Capítulo III: La maldición de la Bestia

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Bella había despertado en una habitación desconocida, asustada porque cada vez la pesadilla que había tenido se tornaba más real, comenzaba a creer que de verdad había sido raptada por el futuro monarca que deseaba obligarla a convertirse en su reina y ella no podía negarse, nadie escucharía sus reclamos ni harían caso a sus súplicas por volver con su familia. No dejaba de pensar en el dolor que su padre estaría sintiendo al saber que su hijita no volvería a casa aquella noche ni ninguna otra. Era una prisionera asustada cuya única opción era esperar que el príncipe recapacitara y la dejara en libertad, pero aquello no sucedería, mientras ella lloraba desconsolada Petrus se había reunido con su madre quien se mostraba feliz por la elección de su hijo, pero ella no estaba sola, una hermosa y joven hechicera de cabello negro como la noche los acompañaba y celebraba el éxito de su príncipe.

La chica cuyo nombre era Elvi había trabajado para la reina desde que el príncipe cumplió la mayoría de edad y, aunque el hombre era frío con todos a su alrededor, ella lo amaba con locura y su única añoranza era romper la cruel maldición que convirtió su cuerpo y rostro en una figura cadavérica que atemorizaba a cualquiera que lo mirara, pero no a ella, Elvi jamás sentiría temor por la forma que había adoptado su amor, sabía sobre lo sucedido hace ya tiempo atrás y podía ver qué detrás de aquella bestia existía un hombre tan apuesto como arrogante y ambicioso, pero la pobre hechicera no podía prestarle atención a sus defectos, su amor la tenía cegada por completo.

Mientras madre e hijo celebraban, Elvi recordaba la historia sobre el hechizo de su amado, todo había comenzado cuando él cumplió dieciocho años y se negó a casarse con una chica que, furiosa porque la razón del rechazo del príncipe había sido que no la consideraba lo suficientemente hermosa para merecerlo, demostró ser una hechicera cuyo despecho la hizo despojarlo de su atractivo y condenarlo a atemorizar a cualquier mujer a la que Petrus pudiera llegar a amar. Aquella maldición solo se rompería cuando una mujer llegara amarlo sin importarle su físico y aquel sentimiento fuera correspondido, era por ello que esa chica estaba en el castillo, Elvi amaba al príncipe pero él ni siquiera se fijaba en ella, no le interesaban sus sentimientos sin importarle que la pelinegra pudiera ser la solución a su problema.

El gran amor que la chica sentía por el príncipe la había convencido de intentar ayudarlo a romper su maldición con la esperanza de que una vez lo consiguiera Petrus pudiera corresponderle, pero para conseguirlo tendría que hechizar a la pobre que había captado la atención de su príncipe, ahora solo quedaba esperar que el hechizo funcionara antes de que el prometido de la joven intentara rescatarla.

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