26. Helado de cereza.

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Se pensaría que después de dos años juntos ya no hay nada que pueda sorprender a Mew o robarle una sonrisa a Gulf, porque se cree erróneamente que "la costumbre es más fuerte que el amor". Sin enmbargo, detalles pequeños como una rosa en el florero que lleva Gulf por la mañana en la charola del desayuno al cuarto de Papi o, una pequeña canción tocada en aquella vieja guitarra acústica para Gulf, pueden hacer de un día normal algo totalmente diferente.

En más de una ocasión se ha encontrado a sí mismo riendo a la par que su pequeño revoltoso, mientras lo observa jugar cuando piensa que está solo o se entretiene de lo lindo tirando el hilo flojo de algún suéter hasta que sus manitas ya no dan más para seguir jalando. No es de extrañarse que Gulf encuentre alguna forma nueva de sorprender a Papi con sus ocurrencias y travesuras y esta vez, no podía ser la excepción.

Sin embargo, Mew decide no interceder por el momento, aunque la escena sea desastrosa y seguramente necesite su bebé un baño al terminar su batalla contra aquel cono de helado, más por el gusto de verlo que porque no quiera ayudarle.

Gulf, sentado a la orilla de la piscina y con la sombrilla cubriendo su cuerpo de los rayos solares, lucha encarecidamente contra un cono de helado de cereza que se derrite a cada segundo y mancha sus manos. Tiene los pies dentro del agua y con ellos patalea ocasionamente en pequeñas rabietas cuando, malignamente, el helado decide escurrir por el costado contrario que ya lanmió y el ciclo se repite.

Sería muy sencillo simplemente levantarse, dejar el cono en un vaso e ir a limpiarse, pero no. Gulf insistió demasiado en ese helado y no va a rendirse tan fácil de él, no sin al menos haber dado batalla primero. Sopla el flequillo que le cae por la frente, intentando inútimente que este no se llene de helado y abre los labios para succionar esa gota que cae por el costado derecho, haciendo un sonido chirriante y húmedo acompañado de un pequeño bufido cuando siente que entre sus dedos indice y medio escurre más de ese cremoso duce rosado. Lame el contorno de forma circular y parece que la victoria será suya finalmente, pero ahora es la galleta quien lo traiciona, al romperse por un lado.

El pequeño pone rápidamente sus manos en cuna, recibiendo el desastre que su helado ya representa y finalmente, rindiéndose ante la batalla. El luto no le dura mucho, cuando siente que Papi lo toma por un hombro, para sentarse a su lado a la orilla de la piscina. El mayor le mira con un atisbo de sonrisilla en los labios, ojos atentos y una pregunta dulce.

—¿Quién ganó?

Gulf abre la boca, pero de ella solamente emana un pequeño suspiro, un puchero en los labios y los ojitos al suelo.

—Hm..—Se recarga en el hombro de Mew, quien lo sujeta de un costado haciéndole círculos en las costillas bajo la camiseta de algodón ligero. —¿Me compras otro?

—Mmmm... —Mew alarga el sonido, únicamente para hacer rabiar a su pequeño quien ya ha abandonado su lugar al costado, para verlo con esos ojos de cachorro que tanto le gustan. —Te compraré todo el que quieras... —La mirada castaña del adorable pelinegro se ilumina.  —Pero, con una condición.

Gulf encoge un poco las cejas, formando un pucherito: botón de pétalos rosas húmedos y dulces.

—¿Qué cosa?

—Dame un beso. —Sentencia Mew y Gulf se ríe, recordando cómo una vez en el centro comercial se le cansaron las puntas de los pies por subir y bajar para darle mil besos a Papi, a cambio de una bolsa de malvaviscos que de todos modos le iban a comprar.

—¡Siempre te doy besos, Papi! —Se recarga sobre sus rodillas, sujetando los hombros del mayor.

—Sí, pero no siempre sabes a cereza. —Mew distribuye su peso en una mano, acostándose ligeramente hacia atrás en la orilla de cemento.

—Aah, a Papi le gustan mucho los dulces, ¿Eh? —Susurra, mientras sube al regazo del mayor, rodeando con sus brazos el cuello de Mew.

—Eres mi dulce favorito. —Juntan sus narices, ojos cerrados y brillantes sonrisas que podrían hacerle competencia al más cálido sol del verano. —No es mi culpa que me encantes tanto. 

—¿Mucho? —Insiste, jugueteando con sus pestañas sobre la mejilla del mayor.

Mew lo rodea de la cintura, para después limpiar rápidamente una gotita de helado de la comisura de Gulf y llevarla a sus labios.

—Loca y profundamente.

Y con una gran sonrisa, Gulf une por fin sus labios, dejándose besar a gusto de Papi, sólo para dejarle probar su dulce favorito, dulces almohadillas sabor cereza que podrían tomar el gusto de mil caramelos distintos, sin perder el propio: El que Papi ama.

Daddy's Little Boy (MewGulf) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora