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Estoy acostumbrada a tus silencios, cada uno tiene un significado diferente y al mismo tiempo son todos iguales. Enojo, molestia y orgullo. Sentí tu presencia cuando la cama se hundió conforme a tu peso, esta vez no me abrazaste y la verdad es lo que menos quiero. Sin desearme las buenas noches cerraste los ojos y te despediste del día.

Al otro día encaprichada fui a esa bendita cafetería. Y mientras buscaba algo que leer con mi capuchino en mano alguien con aspecto de universitario “nerd”  de metro ochenta y test oscura se me acerco.

Acomodando sus lentes–Deberías empezar ese capuchino con una saga – Me propuso – Harry Potter – Saco el primer libro de su respectivo lugar.

- No me gusta lo fantasioso – Le sonreí.

- La vida misma a veces te pide salir de la realidad – Respondió guiñando el ojo con el libro en la mano

- ¿Cuántos libros son? ¿ocho? – Pregunte – Necesito más de estos – Señale la taza que traía en la mano derecha.

- ¿Le darás una oportunidad a la magia? – Agito el libro – Por lo menos dásela a Ron es un tipo adorable – Creí ver un puchero.

- Está bien  - Respondí agarrando el libro.

- Por si necesitas algo estaré detrás del mostrador – Riendo se retiró de la zona donde veías los libros en estantes exageradamente limpios.

Mientras más tiempo pasaba en ese lugar más me daba cuenta que era un sitio creado para antisociales ya que no se veían a dos personas charlar aunque algunos trataban de ver si podían impresionar a su sexo opuesto con sus gustos literarios y ustedes como lectores dirán “Pero Clara, es una biblioteca no un espacio como Tinder con la única diferencia de que es un sitio físico y no uno virtual”. Pero me parece hasta admirable la forma en que convino las dos pasiones de una persona con problemas  para sentirse cómodo con el mundo. Café  libros, y wifi gratis.

Termine mi bebida y decidí devolver el libro  en su respectivo estante, pagar mi única compra e irme a casa. A unos pasos volví a encontrar al bibliotecario y volvimos a entablar una grata conversación y estaba todo tan bien que asustaba y en ese momento no entendía porque daba tanto miedo hasta que a la hora de  despedirme de Fran  te vi en la calle del frente observándome desde quien sabe que minuto. Mis piernas temblaron deforman involuntaria y caminaron hacia ti.

- Sabía que estarías aquí – Sonreíste – Salí temprano del trabajo y al no encontrarte salí a buscarte.

Me quede callada y el silencio se apodero de nosotros hasta la cena.
- Mañana tengo el día libre  - Informaste

- Lo sé, es domingo – Respondí

- Pensaba en llevarte a conocer a alguien  ¿Qué te parece? – Preguntaste

- Curiosamente sé  que no tengo otra opción – Respondí y supiste que era  un “si”.

Al otro día fuimos a mi “sorpresa “el camino fue tan largo que me dormí en tus brazos. Al llegar bajamos del coche, le dijiste algo al oído al chofer y este solo se encargó de desaparecer.

Puse la vista en la casa donde íbamos a pasar el fin de semana, es inmensa, mucho más que la nuestra.

- ¿Te gusta? – Pregunto al ver mi sorpresa – Es toda tuya – Agregaste.

- ¿Vamos a vivir aquí? – Pregunte.

- Más adelante, aún faltan unas cosas – Besaste mis labios – Pero no es por eso que te traje – Y de forma tierna tapaste mis ojos con tus manos,

Caminamos por un pasillo largo y luego subimos unos diez escalones. Abriste la puerta y por fin pude abrir los ojos. Era  un estudio para mi música, había tres guitarras colgadas en la pared, una batería en un espacio de cristal, unos teclados en otra esquina y todo lo necesario para pasar un día entero grabando mi primer disco.

Y a saltos de alegría se lo agradecí, pero de repente el rosa se volvió un gris intenso. Cuando  entraron dos tipos a la habitación uno más alto que el otro.

- Tranquila, no te va a pasar nada – Dijo en mi oído – Voy a estar aquí, cuidándote – Agregaste.

Ambos se acercaron lentamente y mientras uno besaba mis labios o mi cuello el otro  me quitaba la blusa. Uno de ellos mordió uno de mis pezones y mis lágrimas comenzaron a salir y sabía  era en vano luchar contra ustedes. Tu voz en mí oído “¿Querías estar con otros tipos? Está bien, pero será bajo mi consentimiento”que me hacían temblar. Las cuatro  manos subieron mi falda y me “acariciaron” y gemí por primera vez en mi vida al sentirlos dentro de mí y los sacaste con una simple mirada y te fuiste para que pueda vestirme “tranquilamente” y eso hice. Esa fue la primera noche donde dormimos en cuartos separados porque decías  temer por mí y no querías lastimarme.

Desperté con los ojos hinchados de tanto llorar y con las piernas temblando me dirigí a tu presencia. Me preparaste el desayuno, mi favorita leche con chocolate caliente y galletas oreos.

- ¿Cómo estás? – Preguntas al verme entrar. No respondí.

No respondí porque quería abofetearte de tal forma que sientas lo que yo y no me convenía. No me convenía porque ya no sé de qué eres capaz y no quiero que lo notes, pero me aterra no saberlo.

- Siempre dije que me encanta tu aniñada forma de ser – Volviste a hablar.

- ¿Si fuera más adulta no te gustaría? – Pregunte mientras un trago de leche bajaba por mi garganta.

- No, no dije eso – Respondiste – Solo que me parece hasta adorable verte sonreír por comer galletas y tu estatura tampoco es de una mujer de dieciocho años – Agregaste y lo único que pude descifrar es que lo que  decías no tenía ningún sentido.

- ¿Pienso como niña? – Contraataque.

- A veces – Levantaste ceja.

- Vos también – Respondí.

- Lo sé – Y terminaste tu café amargo.

Luego de esa charla matutina me encerré en mi habitación y volví a llorar. Un ataque de ansiedad domino mi cuerpo dejándolo sin poder respirar por un nudo en la garganta que me impedía pensar con claridad, mejor dicho me impedía dejar de pensar en cosas que para mí mala suerte eran ciertas de algún modo. “Todo esto que pasaba era mi culpa”.

Quise distraerme y aprovecharme de tu regalo y no pude ni cantar. Arruinaste algo que amaba. ¿Cómo se supone que voy a ensayar mis canciones en este lugar? ¿Cómo toco el teclado si justo ahí fue donde me subieron la falda? ¿Cómo me encierro en esa caja de cristal para tocar la batería si fue donde me acorralaron? ¿Cómo duermo a tu lado si te convertiste en mi peor pesadilla?

Las imagines paseaban por mi cabeza todo el tiempo, pero aun así me quede, escribí tu primer canción y luego la grabe.
Salí del estudio cuando te escuche gritar que la cena estaba lista y obedecí como tanto te gusta y luego nos fuimos a dormir. Otra noche durmiendo al costado de tu cama y siendo abrazada por ti y tu aliento en mi cuello.

- Te amo – Susurraste en mi oído –Haría cualquier cosa por vos – Agregaste

- ¿Cualquier cosa? – Pregunte con un nudo en la garganta - ¿Dejarme ir es una opción? – Agregue.

- No – Fuiste seco – Jamás haría algo así – Abrazaste con fuerza mi cintura – Moriría antes de perderte – Agregaste.

Ahí entendí que era mutuo porque tú también eras mi debilidad, en un sentido opuesto al tuyo pero lo eras.

Despertar abrazada a ti se siente tan raro, quedarme acostada a tu lado, ni siquiera se siente como me lo llegue a imaginar en algún momento de mi vida. De hecho solía pensar en tener una vida solitaria y estudiar a distancia psicología, música o literatura. Ahora lo más cercano a todos esos sueños es un estudio que es más pesadilla que un sueño.

Me soltaste lentamente, creíste que aún seguía durmiendo y te vi sonreír con ternura, tomaste una foto con tu celular y luego te fuiste. No era la primera vez que lo hacía sasí que solo lo ignore, como siempre. Solías sacármelas cuando estaba distraída; comiendo, leyendo, cantando, jugando y esta costumbre es desde  que nos conocimos, pero en ese momento lo veía con otros ojos.

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