1.- Coincidencias, camas y calcetines

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Eran las diez cincuenta de la mañana, eso significaba que restaban diez minutos para que el expreso a Hogwarts, en el andén nueve y tres cuartos, estuviera a punto de partir. Un niño de once años, con el cabello castaño y ojos morados, esperaba pacientemente el momento de abordar. Su nombre era Yoosung Kim, era hijo único y sus padres, sangre pura, habían esperado por años el momento en que su primogénito iniciara sus clases al fin. La locomotora de vapor aguardaba, los niños —y otros, no tan niños— se despedían de sus padres o charlaban con sus amigos. Yoosung esperaba a que dieran las once.
—Yoosung, acomódate bien la capa —aconsejó su madre, poniéndose a su altura para arreglarla.
—Mamá, no es necesario —dijo, aunque permitió que su mamá siguiera con lo suyo.
—Ya estás. ¿Vas a subir al tren?
El niño asintió, emocionado. Había oído muchas cosas de la escuela de hechicería. Su padre se acercó al fin, los tres se dieron un abrazo. Al apartarse, unos chicos llamaron su atención.
Eran gemelos, de cabello pelirrojo, tenían una vestimenta más bien, modesta. Lo que le ayudaba a diferenciarlos era que uno llevaba gafas y era ligeramente más alto que el otro.
—Vamos, Saeran. Date prisa, ¿qué estás esperando? —alcanzó a escuchar Yoosung. Era el niño con lentes.
Observó al gemelo que se llamaba Saeran y por un instante, sus miradas se cruzaron. Saeran, que iba caminando muy distraídamente, se golpeó contra uno de los arcos de la estación.
—Caray, ¿estás bien? —se acercó rápidamente su hermano.
Saeran se restregaba la mano en el rostro, Yoosung cortó el contacto visual y, arrastrando su maleta, se montó en el tren.

• • •

Saeran se dispuso a tomar su baúl, con ayuda de Saeyoung, su hermano. Se apellidaban Choi y su madre no se dignó en entrar al andén, el primer día de clases de Saeran no pintaba tan bien si empezaba el día golpeándose.
—Hay que buscar un compartimiento, hermanito —dijo Saeyoung, cargando con un par de cosas.
Entraron al tren, había demasiados compartimientos, pero muchos ya estaban llenos, cruzaron varios pasillos, Saeran divisó al niñito de cabello castaño que había visto. Vio una cabina libre, él y Saeyoung salieron disparados, le dio un golpe en el hombro a Yoosung al pasar, aunque el niño no le reclamó.
Saeyoung llegó primero, cuando Saeran se disponía a entrar, Saeyoung cerró la puerta de la cabina y lo tomó por los hombros.
—Eh, no lo vas a creer. ¡Hay un tipo con el cabello plateado adentro!
—¿Qué tiene de especial? —inquirió él, quitando la mano de su hermano de su hombro.
—No lo sé, ¿qué no sería super raro?
—Por Merlín, dices puras tonterías. ¿No quieres buscar un compartimiento que esté solo?
—Me voy a quedar aquí, ¿tú no?
—Si vas a estar impresionándote por un tono de cabello, no. Mejor te busco luego.
Saeran arrastró su baúl, mientras su hermano se metía de vuelta en la cabina, buscó algún compartimiento vacío, tardó buen tiempo en encontrar algo, sin embargo, el niño de cabello castaño estaba ahí, también. Se toparon al entrar.
—Buscaba un lugar vacío —vaciló Saeran—. ¿Vas a quedarte aquí?
—No hay otros lugares vacíos. Si quieres sentarte, hazlo.
Saeran tomó asiento frente a él, dubitativo. Empezó a cuestionarse si era mejor haberse quedado con Saeyoung.
—Oye —dijo de pronto el otro, mirando a la ventana—. ¿Eres el niño que se golpeó contra la pared hace un rato?
Saeran se sintió avergonzado, claro que lo había visto.
—Me viste.
—Ese tipo de cosas pasan —lo tranquilizó—. A mí me pasaba muy seguido.
—Tienes suerte de que no te ocurriera en tu primer día de clases.
Yoosung sonrío al comentario.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Yoosung, aunque ya supiera su nombre.
—Saeran, ¿y tú?
—Soy Yoosung.
Yoosung sacó una rana de chocolate y siguió hablando.
—¿Has pensado en qué casa quieres estar?
Saeran negó con la cabeza.
—¿Qué hay de ti?
—Si pudiera, sería Gryffindor. Aunque creo no pasará.
Yoosung sacó otra rana y le ofreció una a Saeran.
—¿Quieres?
Saeran no comía dulces por lo general, su madre era... difícil. Lo observó con extrañeza, Yoosung insistió en que la tomase, así que lo hizo. Le dio un mordisco.
—Gracias.
No hablaron mucho después de eso, llegaron a la estación de Hogsmeade al anochecer.

Dos Hufflepuff: Una misma neuronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora