Me soltaste lentamente, creíste que aún seguía durmiendo y te vi sonreír con ternura, tomaste una foto con tu celular y luego te fuiste. No era la primera vez que lo hacía sasí que solo lo ignore, como siempre. Solías sacármelas cuando estaba distraída; comiendo, leyendo, cantando, jugando y esta costumbre es desde que nos conocimos, pero en ese momento lo veía con otros ojos.
Después de unas semanas, desperté sin tus ojos mirándome esperando a que despierte para mi beso de los buenos días y aun asi no me pareció algo raro. Al bajar las escaleras me encontré contigo y dos tipos mas, no eran los de la ultima vez y eso llego a darme un poco de miedo, me detuve en seco y busque seguridad en tus ojos aunque usualmente no sean mi lugar favorito, pero en esta ocasión la tuve.- Cariño – Soltaste para darme la señal de que debo ser niña buena.
- Buenos días – Hable nerviosa.
- Amor, te presento a Nahuel y a Ramón – Los presentaste.
- Vinimos hasta aquí para decirte que hemos escuchado tu demo y eres fantástica, tienes mucho talento y quiero trabajar con tu voz – Hablo uno de ellos con pinta de playero.
- Así es – Hablo el otro que era un poco más alto, pero traía la misma
- Es la oportunidad de tu vida, amor – Hablaste con firmeza.
- Veo la sorpresa en tus ojos – Sonrió Nahuel – Mira te explico, tu esposo Héctor nos llamó hace unos meses y nos invitó a conocer tu voz atraves de un demo al parecer grabado por él y estamos aquí para invitarte a viajar por el mundo con tu música – se acercó más de lo normal, pero aun así había un espacio que me permitía respirar y tomo mi mano y mirándome a los ojos pregunto - ¿Aceptas? –
Te busque con la mirada para saber que había detrás de esto y solo sonreíste y acepte a mi segunda condena. “Porque sin vos no soy nada ni nadie”.
- ¿Qué quieres a cambio? – Pregunte en cuanto los vi salir de la casa.
- ¿Qué? - Note confusión en el tono de tu voz.
- La última vez que pensaste en mis sueños tuve que… - No me dejaste terminar.
- No empieces – Corriste la mirada y miraste al suelo.
- ¿Una noche? – Fui directa.
- ¡Jamás te pediría algo así! – Levantaste la voz. No te creí ni una palabra – Lo hice porque haría lo que fuera por verte feliz – Volviste a mirarme a los ojos y de la bronca temblabas mientras me acorralabas contra la pared. – Parece que no me escuchas – Esta vez bajaste el tono de tu voz.
- No soy feliz aquí - Dije con miedo y con lágrimas atoradas en mis ojos a punto de explotar – ¡No soy feliz aquí! - Grite - ¡Y nunca lo seré si mi vida depende de ti! – Grite y por primera vez en mucho tiempo me sentí poderosa.
Me abofeteaste con tal fuerza que caí al suelo - ¡Yo te lo doy todo! – Grítate casi escupiendo en mi cara - ¡La ropa que usas, las casas, los libros, a Margaret! ! Todo eso te lo di yo – Agarraste mi pelo - ¡Me tienes que amar! – Tiraste de él y luego te fuiste.
Vi que entraste a darte una ducha y decidí preparar “mis cosas” e irme, no tenía claro dónde ir, ni donde yo me encontraba situada en el mapa, pero en cuanto quise salir choque con una puerta cerrada con una y mil llaves.
Detrás mío te escuche venir hacia mí y deje de luchar con lo creí que sería mi única salida hacia mi libertad. Me di la vuelta y te encontré a unos veinte pasos con una toalla que cubría desde tu cintura para abajo y el pelo mojado que hacia resaltar tus ojos negros.
- Me tome el trabajo de estudiarte por años, se lo que vas a hacer antes de que siquiera lo intentes – Hablaste mientras las pocas gotas que aún quedaban enredados en tu pelo caían por tus hombros – Siempre iré un paso más adelante que los tuyos – Te diste la vuelta para irte – Te iras solo si yo te doy permiso – Y te perdiste en los pasillos.