Margarita 🌼

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Me acomodo en mi lugar, estiro las piernas y el brazo izquierdo. Respiro profundo y cuento hasta tres

1, 2, 3. Suelto el aire, entra la aguja

-Relajá el brazo, nena-. Sonrío para no putear y agradezco por mero compromiso. -Ponete cómoda que tenemos para un rato- la puerta se cierra de un golpe y dejo que mi mirada se pierda en el recorrido que realizan aquellas gotas hasta mi torrente sanguíneo.

Cierro los ojos con dureza y deseo con todas las fuerzas teletransportarme a los brazos de mi querida buba como cuando tenía tres años y el dolor más grande era rasparme las rodillas contra el cemento... Pero mi nona ya no está y esto no se cura con besos y una curita con dibujos de minnie

1,  2,  3

Se me inunda el alma, me arden las venas. Quiero llorar, arrancarme todo. Pero no se puede... No puedo. Las nenas buenas hacen caso y se portan bien

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Con mi mano derecha busco el celular en mi bolsillo. Abro la cámara frontal y observo la imagen que me devuelve. Los ojos hundidos en medio de una sombra oscura producto del insomnio, la piel transparente y fría. Se me revuelven las tripas. Presiono el timbre con insistencia. -Te escuché la primera vez, nena. Qué querés?- no puedo contestar. Se me llenan los ojos de lágrimas, se me atragantan las puteadas y estoy a punto de vomitar. Vacío mi estómago en un balde que Rosa me alcanza justo a tiempo. -Uff mami, pero que me saliste flojita!!- Yo la miro con tristeza. A mí el mundo se me cae a pedazos pero a ella la atraviesa la tragedia. Pude notarlo en la marca de su entrecejo. Esa marca del dolor que tantas veces heredamos o simplemente arrastramos desde otro lugar y que nos hace descargar la frustración en un par de ojos que solo piden un poco de piedad.

-Necesitas algo más, madre?- vuelve a preguntarme pero esta vez su tono es más suave y acojedor y lo acompaña con una caricia en mi frente. Niego con un movimiento de mi cabeza y le sonrío chiquito. Quiero decir "Gracias, Rosa" pero las palabras no me salen y este sabor a metal en los labios y en la punta de la lengua me obligan a inclinarme nuevamente sobre el balde que descansa a mi lado. Rosa me mira de una manera diferente mientras me sostiene este pelo largo, reseco y sin forma del que tantas veces renegué y que, quizás, dentro de unas semanas empiece a extrañar. -Sabes qué? Esperame un ratito, ahora vengo- sale a paso firme y esta vez cierra la puerta con suavidad y me guiña un ojo mientras desaparece de mi vista. Agradezco el gesto porque el dolor de cabeza me está matando y necesito silencio y tranquilidad.

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Cierro los ojos y dejo caer el peso de mi cuerpo sobre el respaldo del sillón-cama en el que me encuentro. Una melodía comienza a flotar en el aire y la tensión en mis hombros empieza a ceder. Rosa vuelve a entrar a paso lento, acomoda una silla a mi lado y abre un libro que trae bajo el brazo. La miro extrañada y me sonríe. -Nadie debería pasar por estas cosas, solo- pronuncia y me aprieta la mano con dulzura. Se me escapa otra lágrima y ahora sí, susurro un Gracias casi inaudible pero ella lo entiende y me vuelve a regalar una sonrisa.

-Escribís?- pregunta rompiendo el silencio. La miro sin entender y señala mi cuaderno y lápiz sobre la mesa auxiliar.

Lo intento pronuncio despacito porque las palabras se mezclan con el sabor agrio de mi boca. Lo nota y moja mis labios con una gasa empapada en agua.

