su mirada penetrando todo mi ser, esa mirada que no podré olvidar. Voy a contarle la historia que tuve con él, pero espero que esto quede entre nosotros. Que nadie del horrible mundo en el que vivimos lo sepa. Confío en usted.

Era un 19 de marzo del 2011, yo tendría unos quince años, como se diría, en plena flor de la juventud; estaba paseando por el centro comercial, junto con una de mis mejores amigas; ella se llamaba Andrea, Andrea Ortiz. Era una chica delgada, alta, de tez blanca, de cabello castaño que combinaban con sus ojos cafés claros, y una sonrisa relativamente brillante. Junto a ella pareciera que yo era su primo. De esos que oculta la familia por no ser tan lindos como los demás. En ese tiempo era como se diría en las calles, una persona "fresa"; me vestía según la moda, era pequeño, cabello castaño, ojos cafés oscuros, tez blanca, y una sonrisa imperfecta; sabe, lo que más odio de mí hasta este momento es mi nariz.

Pero continuando la historia. Íbamos caminando, pasamos por unos helados, aun lo recuerdo, ella pidió un helado de mora, y yo uno de chocolate, es mi sabor favorito. Cuando estábamos con el helado en la mano, caminamos buscando asientos para, obviamente, sentarnos y discutir sobre lo que teníamos planeado ese día.

-          Sabes, ¿te gustará el grupo de jóvenes? –Mencionó ella mientras comía un poco de ese helado.

-          No sé, no soy muy sociable que digamos, tú eres entre los dos la más sociable. -Siempre fui de esos chicos que odiaba todo, hasta las personas. Odiaba ese contacto físico de un abrazo, o un beso. 

-          Dime una cosa. ¿No quisieras salir de ese caparazón y conocer chicos que son amables? -Su mirada brillaba con ese entusiasmo que yo nunca lo tenía. 

-          Sí. -Afirmé mientras comía el helado que se derretía en mi mano. -Pero, yo no soy tan cristiano como tú. Y sabes el porqué. -La miré con sarcasmo. 

-          Alejandro Palacios, tu eres el chico más cristiano que conozco. -Lo dijo extendiendo sus brazos hacia atrás como haciendo una exageración de mi persona. 

-          Por favor Andre, deja de decir eso. -Me sonrojé.

 Riéndome de bromas que hacíamos, noté  de pronto que él estaba mirándonos.

-          Mira, te están viendo.- Señale a la mesa de una pareja de chicos, tenían un aspecto raro.

-          Oye, soy chicos emo.- Dijo mi amiga mientras regresaba a ver.

-          ¿Emo? ¿Qué es eso? -Mi inocencia aflote. 

-          Es difícil de explicarte, conocí uno hace un par de meses, son geniales. Pero, ¿estás seguro de que me está viendo a mí? -La vista de mi amiga se dirigió hacia a mí. 

-          Obvio te ve a ti. -Mencioné algo enojado. -Espera, ya sé quién es. -Sabía quien era ese chico que no bajaba la vista. -Se llama Enrique, es mi vecino. -Odiaba a ese chico, se creía superior a todos en el barrio, y apostaba que era igual en todos los lugares. -Oye, ¿quieres irte de aquí?

Mi historia jamás contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora