Parte única

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Hay días en que su ánimo no es el mejor, noches en que se atormenta entre pesadillas y tardes en las que no puede dejar de pensar en cierto rostro cansino que vio por última vez hace ya tantos años.

En los últimos años, se ha dado de cuenta con terror que su memoria ha empezado desdibujar el rostro de su madre, el paso del tiempo siendo impiadoso con él conforme al recuerdo de la única mujer que ha amado.

En noches como estas en que el sonido de su voz ha sido casi olvidado y de las sonrisas dulces solo quedan fragmentos, Luo Binghe se encuentra tan tristemente impotente con todo ello que ni el contemplar a su amado durmiendo a su lado en la cama es suficiente para animarlo.

Simplemente, es la absoluta pena la que se apodera de él en momentos como esté haciéndolo sentir miserable de una forma que es irrecuperable.

Asegurándose que su marido se encuentre cubierto del frío y no despertarlo en el movimiento, el hombre abandona la casa de bambú en busca de aquel lago en el que se tiró hace ya tantos años preso del pánico porque su shizun descubriera su... problema juvenil.

El camino no es muy largo, la noche es oscura y levemente fría. No hay ni un alma a la vista siendo el canto de los grillos su única compañía. El cielo cubierto de estrellas es abrumadoramente precioso, haciéndolo sentir tan pequeño e insignificante como cuando era el loto blanco de su maestro.

Recuerda haber visto ese cielo con su madre durante mucho tiempo, más que nada porque en la pequeña casa donde vivían había un considerable orificio en el techo que fue cubierto eventualmente con tablas que pudo conseguir de un carpintero. A veces cuando no había nada más que hacer era ella quien lo ponía sobre su regazo, ambos mirando el cielo a través del hueco donde contaban las estrellas.

Ella solo sabia contar hasta el diez, por lo que no fue hasta que llego a Cang Qiong que aprendió a contar hasta más de ese número. Siempre supo que había más de las que su madre decía, pero incluso con aquellos inocentes errores cada palabra salida de la boca de la amable mujer era para él la verdad absoluta.

Es entonces que llega al pequeño lago al que se aventó hace años, sentado sobre la roca observa con ensimismado la quietud del agua. Los grillos siguen cantando y la luna lo salva de la absoluta oscuridad permitiéndole apreciar el abrumador infinito.

De nuevo, es un niño pequeño que mira las estrellas con absoluta fascinación, solo que ahora ya no sufre de frío ni de hambre, sin embargo, sí anhela el calor de su madre. Ese mismo que desapareció hace años dejando un vacío perpetuo dentro de él.

Su nombre era Li Wan, Wan como lo suave y hermoso. Lo claro y brillante que había llenado de luz la vida de un niño abandonado a la deriva de un río.

Cuando fue arrojado al abismo por su shizun y todo lo que lo rodeaba era un paisaje que apestaba a muerte en el cual tenía que pelear para sobrevivir, con Mobei-Jun pisándole los talones a cada paso que daba junto al latente dolor causado ante la traición de la persona más amada, lo único en lo que un paria como él se podía refugiar para no caer en la locura era el recuerdo de la suave sonrisa de su madre.

La absoluta agonía persistía dentro de sí, preguntas llenaban su mente en cada momento en el que una bestia no lo atacaba en busca de su carne.

¿Por qué, shizun?

¿Todas sus palabras habían sido una mentira?

¿Acaso alguien como él no era digno de confianza? ¿Cada palabra de afecto, cada consuelo otorgado, toda acción de aliento no fueron más que la falsa amabilidad de un hombre egoísta que le había engañado?

Tuvo pensamientos buenos, tuvo pensamientos malos.

Mobei-Jun tampoco fue un gran consuelo dado que el demonio carecía de cualquier tipo de habilidad social o humana.

Anhelo de un amor perdido; SVSSSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora