Cedric.
Morg está en la biblioteca de nuevo y esta vez ha llegado antes que yo. Está rodeado de cómics y su estúpida cajita de leche a un lado junto a sus galletas.
—Te has adueñado de mi espacio —intento sonar molesto pero por algún motivo mi voz no alcanza el tono deseado.
Aaron Morg levanta la mirada hacia mí, sonríe como si no me hubiera visto en años y de pronto el mundo deja de ser un lugar horrible.
—Estuve pensando —empieza a hablar y aunque intento prestar atención, termino por concentrarme en sus gestos más que en lo que sale de su boca.
Él habla y habla y habla sin parar. Con Aaron el silencio rara vez existe. Mueve las manos al ritmo de su conversación, sus ojos brillan cuando dice algo emocionante o se opacan cuando menciona algo desagradable. Un libro. Aaron Morg es como un libro abierto. Incluso si no dijera ni una sola palabra, sabría exactamente lo que está pensando.
—¿Nunca te callas? —preguntó sin mucho ánimo.
—Me gusta hablar y a ti te gusta que lo haga, ¿cuál es el problema?
—¿Crees que me gusta escuchar hablar a idiotas como tú?
Él menea la cabeza en un gesto negativo antes de decir:
—No, no te gusta escuchar a los idiotas como yo. Te gusta escucharme. A mí. He visto como te fastidia que otros te hablen pero no haces la misma cara cuando yo te hablo.
Aaron sonríe de nuevo como si tener mi atención fuera un logro en su vida y me mira con esos ojos de cachorro emocionado. Pienso en negar todo lo que acaba de decir pero ni siquiera me molesto en hacerlo. Él interpreta mi silencio a su conveniencia, siempre lo hace, y sigue hablando.
El libro en mis manos es una recopilación de cuentos de los hermanos Grimm. Leerlo es entretenido, pero la voz de Aaron siempre termina por filtrarse al interior de mi cabeza y seguir avanzando en la lectura es casi imposible. Desde que él llegó a meterse en mi santuario tardo más en terminar un libro completo.
—¿Cómo es? —pregunto de improvisto interrumpiendo el monólogo de Aaron que me mira en silencio tratando de entender—. El mundo allá afuera, ¿cómo es?
—Igual que siempre, supongo —él hace un gesto con la mano—. El mundo allá afuera y aquí adentro no es muy diferente, ¿sabes?
—Para mí sí lo es.
—¿Por qué?
“Porque aquí dentro no está él” pienso, pero no me atrevo a decirlo en voz alta.
—¿Para ti por qué es igual? —digo en cambio tratando de desviar.
—Porque tanto aquí dentro como allá afuera soy Aaron Morg, y ese es motivo suficiente para que todos vean mi apellido y no a mí. Nunca me ven a mí.
—Yo te veo —lo apunto con un dedo desinteresado—. Eres idiota, arrogante, hablas de más, crees que la vida te debe algo...
Aaron pone los ojos en blanco como si lo estuviera ofendido de verdad pero sé que no es así. Este chico es tan cabeza hueca que nada lo ofende a estas alturas.
—Eso es solo lo obvio. Nadie ve más allá de eso —responde.
—¿Y quién eres realmente entonces? —pregunto con duda.
—Un chico común y corriente —se encoge de hombros y sonríe de nuevo—. Como tú, como Daniel, Nick e incluso el idiota de Oslo. Hago cosas estúpidas, tomo malas decisiones, cometo errores, me gustan los videojuegos y ver televisión, voy a la escuela, me gustaría hacer amigos si pudiera. Soy normal.
ESTÁS LEYENDO
Rabid Dogs
Teen FictionAaron es un "niño rico" atrapado en una correccional juvenil. En este lugar aprende que el único idioma que se habla es el de los puños y los insultos. • Aaron Morg nunca ha sido bueno para ganar peleas pero vaya que sabe cómo iniciarlas. Aprenderá...