Extra 2

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Ellie

Hacía siete meses me encontraba en este mismo lugar, solo que ahora el sexy hombre que se encontraba a mi lado era solamente mi vecino y no mi esposo. Corría la primavera y el domingo de pascua había llegado, todos estábamos muy ilusionados con este día. En especial los hijos de Hanna. Nos encontrábamos parados delante de la misma casa que había sido testigo de nuestra historia de amor, con las mismas personas que la vivieron junto a nosotros. Todo parecía mágico a nuestro alrededor, y más cuando mi mirada se cruzaba con la de Ian, su vista siempre se dirigía a mi inmenso vientre donde llevaba a nuestra hija, porque sí, ya sabíamos que sería una niña.

Empecé a caminar hacia la puerta de la casa de manera patosa, parecía un pingüino, odiaba tener que caminar así, pero el peso de la barriga no me permitía hacerlo de otra manera. Ian se reía cada vez que trataba de caminar normal, y yo me enojaba con él por burlarse, como se nota que ellos no sufren los altibajos del embarazo. Me paso el día quejándome por el embarazo, que si un calambre, una nausea, hasta un mareo, pero siempre lo hago acariciándome mi vientre con un inmenso anhelo, desmintiendo cada una de mis palabras.  

Ian se acercó a mí y me pasó su mano por mi cintura para ayudarme a subir el escalón, yo le lanzo una mirada de odio, últimamente lo odio por cualquier cosa, las hormonas del embarazo me tienen cambiada, solo espero que llegue el gran día y esto pase pronto.

— ¡Yo puedo sola! —le grité, odiaba cuando me trataban como una enferma.

—Ya lo sé, cariño, pero no me fio de ese escalón, puede llegar a ser un hijo de puta —me dijo riéndose. Yo también sonreír, adoraba sus tonterías.

Tuve que parar en seco y tocarme la espalda, me dolía mucho, como si tuviera cólicos menstruales, pero era un dolor pasajero.

— ¿Qué pasa? ¿Te duele algo? Vamos al hospital —Ian me tomó del brazo para arrastrarme de vuelta hacia el auto, pero yo lo detuve.

— ¡Estás loco! No me pasa nada, es solo un suave dolor en la espalda. No es nada grave, ya lo sabes. — Le sonreí para que viera que todo estaba bien.

—Ellie…

—Ian, no voy a ir al médico porque no tengo nada. Es solo el peso de la panza, eso es todo.

Él se quedó mirándome muy seriamente, ya lo conocía, estaba tratando de descifrar si de era verdad que me sentía bien. Hasta que suspiró y seguimos tratando de subir el dichoso escalón. Ian tenía la tendencia de exagerar las cosas cuando se trataba de nuestra hija y de mí, así que era seguro que se pasaría toda la celebración pendiente de mí. Durante los casi ocho meses que llevábamos casados todo ha sido perfecto, aunque a veces asomaban la cabeza los problemas, pero ¿qué matrimonio no los tiene? Pero siempre buscamos la manera de solucionarlos lo más pronto posible. Lo que más nos emocionó y nos llenó de alegría fue descubrir el sexo de nuestro bebé. Nuestra familia había hecho una apuesta entre ellos, una parte me apoyaba a mí en que iba a ser niño, y la otra parte a Ian con que iba a ser niña. Al final, Ian bailó La Macarena cuando descubrimos que sería niña. Desde ese momento empezó la carrera por encontrar un nombre para nuestra princesa, nos costó varias discusiones.

Después de casarnos revisamos todas las noches de sexo que habíamos vivido, tratando de descubrir en cuál de todos concebimos a nuestra pequeña; llegamos a la conclusión de que fue el día que nos reconciliamos, si, ese día que salió detrás de mí en calzoncillos. Ese fue un día especial para nosotros.

Entramos a la casa finalmente, sonreí al escuchar a los niños correr hacia nosotros para recibirnos, esos pequeños se habían vuelto muy apegados a mí, y yo estaba encantada de que así fuera.

13 Reglas para enamorar a tu Crush (Un Crush y varias reglas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora