Cuento 3: Arrebatado

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Y ahí estaba el, sofocando sus pulmones en humo y escondiendo su estrés detrás de un cigarrillo barato, el cual encendió  con un cerillo encontrado casualmente en el suelo donde género su llama deslizandolo por el hormigón.

Tenía una apariencia devastada, unas botas negras llenas de lodo, una gabardina café llena de manchas negras y rasguños, una camisa blanca desgastada llena de tierra y una cara llena de polvo y restos de carbón, era delgado y sus costillas resaltaban en su camisa y su cuello era más hueso que carne.

Mientras fumaba camino tranquilo y se detenía cada tanto para saludar a sus vecinos o acariciar a perros abandonados por las calles los cuales parecían reconocerle y se abalanzaban hacia él con gran felicidad.  Aquel hombre se llamaba Alfio y trabajaba en unas minas no muy lejos de su hogar, se levantaba muy temprano en las mañanas solo para regar su modesto patio, luego de ello se preparaba un desayuno con lo poco que había en su vieja nevera y luego tomaba un baño remojando una tela vieja en agua, para después envolverla en restos de jabón.

Salía cada mañana hacia las minas, el era el primero en llegar, aprovechaba ese tiempo para hablar con los guardias sobre su vida y darse cuenta de las infidelidades de sus esposas, el más interesante era Amal, un guardia que vino desde la India y consiguió trabajo como guardia del lugar hasta hace unos años, era divertido y siempre contaba las situaciones de su país de origen y que lo llevó a irse de el a tan solo sus 18 años.

Llegaron los demás trabajadores y las puertas abrieron, el turno de Alfio era de 8 de la mañana hasta las 6 de la noche, era duro para cualquier novato entrar ahí pero él ya llevaba trabajando un par de años, se podría decir que nació en esas minas. Su padre lo llevaba cada día a esa profunda mina a ayudarle, mientras su padre picaba arduamente él llevaba hasta la entrada una carretilla llena de carbón y otros materiales. Al cumplir sus 15 años su padre falleció en lo que es ahora su casa, nunca tuvo una figura materna ya que está escapó con un hombre adinerado al saber que su amorío era con un modesto minero, pero a pesar de esto su padre no decayó y trabajó por años por el mantenimiento de su hijo Alfio y ahora lo único que le queda es esa casa y esa mina.

Sus horas alla abajo se sentían eternas, picaba arduamente hasta encontrar algo que le diese para vivir unos días más con comida en casa, la comida no era muy cara que digamos pero para sus ganancias lo era y mucho, sin contar que unos días no optenia ni lo necesario para una rodaja de pan, quizás seria por qué la mina lleva años en producción y el carbón en la misma ya escasea.

Pasaron las horas y terminó su turno, salió con las manos vacías, el gerente sabiendo de su situación decidió darle un par de monedas para que al menos pudiera sustentarse unos días más hasta cobrar suerte en esa mina, Alfio beso su mano con felicidad y salió de su trabajo con una gran sonrisa.  Su casa no quedaba muy lejos de la mina, sin un método de transporte se veía obligado a caminar 8 calles hacia su casa lo que para el ya era una costumbre. Caminaba mientras saludaba a la gente de las calles, todos lo conocían y en alguna parte de su vida habían compartido risas juntos, siguió caminando y se encontró con la señora dolores, una anciana de 84 años muy humilde que a pesar de sus años tenía una energía tremenda y era famosa en toda el barrio por sacarle unas sonrisas a cada uno de los que habitan ahí, era la madre de todos o eso solían decir, la amable señora ya conocía a Alfio ya que la misma había sido muy buena amiga de su padre y fue quien organizó su funeral 2 años atrás.

La señora ve sonriente a Alfio y lo invita a comer algo dentro de su casa con la excusa de que así no gastará lo que le dieron esa misma noche, Alfio acepta y entra a su casa mientras la señora toma de su brazo para no caerse subiendo las escaleras de aquella linda casa. La señora Dolores le sirve un plato de comida y un vaso lleno de limonada, esa limonada que tanto le encantaba a Alfio.  Ya apunto de irse la señora Dolores se levanta de su mecedora y toma su plato, Alfio dice gracias con una gran sonrisa y un estómago lleno, aquella señora se acerco y le muestra a Alfio un papel, era su documento de adopción. La señora lo abraza y le cuenta que antes de que su padre muriera él le comentó a ella sobre que si algo le llegase a pasar, tomara de Alfio, ella se lo prometió y después de procesos legales se apeló la adopción de lo que ahora era su hijo.

Alfio feliz sonrió ante ella y la abrazo como nunca, jamás había sido tan feliz, dijo que iría a casa y volvería con sus cosas en unos minutos, salió apresurado dejando a la señora con una gran sonrisa y unos ojos llenos de lágrimas de felicidad.

Corría por las calles gritando su alegría, todos los perros lo perseguían con euforia y la gente por la que pasaba se quedaba atónita al ver su energía, sus ojos empezaron a derramar lágrimas y él seguía con una gran sonrisa.

Un auto negro volteaba a gran velocidad dejando el caucho de sus ruedas en la calle donde alfio corría, tras esa ventana había un hombre ebrio con los ojos apenas abiertos con un brusco movimiento del timon, doblo y aceleró aún más y fue como todo se puso en cámara lenta. Un auto estaba apunto de quitar su vida en el momento más feliz de la misma,  y enfrente de el capo de aquel auto había un joven que había perdido todo cuando apenas lo había conseguido.

Alfio murió aquella noche, las mañanas eran silenciosas en la mina y los perros velaban tristes en las calles, aquel chico que con su pobreza pero riqueza en amabilidad había hecho feliz a todo un barrio, habia muerto a manos de un ebrio que seguramente lo tenía todo.

Fin.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2021 ⏰

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