4 Deshazte del miedo

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Tal como mi padre lo mencionó hubo un par de mordedores que arribaron a la colina durante la noche, todo a causa de los fuertes disparos que nos delataron.

Mi padre estuvo en vela recostado en el sillón de la sala al cuidado de que ninguno tratara de entrar a la casa. Dormía un par de minutos y después despertaba para dar un vistazo, por lo que a penas pudo descansar pocas horas.

Mi madre durmió en la habitación junto conmigo, aunque no sirvió de mucho para lograr que estuviese cómodo. Mi corazón siguió doliendo. Cuando por fin conseguía conciliar el sueño mi subconsciente recordaba el suceso y por consecuencia lo sacaba a flote dentro de una pesadilla que me sobresaltaba.

En la mañana desperté antes que ella. Al verla descansando con tanta tranquilidad no quise despertarla para que pudiera descansar un poco más; sabía que le hacía falta.

Me encontré a mi padre mirando a través de la ventana con disimulo. Sintió mi presencia y dió la vuelta para mirarme. No dijo nada al respecto de la noche anterior, simplemente me observó por un rato sin alguna expresión en el rostro con el cual pudiera saber lo que estaba pensando.

Yo ya estaba más calmado. Me convencí de que en cierta parte debía hacer caso a mi padre. Algún día tendría que matar a alguien para asegurar mi supervivencia, y quizás no sería una, sino varias veces. Sonaba retorcido, pero entendí que era lo cierto. Necesitaba dejar el remordimiento de lado para lograr defenderme sin sentir lástima incluso por aquellos que buscaban hacerme daño. No me imaginaba derramando la sangre de otra persona, pero si era necesario no dudaría en hacerlo al estar en peligro. Tampoco me permitiría dejar que le hicieran daño a mis padres. Protegerlos era una responsabilidad que deseaba adquirir.

Quería demostrarle a papá que podía con los mordedores yo solo y también con las personas. Por otro lado tomaría en cuenta las palabras de mi madre con respecto a saber distinguir entre la gente buena y la gente mala porque, a decir verdad, no quería matar a nadie inocente.

—Siguen ahí — comentó mi padre al ver que no tenía nada por decirle.

Lo ví despejarse al pasar una mano por su rostro. Luego de eso cargó su pistola con calma.

—¿Qué haces?

Eché un vistazo a mis espaldas. Mamá ya se había levantado. Sus ojos estaban entrecerrados ya que aún no se adaptaban a la luz tras haber dormido profundamente toda la noche. Se abrazó a sí misma y se colocó a mi lado.

—No se irán — aseguró —. Es mejor deshacerse de ellos.

Me acerqué a la ventana y miré a través de esta.

Afuera había seis mordedores rondando la colina, muy cerca de la casa en la que nos resguardabamos.

No tuve el suficiente valor para mirar a detalle el cuerpo de aquel chico que mi padre mató la noche anterior, pero con lo poco que logré ver pude darme cuenta de que los mordedores lo habían despellejado por completo. Se ocuparon de él para llenar sus deseosos estómagos.

—No puedes usar la pistola aquí. Solo atraerás más, Lee.

Mi madre tenía razón. Si utilizaba su arma lograría matar a los mordedores con facilidad, aunque era evidente que el ruido alertaría a otro par de mordedores cerca de la zona y por ende terminarían en la colina acechándonos, de esa manera el círculo no se daría por terminado y quizás el problema se volvería más grande.

Palpé mi pantalón hasta que toqué la funda de mi cuchillo colgando de mi cadera. Al tomarlo por el mango supe qué debía hacer.

Si deseaba demostrarle a mi padre de lo que era realmente capaz cuando dejaba el miedo de lado ese era el momento indicado para actuar.

SALVADOR - [La marca de Erik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora