Capítulo 7: Class of 2013.

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Jaemin despertó de manera repentina debido a las continúas pesadillas que tuvo en su corto sueño; su tembloroso cuerpo estaba bañado en sudor y repetidos escalofríos le invadían su debilitada espalda.

Sintió un apretón en la cintura y casi gritó al notar los penetrantes ojos de un preocupado Jeno observándole. No lo dudó ni siquiera dos segundos y lo mandó casi volando al suelo de una patada; recibiendo una gran variedad de insultos por parte del pelinegro.

— Mierda, Jaemin. De todas las formas en las que me imaginé despertando a tu lado nunca había pensado en algo como esto; aunque supongo que en esta vida todo es posible.— Una almohada voló y se estampó en el rostro de Jeno, provocando que este se enojara y se arrojara sobre cierto desorientado vocalista, apresándole las muñecas a los costados de su cabeza.

El pobre peliazul iba a golpearlo en el momento que algunas imágenes se cruzaron por su mente; un chico con el rostro borroso obligándole a entrar a una habitación y haciéndole cosas que nunca en su vida pensó que iba a tener que sufrir.

Entró en desesperación, el aire empezó a faltarle y sus ojos se aguaron rápidamente. No recordaba quién era esa persona, pero definitivamente había escuchado la voz de Jeno en algún momento de la noche. ¿Y si fue él? Quizás le odiaba tanto que le había hecho algo así únicamente para hacerle pasar un mal rato.

— No me toques.— Su voz sonaba demandante a pesar del miedo que tenía en ese momento, realmente no le interesaba deformarle la cara a golpes a ese idiota. Se sentía dolido, desesperado y con ganas de gritar; y a pesar de todo lo que estaba sucediendo no lograba comprender por qué Jeno le miraba de esa forma.

Con toda la fuerza que tenía en ese momento le dio un rodillazo en el estómago, enviándolo nuevamente al suelo y esta vez asegurándose de levantarse de esa cama para no volver a la posición de hace unos segundos atrás.

— ¿Tanto me odias, Jeno? ¿Soy tan repugnante para ti que piensas que no merezco ser tratado como un ser humano? — Sus palabras emanaban odio, el más crudo e insensible odio que alguna vez había sentido en su vida.

Solo bastaron unos instantes para que Jeno pudiera comprender la situación, Jaemin le estaba inculpando de lo que sea que recordara de la noche anterior. Intentó acercarse a él, más lo único que consiguió fue un cachetazo por parte del peliazul.

No podía enojarse con él, cualquiera que estuviera en una situación como esa sentiría miedo y desconfianza con cualquiera. Tragó a duras penas el nudo que se había formado en su garganta y con la mayor tranquilidad que pudo tener en ese momento le explicó detalle por detalle lo sucedido anteriormente; sin saltarse absolutamente nada y, aunque podría ser fuerte para el peliazul, consideraba que era lo mejor.

Y por primera vez en muchísimo tiempo, Jaemin se permitió llorar a mares en los brazos de quien consideraba su adversario. Y para su gran sorpresa, fue recibido entre esos cálidos brazos que le reconfortaron y le envolvieron en un cálido abrazo; de esos que verdaderamente necesitaba.

Estuvieron media hora así, o tal vez más; el tiempo pasó muy rápido para el peliazul. Jeno se había encargado de cuidarlo por el resto de la mañana y le dijo que conservara el sweater; que era un regalo para hacer una tregua; lo que hizo que el corazón del vocalista se emocionara.

Se estaban dirigiendo hasta la casa de Jaemin, el peliazul necesitaba un gran descanso si quería tener las energías suficientes para continuar con la competencia. En el camino se había dedicado a contestar de forma pobre los mensajes de sus amigos, diciéndoles que simplemente se fue más temprano porque se había aburrido.

— Llegamos, príncipe malhumorado.— El pelinegro recibió un manotazo en el hombro por el apodo, robándole una carcajada a Jaemin por las exageradas caras que Jeno estaba haciendo.

— Ya, exagerado.— Quitó el seguro de la puerta y salió del vehículo, estuvo por entrar a su casa cuando volvió trotando hasta la camioneta y abrió la puerta. Se inclinó hasta llegar a la mejilla de Jeno y le dio un corto y ruidoso beso, dejando a un confundido y sonrojado pelinegro que se fue lo más rápido posible.

Jaemin murmuró un gracias por lo bajo aunque sabía que ya no podía escucharlo e ingresó a su hogar con sutileza; quería evitar a toda costa a cualquier integrante de su familia. Aunque no todo podía salirle bien al peliazul, ni bien levantó la vista pudo visualizar a sus padres mirándole de pies a cabeza.

— Desapareces por días, no contestas las llamadas y cuando lo haces no explicas absolutamente nada. Vuelves a nuestro hogar y mírate, pareces una puta.— Las palabras de su padre habían sorprendido a todos en la habitación, incluida la mujer que había aceptado participar en el regaño.

— No me jodas.— Jaemin  le miró con burla, no podía creer que se encontraba en esa situación. ¿Realmente iban a joderlo hasta en su casa? — Wow, "papá". De todos tus intentos de insultos nunca habías llegado a decirme puta, ¿quieres que te cuente qué fue lo que pasó? Me drogaron e intentaron violarme, pero eso seguramente ni te importa a ti, si lo único que entra en tus prioridades es intentar que tu familia se vea perfecta cuando no tiene ni una de esas jodidas letras.—

Fue una secuencia de segundos, ni siquiera Jaemin pudo descifrar el momento exacto en el que su padre lo derribó al suelo y empezó a golpearlo consecutivamente. Su pecho dolía y ni hablar del ardor constante en su rostro; pero más que sentir dolor por su labio partido o su ojo hinchado, sintió un dolor enorme al ver cómo su madre no movía ni un solo dedo para ayudarlo.

El único motivo que tuvo su padre para dejar de golpearlo fue la llamada laboral que recibió y, de mala gana, se fue a su oficina. La mujer que le crió seguía sentada observándole, nunca se movió ni dejó escapar una lágrima por la situación de su hijo.

Niki estaba volviendo de sus prácticas cuando escuchó todo, sintió pánico al ver la mirada encarnizada de su padre al golpear a su hermano mayor y casi que corrió para ayudarle, sí, podían haber perdido su relación; pero seguían siendo familia y aunque no lo demostrara le seguía queriendo. Lo levantó con suavidad del suelo, ignorando los murmullos de su madre, y se dirigieron hasta la habitación del peliazul.

Ni bien entraron el más bajo pudo ver que en su pared Jaemin aún conservaba los dibujos que le había hecho cuando eran pequeños e incontables fotos a la par de otras con sus amigos. El rubio no pudo evitar sentirse culpable; le trataba como basura a diario y él aún conservaba cosas de ellos juntos.

— Venga, hermanito. Mejor ve y sigue con tus prácticas, no quiero que el viejo ese te termine haciendo lo mismo, además quiero descansar, este chico va a ser una superestrella algún día.— Y con un beso en la frente, ambos hermanos se despidieron en silencio para seguir hundiéndose en sus pensamientos.

Esa misma tarde; en la residencia de los Na, se podían escuchar a la perfección los llantos de dos chicos que volvían a ser niños pequeños por unos instantes, y una madre que no movió ni un solo dedo por ellos. 

𝗬𝗨̄𝗚𝗘𝗡 | 𝗡𝗢𝗠𝗜𝗡.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora