Cuento 2: Testimonio perdido

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Mis manos... Sudaban a un ritmo descontrolado, mi pulso cada vez empeoraba haciendo que mi cuerpo temblará, mi corazón palpitaba a un ritmo descomunal, lo escuchaba por todos los lados de mi cabeza y se tapaba mis oídos con su palpitante sonido. Mis dedos entraron al arco de la pistola, intenté calmarme pero sólo empeoró, los nervios generaron que un músculo se tensionara, presione el gatillo y el arma disparó.

Esa bala, un cartucho de .38 estaba atravesando mi cráneo de manera descomunal, primero penetrando mi mandíbula, hasta llegar a mi cerebro. Con lo que se habrá topado ese proyectil es algo que solo él y yo sabemos, viajo por mis recuerdos y casi que se queda a vivir en ellos, rozó el cabello de mi madre cuando aún me cargaba, rozó los lentes de aquella niña que se sentaba en frente mío en aquel viejo y maloliente salón, dejó estelas de humo en mi primer beso y mi primer amor, atravesó mis recuerdos uno por uno hasta llegar al final de ellos y la razón de porque esa bala estaba explorando.

Yo solo tenía 9 años, aquel día yo estaba feliz, saliendo de una actividad del colegio, mi madre tomaba de mi mano mientras atendía una llamada importante proveniente del trabajo, se le notaba muy atenta pero distraída de mi, dijo que iríamos a un parque mientras con su palma silenciaba el micrófono del celular, pasamos una carretera corriendo mientras atendía aquella llamada desesperadamente, estábamos tan solo a unos metros del parque, me detuve a sujetar mis cordones y cuando levante mi cabeza, mamá no estaba, estaba solo yo en una vereda transitada con gente extraña así que decidí correr a la entrada de aquel parque, me distraje viendo a las ranas del lago, no tenía ningún rasgo de preocupación en mi, seguramente solo avanzó para esperarme como típica prueba de madre a hija y su lograba completarla iba a recibir un premio.

Llegué a los columpios donde solía sentarme con ella a darle de comer a las palomas, no había nadie y me puse feliz de esperar a mi madre balanceándose sin que nadie me molestará, me balancee como nunca. Vi a lo lejos una sombra grande y robusta acercarse detrás de unos arbustos, era una figura grande, pensé que sería un guardia del parque haciendo una revisión, cuando vi era un hombre de saco grisáceo, una corbata roja y un peinado muy gracioso, se acercó a mí y me pidió de sentarse en los columpios, mamá decía que no le hablara a extraños pero él se veía un buen hombre, así que confíe en él, hablamos un rato de lo genial que eran los súper héroes y me dio un dulce que tenía en un bolsillo de su saco. El señor se fue y mientras se despedía yo habría el envoltorio de su dulce, lo tomé y tenía un olor extraño pero igual lo comí mientras veía como las palomas volaban felices, empecé a sentir algo amargo mientras lo masticaba y de la nada empecé a sentir un leve mareo, decidí levantarme, solo camine 2 pasos hasta caer desplomada al suelo.

Desperté, estaba sujetada a una silla con cinta adhesiva, había un olor putrefacto y horrible, empecé a llorar, ¿cómo fue que no pude preocuparme? ¿cómo no pude buscar a mi madre? ¿dónde está mamá? ¿Dónde estoy? Hacía esas preguntas mientras lágrimas salían de mis ojos como manantiales hasta llegar a mi frío cuello, rodeado con una extraña marca roja, aún me sorprende como recuerdo los detalles...

Entró un hombre con una máscara y poca ropa y empezó a acariciar mi cara y... Empezó a tocarme y a besar mi cuello para bajar más y más, mientras cubría mi boca para que no gritara. Oí un fuerte estruendo y el hombre paró para salir corriendo de aquella habitación, mis ojos lagrimeando con costó podían ver qué pasaba a mí alrededor cuando solo escuche una fuerte explosión viniendo de afuera, con lo poco que veía, vi y oí como una figura se acercaba a mi corriendo, me desató y me abrazo para secarme los ojos y llorar conmigo, me dijo al oído que todo estaría bien y yo sabía de quién era esa voz, era mi madre!!! Me desmayé del shock para luego amanecer en un hospital, mi madre tomaba de mi mano mientras dormía en un sofá, se le notaba cansada, decidí no levantarla y dejarla descansar.

A la mañana siguiente abrí mis ojos de nuevo, habían unos oficiales enfrente de mi y mi madre solo tomaba mi mano fuerte de la furia dejando marca de sus uñas en mi mano. "El hombre... Escapó" fueron las palabras de aquel oficial, mi madre les grito y salieron de la habitación, ella me abrazó como nunca y me dijo mientras tomaba mis mejillas que todo estaría bien.

Años más tarde empecé a trabajar como limpiadora de casas, no ganaba mucho pero me servía para ayudar un poco en mi casa, después de lo que sucedido aquel día empecé a ir a un psicólogo con mi madre, nos ayudó demasiado y gracias a él es que puedo trabajar al mismo tiempo que olvidar. Era un lunes cuando me contrataron para limpiar una casa en la avenida Richwoods no muy lejos de mi casa, me salía favorable así que decidí hacer el trabajo, todo iba de maravilla, la casa estaba sola y habían pocas fotos de la familia donde no se veía al esposo de esa linda mujer que salía en cada foto. La solicitud de mi servicio fue completamente anónima pero tampoco tome muchas importancia de ello, la paga era buena y con eso me bastaba de más, baje al sótano para terminar e irme lo más rápido posible y todo se puso del revés... Esa silla... ¿Cómo llegué aquí de nuevo?

Salí corriendo y llegué a mi casa histérica, mi madre veía la televisión y ni siquiera me vio pasar, todo me empezó a temblar y un nudo se creó en mi garganta, solo corrí y tomé un arma que mi madre había comprado unos días después de lo que sucedió aquel día y la apunte abajo de mi mandíbula con un arranque de furia y confusión para luego... disparar.

Fin.

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