Regla 7: Tócala siempre que puedas.

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Cuatro horas después, subimos la estrecha carretera que separaba la playa de la carpa donde se celebraría el Baby Shower de Hanna.

—Ya hemos llegado —le anuncié a Ellie saliendo del coche, extasiado, y abriéndole la puerta para que saliera.

—Así que aquí es donde viviste toda tu adolescencia —me dice Ellie, observándolo todo a su alrededor con atención.

—Sí, aquí nací y me crié.

Veo sus ojos detenerse en la vivienda multifamiliar del color del sol que hace ahora mismo con una sonrisa en la boca. Y yo no puedo evitar hacer el mismo gesto con mis labios. Siempre me ha encantada esa casa, es bonita y acogedora, el sitio ideal para criar tres niños, aunque reconozco que carece de lujos.

Mi madre y mis dos hermanas menores Juliana y Roma  salen a recibirnos por la puerta principal que da al pequeño jardín delantero donde hemos aparcado el coche; han debido de oír el motor del mismo. Mi familia nos abraza y nos da besos como si le fuera la vida en ello. No los veía desde las navidades pasadas, pero si manteníamos contacto diario mediante llamadas por Whatsapp. Mi madre observa a Ellie de reojo y la veo sonreír, por supuesto que se alegra que su hija por fin pase página.

En cuanto cruzamos el umbral de la casa, el olor a café recién colado invade mis sentidos. Mi hermana Hanna tiene una especie de fetiche con el café, especialmente en el embarazo. Ellie y yo subimos las anchas escaleras de madera oscura y algo desgastada. Mi madre le quita la maleta a Ellie de las manos para ayudarla a llevarla hasta la habitación.

—Esta es vuestra habitación —dijo mi madre colocando la maleta de Ellie en el suelo de la misma.

Se trataba de la que alguna vez fuera mi habitación, cuantos momentos atesoraba esas cuatro paredes, desde el primer video porno que vi allí con doce años hasta la primera vez que estuve con una chica en esa cama. No puedo evitar sonreír. Cuando entramos en mi habitación, Ellie ahora un grito. Sigo su mirada y enseguida descubro que es lo que hizo que chillara. Ah, los dibujos de las paredes. Como olvidarlos.

— ¡Qué monada!

Dejé el equipaje en el suelo, y observando las pinturas que decoran los cuatro tabiques del dormitorio. Fue mi mayor pasión por muchos años, tanto que terminé estudiando Bellas Artes en la universidad. Aún recuerdo el olor a pintura. Los dibujos representan las zonas de la isla que más me gustaban, la chica que fue mi primer amor, mis hermanas, mis padres, Loli el guacamayo que tuve de pequeño, entre muchas otras.

— ¿Quién los ha pintado? —me pregunta Ellie.

—Ian. Los dibujó cuando tenía diecisiete años —le respondió mi madre que aún no se había ido.

— ¡No me jodas! Ay, perdón. ¿En serio? —mi vecina se sonrojó por la palabrota que acababa de soltarle a mi madre.

—Ajá.

—No me habías dicho que pintabas —Ellie se giró hacia mí para recriminarme su falta de interés por mis gustos.

—Nunca me preguntaste.

—No tenía ni idea. ¿Quién es la chica?

Ellie se acerca a la pintura de la playa y toca con las yemas de sus dedos la figura de una chica en bañador. El pelo castaño cobrizo y la hermosa sonrisa de Serena hacen que su recuerdo me asalte.

—Fue mi primer amor, una chica que conocí un verano que vino de intercambio con las monjas de su orfanato —le respondí.

A continuación, roza la figura de otro dibujo donde aparece la misma chica.

13 Reglas para enamorar a tu Crush (Un Crush y varias reglas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora