Meses después me di cuenta que me seguías por comentarios de mis amigas y cansada de esta situación fui a denunciarte con la policía y para mi mala suerte todo eso que yo sabía que pasaría se hizo realidad, no me creyeron.
- ¿estas consiente de que era horario escolar? – Pregunto un tipo que escribía todo lo que yo decía en una computadora.
- Si – Respondí cabizbajo.
- ¿Vos propusiste que se vean? – Pregunto al leer mis mensajes en el teléfono, por supuesto con mi permiso.
- Si – respondí.
- ¿Se volvieron a ver con la excusa de una campera? – Pregunto y asentí con la cabeza – Por lo que veo no tocaron el tema ¿Por qué? – No supe que responder – No se lo reclamaste en ningún momento – Hablo molesto, al ver que me asuste se tomó dos segundos y prosiguió - ¿Él te penetro o solo te toco? – Lo dijo como si estuviera deletreando la palabra “penetrar”.
- Solo me toco – Respondí – Pero ahora me acosa, el me sigue… - Agregue, pero no me dejo terminar.
- Mira nena – Hablo dejando su computadora de lado – No tener pruebas sensatas, tu denuncia es en vano… - Y deje de escuchar el resto al ver que tendré que afrontar esto sola.
Al llegar a casa te encontré saliendo de mi casa con unas cosas de mi hermana mayor.
- ¿Qué haces aquí? – Pregunte apenas te vi - ¿Qué haces con eso? – Trate de arrebatar la caja y aunque no lo logre pude ver lo que traía dos cuadernos, fotos y otras chucherías más.
- Me entere que quisiste hablar –Hablaste creyendo que no vi nada - ¿Cómo está tu hermana? –Preguntas.
- A ella no la vas a tocar – Exigí.
- Y así es como te tengo donde quiero – Volviste a arrinconarme contra la pared. Y así fue.
Y esa es la razón por la que estamos aquí, tomados de la mano en nuestro aniversario como novio y novia, tomando algún vino fino con tu familia en el restaurante más caro de la ciudad. Porque al parecer este es mi precio.
- ¿La pasaste bien? –Preguntaste. Asentí con la cabeza - ¿Pasa algo? –Trataste de descifrarlo en mis ojos y no lo conseguiste.- Creí que te gustaba que sea sumisa. Calladita me veo más bonita ¿No? – Hable después de horas.
- SOS eso que nadie quiere ver ni oír – Levantaste la voz.
- Gracias -Guiñe el ojo
- Me gusta cómo te vez con ese vestido – Agregaste y sonreí.
Lograste convencer a mis viejos el vivir juntos al cumplir los dieciséis y no me quejo, vivo como reina en nuestra humilde morada con una adorable mujer llamada Margaret que se encarga de la limpieza y que lo que tú llamas castillo no se sienta tan vacío. No, no me tiene presa en este lugar, aún tengo la posibilidad de salir sola y ver la luz del sol e incluso sentirlo, siempre y cuando vuelva. Dormimos juntos, pero no nos tocamos, me siento orgullosa de haber logrado un acuerdo que no se por cuánto me durara. Él no me toca un pelo y yo me quedo, ya que lo único que le importa es tenerme comiendo de su mano y habitando bajo su techo.
A la hora de dormir le gusta abrazarme por la cintura y esconder en el hueco de mi cuello para oler mi pelo hasta quedarse completamente dormido, al principio me molestaba, pero con el tiempo me fui acostumbrado y hasta admito que si no lo hace se siente raro.
- Buenas noches nena – Te despides cada noche y me abrazas más fuerte.
Me abrazas tan fuerte que por momentos se atora el aire de tus pulmones. Me abrazas con tanto miedo. Miedo a perderme, a que algún día deje de dormir al costado de tu cama o un día dejes de verme despertar en la peor de mis versiones, pero siempre sonriendo, con un poco de miedo de no volver a ver a mama por unos de tus tontos caprichos después de una pelea por culpa mía y de ese afán de hacer que mi opinión pueda perderse ante tus órdenes, pero sonriendo. Y luego exhalas de forma exagerada al darte cuenta que esta imagen tan bonita de los dos nunca se va a desvanecer, porque simplemente no sé cómo hacer que pase.
- Nadie te va amar como yo – Dices en mi oído luego de robarle un beso a mis labios.
Lo haces de tal forma que parece entrar en mi cerebro para que no salga nunca de ahí y ¿sabes algo? Es muy cierto. ¿Quién se figaría en alguien con tantas inseguridades, con tantos fantasmas, con tantos miedos? Nadie…
Desayunábamos juntos mientras mirábamos las noticias y luego te ibas a trabajar, y la casa poco a poco comienza a sentirse vacía. Te encargaste de alejarme de mis amigos y mi familia así que en síntesis no tengo a nadie más que a Margaret quien adopte como una abuela. Para no aburrirme en lo que queda del día suelo leer e incluso te ayudo con algunos trabajos por escrito que debes entregar a tú alumnos aunque la matemáticas no sean mi fuerte. Otras salgo a caminar a una plaza cercana y otras discuto con Nana para que me deje ayudarla a preparar los pasteles que más le gustan a nuestro “amo”.Hoy sali a caminar y me encontré con la inauguración de una mezcla entre cafetería y biblioteca iba a entrar, pero al ver la hora me asusté porque en menos de diez minutos ibas a llegar y al no verme Nana saldría castigada y yo también.
Corrí a casa y le agradecí a Dios haber llegado segundos antes que tú.- ¿Saliste? – Preguntaste al verme un poco maquillada.
- Si, sali a caminar – Respondí tranquila.
- Bueno – Te llevaste un trozo de carne a la boca.
Después de unos largos minutos de silencio me atreví a hablar
- Héctor – Hable nerviosa.
Levantaste la mirada del plato, pusiste tus manos sobre la mesa y esperaste a que yo diga algo.
- Hay una nueva cafetería unas cuadras pensaba en ir con vos… - Y me quede callada.
- No, ya sabes lo que pienso sobre los lugares públicos – Respondiste en seco.
- Pero… - Y otra vez con una mirada me callaste.
- No lo voy a repetir - Diste la orden.
- Hace mucho no salimos… - Proteste en un tono bajo.
- Dije que no – Levantaste la voz
- Claro, pero cuando hay que aparentar que somos la pareja más linda del mundo voy contigo de la mano con vestido de princesa y zapatos de cristal a cualquier lado ¿No? – Esta vez levante la voz.
- ¡Clara! – Gritaste y golpeando la mesa haciendo que los platos salten por el impacto y volví a quedarme callada.
- Muchas gracias Nana – Le sonreí a la “muchacha”, me levante de la mesa y me dirigí a mi habitación.
- ¿Cuántas veces te tengo que decirte que no me gusta que te dirijas así a la empleada? – Gritaste desde tu asiento y fue lo último que salió de tu boca.
Estoy acostumbrada a tus silencios, cada uno tiene un significado diferente y al mismo tiempo son todos iguales. Enojo, molestia y orgullo. Sentí tu presencia cuando la cama se hundió conforme a tu peso, esta vez no me abrazaste y la verdad es lo que menos quiero. Sin desearme las buenas noches cerraste los ojos y te despediste del día.