-A ver... Dejame adivinar- se pone de pie, se acomoda los anteojos y me observa de cerca achicando los ojos. Sus rulos casi blancos me hacen cosquillas en la nariz. Huele al abrazo de mamá Su gesto me resulta gracioso y tierno por partes iguales -Mmm tenés cara de escribir poesía- dice finalmente. Yo niego con la cabeza y por primera vez en el día, rio con ganas.

Saca de su bolsillo el termómetro y me mide la temperatura, chequea la via y me toma la presión. -Estás medio debilucha vos, nena. Comes bien, dormis bien?- Quiero decirle que hace días que tengo un nudo en la garganta que sólo le abre paso a lo líquidos, que no logro dormir más de tres horas, que el miedo me saca las ganas y que no quiero morirme aunque a veces lo deseo... pero solo digo que sí con un movimiento de mi cabeza. Rosa no me cree... Se le nota. Las personas como ella son tan transparentes que uno puede notar no sólo cuando los atraviesa la tragedia... También es posible leerles los pensamientos. Suspira resignada y se limita a anotar los resultados del control en una planilla y yo agradezco que no haga más preguntas.

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Creo que me voy a desmayar. Me duele el brazo y empiezo a sentirme mareada incluso sin moverme. Cierro los ojos con fuerza hasta que el alivio llega.

Rosa se vuelve a sentar a mi lado y esta vez no abre su libro y tampoco me habla. Solo me recorre con la vista hasta que nota mi pulsera y me clava la mirada. -tenés hijos?- yo asiento y sonrío sin darme cuenta. Le paso mi celular y le enseño algunas fotos. -Qué lindas son!! Esta, señala la pantalla, es un cloncito tuyo- Yo vuelvo a sonreir por el cumplido y por lo irónico de la vida... Sí, es la que más se parece respondo y mi memoria me traslada al día que llegó a mi vida, tan chiquita e indefensa pero a la vez tan fuerte y valiente y tiene un caracter que puff!! agrego y ríe de manera escandalosa -Eso también lo heredó de la madre?- posiblemente, respondo y ríe con más ganas.

Cuando logra calmar su ataque de risa me cuenta sobre su vida, sus hijos, sus nietos... No dice nada puntual y al mismo tiempo lo dice todo. En medio de su relato tiene que alcanzarme el balde porque las ganas de vomitar no desaparecen y mi ganas de morir tampoco. Rosa es una mujer atravesada por la tragedia, ya no tengo dudas. Me lo dicen sus ojos grises, su mirada triste y sus brazos cálidos pero llenos de marcas... Me acaricia la espalda y sostiene mi cabello mientras me vacío el estómago y las ganas...

Pasamos el resto de la mañana charlando, riendo, vomitando y llorando.

-Bueno, mamita... Parece que ya es hora de volver a casa. Respirá hondo y aguantá un poquito- me pide con dulzura y un tono de tristeza que no comprendo.

1. 2. 3. Suelto el aire, sale la aguja

Rosa me ayuda a abrigarme, guarda mis cosas en la mochila y espera a mi lado la llegada del auto que pasa a buscarme.

Ha sido un gusto coincidir con usted, Rosa, le confieso en medio de un abrazo de despedida. Suelta una carcajada que no logra calmar hasta varios minutos después -Que me llamo Margarita, nena!!- y sigue riendo. Yo me contagio de su risa y por primera vez en el día, me detengo a observar el sol que nos alumbra. Sigo mareada, débil y con ganas de vomitar pero ahora mismo solo estoy centrada en Margarita... Ella hoy es mi sol... Ella me salvó de la vida, aunque no lo sabe. Quiero decírselo pero no me animo asi que la vuelvo a abrazar intentado que lo entienda.

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Me subo al auto y clavo mi mirada en ella mientras me alejo de aquel lugar... La veo limpiarse los ojos y saludarme con una mano

Ojalá el universo nos vuelva a reencontrar, Margarita, susurro apoyando mi cabeza en la ventanilla- quizás en otra vida...Sin tantas agujas, sin tantas espinas...

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2021 ⏰

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