Uno: 𝐆𝐮𝐞𝐫𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞𝐛𝐫𝐚𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨

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Sus ojos dorados observaban los hilos de luz que golpeteaban con debilidad su entumecido cuerpo. En un principio, no le hizo caso alguno a estos, sin embargo, sus sentidos parecieron estabilizarse, dándose cuenta de que rayos de sol lograban llegar hasta donde él se encontraba.

"¿cómo?" formuló en su cabeza.
Sintiendo un dolor infernal, giró la cabeza lentamente, procurando observar sus alrededores.
Estaba frente a un acantilado o algo muy parecido, ahí, a metros de caer de lleno al abismo.
En su mente, seguía preguntándose una y otra vez, ¿cómo había ascendido hasta ahí? su última memoria le indicaba que estaba combatiendo a unas criaturas, esto en algún sitio en el que la oscuridad era todo lo que podía percibir.

Sus ojos botaron cuál canicas al recordar algo muy importante para su ser.
Pese a la sensación de estarse rompiendo, aquel castaño se movió lo suficiente para quedar sentado sobre el pasto que brindaban las capas superiores. Notó entonces que le costaba respirar, su vista estaba un tanto borrosa y sus extremidades temblaban, casi como si estuvieran vibrando.

Eso no le importaba.
Buscó con la mirada eso que le era tan valioso, escupiendo sangre debido a lo agitado que se había puesto de pronto. Si no la hallaba, daba igual estar vivo o estar muerto. Como pudo y, pese a estar en sufrimiento constante, comenzó a arrastrarse por toda la superficie de ese precipicio. Sin que siquiera lo sospechase, una alta sombra estaba siguiendo su rastro.

a-ahí estabas... su voz raspada y pausada denotó gran alivio al soltar esas palabras. Pese a que seguía haciéndose daño, hizo un último esfuerzo, impulsándose con ambos brazos hasta cierto objeto enterrado en un gran árbol, uno que se extendía más allá de lo que él podía levantar la mirada.

Su gran espadón de caballero oscuro, la "Destajadora abismal".
Yacía enterrada en la madera hasta hace poco inmaculada, habiendo penetrado limpiamente a la pobre forma de vida. Era un arma fina y poderosa, una bendecida con la fuerza para, supuestamente, hundir el mismísimo abismo.

─ Eres muy curioso, extraño guerrero ─ una voz serena e imponente habló de pronto.
El herido hombre trataba de alcanzar el mango de su arma, pero su brazo no conseguía aproximarse lo suficiente. Para él, esa voz era nada más y nada menos que una amenaza. No sintió miedo, ni se puso nervioso.


─ Cuando te hablan, se supone que debes responder ─ oyó más cerca aún esta voz, por lo que la adrenalina le hizo moverse lo que necesitaba para tomar lo que era suyo. Sintió sus ensangrentados dedos hacerse unos con la fría y conocida sensación de la destajadora. Sin embargo, así como tocó el artefacto, su muñeca fue inmovilizada, como si le hubieran encadenado.

─ ¿quién te crees que eres, tratando de pelear contra mí en ese estado tan patético y deplorable? deberías de saber cuándo has llegado a tu límite, espadachín con una ligera risa al final de su comentario, apretó la mano del varón. Sin previo aviso, alzó al tipo como si fuera una simple hoja de papel, no hubo esfuerzo alguno en esa acción.

La entidad desconocida examinó el estado actual del herido usuario de la espada.
Sus piernas estaban rotas, no, era peor que eso. La derecha estaba destruida, parte del tobillo estaba pulverizado. La izquierda estaba en mejores condiciones, solo teniendo la rodilla fracturada en varias partes.

El brazo derecho estaba dislocado, el músculo flexor de este parecía estar en su límite, inflamado y a punto de reventar. El otro estaba en condiciones estables, dañado, con varios moretones y hematomas, pero mejor que sus otras extremidades.

─ que patético eres ─ suspiró, mirándolo a los ojos. Intercambiaron miradas por primera vez, el guerrero se dio cuenta de que quién le sostenía era una dama enorme, con un rostro pálido y unos ojos más oscuros que una noche en el fondo del averno.

─ ¿pa... t-tético? ─ apenas oíble, el de ojos brillantes replicó a la mujer que le insultaba. Para ese punto, él ya daba por hecho que iba a perecer en ese sitio. Sin nada por perder, un bellísimo silbido inundó el ambiente de un segundo a otro, confundiendo a la azabache.

─ ¿qué se supone que estás haciendo ahora? ¿finalmente el abismo te consumió por completo? ─ distraída por la peculiar melodía del espadachín, no se esperó el siguiente movimiento.

Con toda la fuerza que le permitió la posición incómoda en la que se encontraba, el sujeto le pegó un poderosísimo puñetazo justo en el rostro. Fue tal la potencia que sus dedos se quebraron en la mejilla de la contraria, haciéndole chillar de dolor.

─ ¿eh? qué curioso ─ el de cabellos cafés quedó anonadado al percatarse de que ese golpe, ese con tanta fuerza como para destruirse la mano, no había movido ni un solo centímetro la cara de esa fémina. Habló como si nada, soltando una risilla burlona ─ sentí eso, a decir verdad... igualmente, no sirve de nada si no puedes volver a pegarme, espadachín.

Entonces, el daño acumulado terminó haciendo estragos en el sistema del hombre.
Sangre salió de pronto por su nariz, sus orejas, boca e inclusive sus ojos, perdiendo el conocimiento al primer segundo. La alta mujer quedó un poco extrañada, eso había sido muy aleatorio, ni siquiera le había tocado un solo pelo.

─ huh, parece que el joven de la espada oscura se ha roto ─ habló para sí misma, observando la sangre cubrir el rostro del castaño. A ese ritmo, no habría duda de que moriría desangrado y de una de las formas más horribles que había. La dama seguía viéndole, sin hacer más nada que observar la inevitable muerte que tendría el muchacho.

Estaba acostumbrada a la gente muriendo a su alrededor, era normal, algo de casi todos los días en años pasados. Pero... tenía algo. Ella sentía que la muerte de ese hombre no sería algo bueno. Le decía débil, patético, aun así, no cualquiera podría golpear así de fuerte estando tan dañado. Su voluntad era increíble, teniendo esa filosofía de pelear hasta el final.

Su cara mostró unas expresiones indescriptibles.
Suspiró una vez más, poniendo el cuerpo moribundo de ese varón sobre su hombro. Pensó varias cosas a la vez, pero la que más sobresalió fue "¿por qué hago esto?". No halló ninguna respuesta que le satisficiera del todo. Simplemente se encogió de hombros y caminó al borde del vacío.

─ veamos si resistes hasta el campamento, peón del destino ─ al arribar a la cornisa natural, dio un paso en falso y se dejó caer a la oscuridad penetrante sin pensárselo dos veces, desapareciendo, como si nunca hubiera estado ahí en primer lugar. El viento siguió corriendo, el pasto se movía con este, como en una sonata de mediodía.

¿Qué sería de ese espadachín herido con brutalidad?
Quién sabe, ahí, en el agujero de la tierra por excelencia, todo podía pasar.







𝓞𝔃𝓮𝓷: ᴀʙʏꜱꜱ ʟᴏᴠᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora