Ira

8 1 0
                                    


Era fuego, mi piel ardía, mis lágrimas dejaron de ser saladas para convertirse en lava ardiente que destrozaba todo a su paso. Un volcán incontenibles que había entrado en erupción, expulsando rabia y furia, destruyendo todo a su paso.

¿Por qué todo me pasaba a mí? El drama se había instalado en mi vida como esos peces que se adhieren a los tiburones ballena y pasan su vida allí. Pero a mí no me aportaba nada, solo me quitaba. Me drenaba la energía poco a poco hasta sentirme  un recipiente vació, como esas latas que pones en las vayas de madera para dispararles porque no tiene más utilidad.

Y toda esa destrucción y calamidad comenzó a salpicar a mis seres queridos, que solo veían el monte escupe fuego pero no a la chica que lloraba dentro desesperada. Aún así, la señalaban como culpable, porque sí que lo había provocado, pero ¿de verdad era mi culpa?

Cargaron en mí sus problemas como quien va llenando una piscina para pasar un buen verano, pero se olvidaron del tope, y el tiempo no perdona, el agua se desbordó y a su paso volcó lo que pudo arrastró lo que necesitó.

Quizá debería pedir disculpas por los daños, pero era mi naturaleza, llegar a mi límite, y dejar que se desbordase lo que había estado conteniendo.  Nadie le exige a la naturaleza que se disculpe por seguir su curso, tampoco yo lo haré.

Abriendo la caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora