1. Liberación

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Hospital psiquiátrico Gora Ochitei, provincia sur de Rumanía

- ¿Por que no sonríes? — el joven palmeó su rostro con brusquedad — ¡Vamos sonríe para mí! Yo lo hice muchas veces para ti, así que muestra algo de decencia y devuelve mi cordial gesto de cortesía.

El hombre lo miro con un profundo odio, pero el chico había visto tantas veces esa mirada que ya no lo hacía sentir vacío, al contrario, le agradaba la idea de ser odiado por muchos. Era su meta del año; ser el humano más odiado del mundo.

- ¡Vamos, viejo! No hagas de esto algo aburrido, habla conmigo, conversemos como los buenos amigos que somos.

Si eres amable conmigo una sola vez, tal vez considere dejarte vivir pensó el chico cuando miro al hombre suavisar las expresiones de su rostro.

- ¡Vete a la puta mierda maldito enfermo! — soltó con toda la brusquedad del mundo — no mereces ser considerado una persona, debieron condenarte a muerte en lugar de encerrarte en mi hospital — escupió sobre su rostro — ¡MERECES MORIR MALDITO ASESINO, TU Y TODA TU MALDITA DESCENDENCIA!

El chico sonrió dejando pasmado del miedo al hombre quien no paraba de pensar las millones de oportunidades que tuvo para asesinarlo y siempre se negó a hacerlo guardando la esperanza de que él algún día cambiaría.

- Haz roto mi corazón — hizo un puchero — y yo que estaba considerando casarme con tu pequeña, íba a formar una linda familia con ella, con muchos hijos que seguirían mi camino y se convertirían en grandes monstruos de la sociedad, ¿No te parece excelente mi plan? — inquirío.

- No te atrevas a tocar a mi hija, maldito animal — espetó — si pones una mano sobre ella juro que te la cortaré.

- Tengo mis manos intactas — murmuró enseñandole sus manos — a pesar de las incontables veces que me folle a tu hija en esta misma habitación, en la oficina, el armario del conserje, la sala de espera, el aula de recreación — comenzó a enumerar con sus dedos todos los lugares donde había estado con la hija del doctor — han sido tantos lugares y múltiples veces que ya perdí la cuenta — sonrió — si tan solo hubieras escuchado lo mucho que lo disfruto, ¡Gemía como una maldita loca! — río — lamento informarle doctor que su hija es una adicta al sexo.

- Eres un maldito enfermo — espetó — si pudiera purgar de este mundo a todos los animales como tú, lo haría por que eres él ser más despreciable que he conocido.

- Si tanto te desagrado, estoy muy seguro de que mis hermanos se llevarán de maravilla contigo. Creo que puedes ser nuestra diversión de la semana — le acarició la mejilla con la cuchilla — eres el candidato perfecto para un rato de satisfacción. Me preguntó, ¿Que sabor tendrá tu carne?, ¿Será algo dulce, amarga o con una mezcla agria? — se acercó a él hasta quedar a escasos centímetros de su rostro, lo miro por unos segundos antes de acercar su rostro a la oreja del hombre — creo que seré el primero en averiguarlo — dijo antes de dar una lamida al lóbulo de su oreja.

El doctor se estremeció e intento separar su anatomía de la de aquel extraño chico quien al ver las intenciones del señor de aléjarse, procedió a hacer lo que tanto había anhelando probar desde que fue internado en el hospital; mordió con una fuerza brutal el lóbulo de la oreja del doctor, un grito desgarrador brotó de los labios de este. Los alaridos de dolor inundaron la pequeña habitación en la que se encontraban, la sangre que salía de la herida era succionada por el chico quien se reuzaba a desperdiciar una sola gota de esa sangre.

Los Hijos Del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora