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¿Alguna vez trataste de agarrar de algún lado ese hilito de nostalgia que te lleva al confort? Para mí, es prácticamente parte de la rutina. Agarrar lo que sea para parar un segundo y buscar un piso más firme para estar parada. El problema empezó hoy, cuando pensé en el confort y me encontré con algo más concreto que un sentimiento pasajero y me vi inmersa en una situación de incomodidad.

Parece que mi idea del confort se basa en tu cumpleaños de 7, que era un domingo y encima domingo de elecciones: 28 de Octubre a la mañana, después de acompañarlos a votar a tus papás, pasando por debajo de un árbol al que nunca te trepaste en la que era tu vereda cuando vivías ahí, escuchándolos tratando de ocultarte qué tanto se les iba a complicar a tus invitados escaparse a un cumpleañitos un domingo electoral. Te recuerdo desesperada o quizás inquieta, porque nunca tuviste muchos amigos pero en ese momento te gustaban mucho tus cumpleaños y no querías quedarte sola. 

*No sé cuándo empezó a ser al revés (aunque quedó constante la parte de los amigos). Nunca fui a clases en mi cumpleaños, solo que antes usaba ese día libre para repartir tarjetitas y planear cosas mientras que, ahora, solo trato de asimilar la suma de otro año a mi cuerpo mientras como alguna comida que elegí y le sonrío a personas que me gustaría que me dejaran sola para poder hacer mi duelo tranquila. ¿Duelo? Sí, duelo. Ahora los cumpleaños son más complicados.

Desesperada y pequeña, tirando de la mano de tu papá para que te diga algo de lo que estaba pasando (cosa que no iba a suceder, tu familia podría ir a los juegos olímpicos en evadir). Ese año tenías una torta hermosa y gigante de un castillo rosado y lleno de brillos comestibles y querías compartirla con todos. También querías que le digan a tu mamá lo linda que estaba la torta, porque la había hecho ella, había tardado un montón y era fantástica.

*Tengo un mambo con mi mamá. Ella sabe que soy una mala persona, pero está condenada a tenerme cerca y siempre traté de compensárselo; desde un día que armó un forro de Floricienta para mi caja de Winnie Pooh, pero yo le dije que no me gustaba y lo arranqué de la caja. Ese día lloré mucho después de haberlo arrancado mientras trataba de arreglarlo porque me sentí un monstruo, y es exactamente eso lo que siento siempre que creo que la defraudo, o peor, la lastimo. Probablemente le estoy dando muy poco crédito y puede con mucho más de lo que a mí me preocupa, pero por las dudas. 
Pasó algo parecido cuando tenía 6 para la mañana que llegaban los reyes magos y pregunté enojada si solo tenía 5 regalos (muy Dudley Dursley e hija única de mi parte). Me sigo acordando, y me sigo acordando del arrepentimiento inmediato después de que las palabras hayan salido de mi boca. Es algo a lo que no soy ajena. Cuando pasa, todavía ahora, es exactamente igual que en ese momento: siento un desprecio profundo hacia mi persona, casi asco podría decirse (¿casi? bueno, seamos optimistas si querés), pero no lo puedo expresar. Nunca fui muy expresiva con el agradecimiento ni con el perdón, no sé por qué. Es algo que me taladra el pecho y me cierra la garganta, pero no puedo dejar que salga. Por ahí por eso soy tan mala persona, por ahí por eso mi familia cree que en cualquier momento me salen cuernos de la frente, o la gente me tiene miedo y cree que soy peligrosa y voy a reaccionar mal, agresiva. En realidad soy una persona que aprendió a internalizar la mayor parte de lo que siente para resguardar a los demás y se identifica mucho cuando Phoebe Bridgers dice "I swear I'm not angry, that's just my face" en Punisher.
Nunca me molestó demasiado que se metan conmigo, mi debilidad está afuera. Por eso ese domingo lo que yo quería era que le digan a mi mamá que era una genia por haber hecho la mejor torta del mundo y me molestaba pensar que podía ser solo yo, porque por ahí mi opinión ya ni contaba.

Encuentro el confort en vos moviéndote ese domingo para todos lados, con incertidumbre, una  pollera de pedazos verdes y celestes con flores, colita baja (insistías en peinarte sola y eras Pablito Lescano) y un castillo repleto de glitter. Una imagen en la que no se siente un ápice de tranquilidad, y todo esto teniendo siete.

*No sé qué tanto paraba. Si es que lo hacía era en mi cuarto de paredes manzana y techo celeste, muy parecidos al vestido, solo que en vez de flores tenía estrellitas de gel pegadas en la ventana. También había una tela mosquitera que en medio tenía una luna. El solcito a la siesta entrando por esa ventana y pegándome a mí jugando en la cama que estaba al lado, esperando que sea hora de ir a buscar a mis vecinitos (que raro, siempre con amigos hombres vos), también es una imagen que me llena de nostalgia y me drena un poco.  ¿A todos los drenará el pasado? Mientras más lindo, más potente.

No entiendo por qué me da nostalgia y cuando busco confort mi cabeza se va para allá. Ese domingo llovió (como en prácticamente todos tus cumpleaños), tuvieron que desarmar el pelotero, se fueron muchos de los invitados y tu prima Agustina estaba con sueño y de mal humor.

*Me pasa algo parecido con las mañanas. Son los aires que peor me hacen sentir con mi presente, que me hacen extrañar, que me llevan a lugares "mejores". La cosa es que nunca en 21 años se me dieron bien las mañanas. Siempre las padecí. Este aire que me transporta a las mañanas me deja en un lugar con viento muy frío, dolor de estómago y ojos secos, apenas abiertos. Otra vez, me deja en la incomodidad.
Mi cabeza nunca me deja estar cómoda, eso es verdad. Nunca puedo estar tranquila, siempre hay algo de fondo que siento que estoy dejando de lado y no puedo parar. Seguramente es por eso que tengo que usar una placa para no romperme los dientes, se me cae el pelo y muevo mucho los pies, los dedos y los aritos de mi cara. Claramente nada de esto me trae confort. Solo me queda ese sabor amargo en el fondo, el miedo a que a la yo del futuro (si llegase a haber una) se le ocurra encontrar comodidad en esta incomodidad. No sé qué tanto más se puede escalar.


Necesito parar.
Necesito que pare.
Necesito no vivir en el pasado.
Probablemente también necesite dejar de sentirme identificada con cómo Sábato en El Túnel se iba tan por las ramas tratando de describir algo puntual. NOTA: intenté ordenar esto. Solo quedó bien esquizo.
Necesito dejar de pensar que El Túnel es mi libro favorito. Lo leí cuando tenía 15. Basta. Y soltá las series y leé algo que no sea fantasía adolescente, hija de puta.
Necesito no mentirle a la psicóloga.
Necesito buscar una psicóloga nueva para no mentirle y empezar de cero. ¿O necesitás dejar de escaparte y por tercera vez volver y tratar de no mentirle a la misma persona?
Necesito dejar de escribir como si esto fuera mi diario, a este ni ganas le puse. Encima a nadie le importa mi infancia y para recuerdos está mi cabeza. Aunque te falla la memoria y en la que te queda no confiás.
Necesito dejar de disociar. ESQUIZOOOOOOOOOO
Necesito sacarme 8 toneladas del pecho.
Necesito comer, creo. nah
Necesito dejar de aislarme de la gente que quiero cuando me siento un monstruo.
O necesito buscar a la gente que quiero para dejar de ser un monstruo.
O morirme.
No sé, no sé decidir.


La fiesta que se va a hacer la psicóloga que encuentre si le llego a mostrar este quilombo en algún momento.

La torta fue en mi cumpleaños de 5, ¿qué carajo andaba cargando preocupada en el 2007? Y todo el drama para eso. La (mi) vida no tiene sentido. POR ESO NO PUEDO CONFIAR EN MI MEMORIA.

Te extrañoWhere stories live. Discover now