Ayla, cariño te extraño, estoy sentado en el sofá que me ayudaste a elegir, más bien el que tu elegiste, para mí es un simple color gris pero para ti es el color de la luna al brillar, te encantaba estar sentada aquí conmigo, divagando sobre mundos que jamás existirían sin ti. Desde que tengo memoria has estado conmigo y desde hace unos años solo te tengo a ti. Recuerdo los sueños que creaste para mi cuando estaba desecho por la muerte de nuestros padres. Estaba mi madre sentada tejiendo y mi padre leyendo el diario en su sofá color café, entraba en la casa, tú me recibías con una bella sonrisa, tus ojos color gris con un cierto brillo que me recordaba las noches de luna llena. Al entrar madre dejaba su tejido y se abalanzaba para abrazarme. Es cierto que despertaba con lágrimas vivas y muertas, pero también es cierto que despertaba con una calidez en mi pecho, esa que se siente de niño al sentir el abrazo y aroma de una madre. Te extraño mi pequeña autora.
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Es el tercer día desde que te perdí, las memorias y mundos se van desmoronando de a poco sin ti para que la cuides. Me la paso soñando despierto con los momentos que hemos pasado. Recuerdo las veces que llegaba a casa con lágrimas saltando de mí y otras esperando su turno para salir, todo el camino a casa ibas creando un nuevo mundo para mí, ahora sé que mientras lo hacías también había lagrimas esperando recorrer tu rostro, sin embargo eso no te detenía para ayudarme. Llegaba a mi habitación, al dar el primer paso todo a mi alrededor cambiaba, el piso de cemento pulido se tornaba verde y crecían plantas y montones de flores, veía como florecían. La habitación se extendía hasta donde ya no alcanzaba a ver, a los lejos se veían imponentes montañas con nevados y cerca de mí un columpio donde me esperabas tu.
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Son apenas las 10 de la mañana del cuarto día desde tu partida. Sonará repetitivo pero te extraño aún más que ayer, no tengo ni la más mínima idea de donde estarás.
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Es el quinto día, Ayla autora de mundos fantásticos, se dónde encontrarte.
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